Te echamos de menos, querido Berlinguer
Se cumplen 40 a?os del fallecimiento del secretario general del PC italiano y del ¡®sorpasso¡¯ a la DC. Compromiso democr¨¢tico, rechazo de la polarizaci¨®n y europe¨ªsmo hacen de su liderazgo un modelo todav¨ªa inspirador
Hace 40 a?os, en las elecciones europeas celebradas el 17 de junio de 1984, el Partido Comunista Italiano logr¨® superar por primera y ¨²nica vez en una convocatoria electoral de alcance nacional a la Democracia Cristiana. Era el triunfo p¨®stumo de un pol¨ªtico extraordinario: Enrico Berlinguer. Visto desde aqu¨ª, desde el erial pol¨ªtico contempor¨¢neo, su figura se yergue tit¨¢nica, inspiradora, conmovedora.
Berlinguer hab¨ªa fallecido pocos d¨ªas antes, el 11 de junio. Un ictus le golpe¨® el d¨ªa 7, mientras pronunciaba un discurso en un mitin en Padua. Tan solo las desgarradoras im¨¢genes del hombre que, pese al grave sufrimiento por el accidente cerebrovascular, resiste en el estrado para terminar su intervenci¨®n, dicen tanto: de un inquebrantable sentido del deber, del servicio p¨²blico, de la fuerza interior y de la dignidad.
M¨¢s a¨²n dir¨ªa el funeral celebrado en Roma. Una muchedumbre realmente oce¨¢nica inund¨® las calles para rendirle homenaje ¡ªqu¨¦ pat¨¦ticas en comparaci¨®n suenan las pretensiones de ciertos partidos actuales que celebran como triunfos manifestacioncillas de poca monta¡ª. Sin duda hab¨ªa ah¨ª muchos ciudadanos que no eran comunistas, que mostraban su respeto a un hombre admirable. Entre ellos, Giorgio Almirante, l¨ªder del fascista MSI. Cuentan quienes estaban ah¨ª que, cuando se supo que ir¨ªa, hubo cierta inquietud en la dirigencia comunista. ?C¨®mo recibir¨ªa la muchedumbre al fascista? Giancarlo Pajetta, dirigente hist¨®rico del PCI, que aparece en L¨¦xico familiar de Natalia Ginzburg todav¨ªa en pantal¨®n corto y ya antifascista, dijo: le recibir¨¦ yo mismo. Hasta el l¨ªder fascista reconoci¨® la grandeza de ese hombre.
?En qu¨¦ reside esa grandeza? Resulta impresionante releer hoy sus escritos, discursos, entrevistas. Componen un monumento que encarna la altura de miras pol¨ªtica.
Berlinguer, como es notorio, es el l¨ªder que impuls¨® el compromiso hist¨®rico, la pol¨ªtica de apertura del PCI a la colaboraci¨®n con la DC. En esa decisi¨®n hab¨ªa sin duda c¨¢lculos t¨¢cticos de inter¨¦s del partido, pero tambi¨¦n sin duda ninguna una noble disposici¨®n a pensar en el inter¨¦s democr¨¢tico del conjunto del pa¨ªs. Tras el derrocamiento de Salvador Allende en Chile, Berlinguer tuvo claro que el PCI no habr¨ªa podido gobernar con normalidad si hubiese logrado una mayor¨ªa parlamentaria. Habr¨ªa habido una reacci¨®n, tal vez un golpe. Pens¨® que era necesario afianzar una imagen de responsabilidad y credibilidad, consolidar una legitimaci¨®n y tratar de influir por esa v¨ªa. En paralelo, Berlinguer quer¨ªa evitar a toda costa una polarizaci¨®n brutal del pa¨ªs en tiempos muy oscuros. ?Les suena?
Lean lo que escribi¨® en uno de los tres art¨ªculos en los que plante¨® el compromiso hist¨®rico, publicados en Rinascita: ¡°La contraposici¨®n y el choque frontal entre partidos que tienen una base en el pueblo y por los cuales importantes masas de la poblaci¨®n se sienten representadas, conducen a una ruptura, a una verdadera escisi¨®n en dos del pa¨ªs, que ser¨ªa fatal para la democracia y arrollar¨ªa las mismas bases de la supervivencia del Estado democr¨¢tico. (¡) La tarea de un partido como el nuestro no puede ser otra que el de aislar y derrotar dr¨¢sticamente las tendencias que apuestan por la ruptura vertical del pa¨ªs¡±. Qu¨¦ abismo con los polarizadores profesionales de hoy d¨ªa.
Hay una c¨¦lebre foto que retrata a Berlinguer y Aldo Moro, su contraparte democristiana, otro hombre justo, que se extienden sobre una mesa que les separa para darse la mano en 1977. Berlinguer y Moro estaban, de alguna manera, proyect¨¢ndose m¨¢s all¨¢ del muro de Berl¨ªn mucho antes de que cayera. Como es notorio, la infame banda terrorista de las Brigadas Rojas secuestr¨® y asesin¨® a Moro. El PCI de Berlinguer mantuvo un leal apoyo externo a los Gobiernos democristianos en oscuros a?os de plomo.
