A todas ellas
Can Sales, la prisi¨®n siniestra donde estuvo Aurora Picornell, trajo a mi memoria el primer reportaje que hice para la radio sobre Matilde Landa con el convencimiento de que hab¨ªa historias que deb¨ªan ser contadas
Cuando vi al presidente del Parlamento balear, Gabriel Le Senne, romper con indisimulado desprecio la foto de Aurora Picornell, sacada de la prisi¨®n de mujeres de Palma de Mallorca, torturada y fusilada la noche de Reyes de 1937, algo de esa historia sacudi¨® mi recuerdo. No era solo por la relevancia en s¨ª de esta represaliada que a los 20 a?os ya era conocida como La Pasionaria mallorquina, ni el que formara parte del grupo de Les Roges des Molinar, j¨®venes costureras que perdieron la vida a manos de falangistas que las torturaron antes de acabar con ellas; tampoco se reduc¨ªa al hecho de que siempre he cre¨ªdo que la ¨¦pica de las costureras en Espa?a constituye la base de la emancipaci¨®n femenina y a¨²n no ha sido contada. Fue el nombre de aquella prisi¨®n siniestra, Can Sales, lo que trajo a mi memoria el primer reportaje que hice para la radio, a los 19 a?os, cuando sin experiencia pero con el convencimiento de que hab¨ªa historias que deb¨ªan ser contadas me asom¨¦ a la vida de las madres o abuelas de amigas de mi barrio, Moratalaz, que por aquel entonces, 1981, a¨²n manten¨ªa un vibrante movimiento vecinal.
Es as¨ª como conoc¨ª a Carmen L¨®pez Landa, pelo corto canoso, aire juvenil a sus 60 a?os, fumadora, de conversaci¨®n f¨¢cil, con una larga historia de exilio y clandestinidad. Una m¨¢s entre los 30.000 ni?os que en la guerra vieron trastornada su vida por la lucha de sus padres. Ella sab¨ªa que yo estaba all¨ª con la pretensi¨®n de contar la vida de su madre, Matilde Landa, y con una paciencia maternal convirti¨® la mesa de la cocina en un retablo de las maravillas: el poema, A Matilde, que le dedic¨® Miguel Hern¨¢ndez (in¨¦dito hasta 2002), un Platero y yo dedicado por Juan Ram¨®n Jim¨¦nez a la ni?a Carmen, un cartel en defensa de la Rep¨²blica con Carmencita como modelo y las cartas que Matilde hab¨ªa escrito a su hija desde la c¨¢rcel, primero la de Ventas y luego la de Can Sales.
Ah¨ª estaba aquella caligraf¨ªa, desplegada ante m¨ª, que le¨ªa con asombro c¨®mo la madre presa escrib¨ªa a su hija desde un lugar imaginario, impostando alegr¨ªa, relatando an¨¦cdotas y sin nombrar en ning¨²n momento la penuria del yugo carcelario. Landa, hija de padres ilustrados cercanos a la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, no fue bautizada, y esa circunstancia enturbi¨® a¨²n m¨¢s sus d¨ªas de prisi¨®n, porque esta mujer, que no particip¨® en el frente pero s¨ª recibi¨® instrucci¨®n militar, fue esencial en la retaguardia, viajando por Espa?a y reorganizando desde Valencia el Socorro Rojo.
Casi al final de la guerra, el Partido Comunista decidi¨® que Landa volviera a Madrid para organizar la clandestinidad ante la inminente entrada de los franquistas. Fue detenida al poco de acabar la guerra. La directora de Ventas, una teresiana que hab¨ªa estudiado en la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, le permiti¨® organizar en la prisi¨®n un humilde gabinete de asistencia jur¨ªdica a las penadas. Tal vez no consiguiera muchas victorias legales, pero supuso un apoyo psicol¨®gico para mujeres completamente desamparadas. Fue tal la admiraci¨®n que la figura de Matilde concit¨® entre las presas que las autoridades la apartaron llev¨¢ndosela a una de las c¨¢rceles m¨¢s s¨®rdidas, la de Palma. Su pena de muerte fue excepcionalmente conmutada por a?os de prisi¨®n, pero en Can Sales le hicieron la vida imposible. Las autoridades religiosas la chantajeaban asegur¨¢ndole que si se convert¨ªa al catolicismo los hijos de las presas estar¨ªan mejor alimentados. La presi¨®n psicol¨®gica fue tal que en 1942 Matilde Landa se arroj¨® desde una galer¨ªa de la prisi¨®n. Fue bautizada al borde la muerte.
El profesor Ginard Fer¨®n ha publicado la biograf¨ªa de esta admirable mujer, tambi¨¦n la historia de Picornell. Yo regreso con ellas a 1981, en el peque?o piso de una hija que me mostraba aquel legado, me veo leyendo aquellas cartas, esperando en aquel entonces que la joven democracia les rindiera homenaje a todas ellas.
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