El compromiso hist¨®rico no prosper¨®. En la DC ganaron planteamientos m¨¢s derechistas y avanzaron podredumbre, juego sucio, corrupci¨®n. Berlinguer, que no era un dogm¨¢tico, fue modificando la estrategia. Sus posiciones de entonces resuenan hoy fort¨ªsimas. En una entrevista concedida para las elecciones europeas de 1984 se opon¨ªa a quienes ¡°recomiendan volver atr¨¢s, a la Europa de las patrias¡±. ¡°No es pensable que la v¨ªa de salida a la crisis de la Comunidad Europea pueda consistir en el repliegue de cada Estado en su peculiar identidad, en el encerrarse en la particularidad de sus intereses. (¡) No tiene sentido para quienes tengan un m¨ªnimo de mirada de largo plazo. (¡) De la crisis no emerge la necesidad de cada naci¨®n de retirarse en s¨ª mismo, sino la necesidad de una Europa realmente unida desde el punto de vista pol¨ªtico, realmente independiente en el plano internacional, finalmente aut¨®noma en la iniciativa¡±. ?Les suenan los conceptos de Europa de las patrias, de necesidad de autonom¨ªa?
Ya antes ¨¦l hab¨ªa dicho que se estaba mejor bajo el paraguas de la OTAN que bajo el del Pacto de Varsovia. Es dif¨ªcil evitar que la mente se dirija a Jean-Luc M¨¦lenchon y sus instintos polarizadores, euroesc¨¦pticos, anti-otanistas. Da la sensaci¨®n de que va medio siglo por detr¨¢s de Berlinguer.
Hay mucho m¨¢s. Berlinguer es por supuesto el hombre que cort¨® definitivamente los lazos del PCI con la URSS ¡ªrelaci¨®n que hab¨ªa alejado del partido a figuras como Calvino¡ª en nombre de una adhesi¨®n inquebrantable a los valores democr¨¢ticos, marcando el camino del eurocomunismo; el pol¨ªtico que denunci¨® la putrefacci¨®n del sistema partidista con una lucidez asombrosa ¡ªla llamada cuesti¨®n moral¡ª, se?alando su conversi¨®n en m¨¢quinas de poder y clientelismo alejadas del inter¨¦s colectivo; el l¨ªder que plante¨® la idea de una moderaci¨®n del consumo para proteger el medioambiente; que introdujo en el discurso p¨²blico la reflexi¨®n sobre el dif¨ªcil camino a la felicidad de las personas en el sistema capitalista.
Roberto Benigni, quien protagoniz¨® un film de Giuseppe Bertolucci de 1977 titulado Te quiero Berlinguer, dijo recientemente de ¨¦l que ten¨ªa ¡°la pureza de un ni?o¡±. Es c¨¦lebre en Italia una imagen en la que el actor-director ¡ªculto estudioso de La Divina Comedia¡ª coge en brazos al entonces secretario general del PCI en un acto p¨²blico, le balancea, y a este se le ve sonre¨ªr, alegre. Como un ni?o, tal vez.
Esta no quiere ser una alabanza nost¨¢lgica e ingenua. Berlinguer no era perfecto, cometi¨® errores. No logr¨® gobernar. Pero fue una fuerza ben¨¦fica para el pa¨ªs, y en ¨¦l y en su liderazgo hay valores indiscutibles que brillan como un ejemplo necesario hoy en esta Europa atribulada.
Un editorial de este diario publicado tras su muerte y titulado Despu¨¦s de Berlinguer inclu¨ªa estas dos observaciones: ¡°Una de las caracter¨ªsticas m¨¢s acusadas de la personalidad de Berlinguer era la de que nunca se doblegaba a las exigencias de la t¨¢ctica pol¨ªtica¡±; ¡°el estilo de ¨¦ste era particularmente dialogante; necesitaba tener en torno suyo a un equipo para discutir antes de tomar la decisi¨®n¡±. Ambas cualidades parecen fundamentales en la Europa contempor¨¢nea.
La cr¨®nica del funeral escrita por el entonces corresponsal de EL PA?S en Roma, Juan Arias, dec¨ªa: ¡°Berlinguer puede descansar en paz. Es dif¨ªcil que un ser humano pueda ser despedido con una explosi¨®n de afecto como la que recibi¨® ayer el desaparecido secretario general del PCI¡±.
Tuvo una enorme grandeza humana, hecha de honradez, cortes¨ªa, aspiraciones morales, que le granje¨® el respeto de todos; tuvo una enorme grandeza pol¨ªtica, hecha de una visi¨®n progresista noble, de largas miras, que antepuso el inter¨¦s democr¨¢tico colectivo a cualquier beneficio partidista.
?Cu¨¢l ser¨ªa su propuesta pol¨ªtica hoy, en tiempos de ultraderechas retr¨®gradas y peligrosas, de derechas en oscur¨ªsima deriva hacia ser ultraderechas ellas mismas, de izquierdas entregadas al tacticismo y a la polarizaci¨®n que ¨¦l aborrec¨ªa?
Desde aqu¨ª abajo, algunos te echamos tanto de menos, caro Enrico.
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