Sir Keir contra el esp¨ªritu de los tiempos
El laborismo de Starmer se sit¨²a lejos de actitudes populistas, extremas, polarizantes. Su victoria es un esperanzador cortocircuito, pero es mucho m¨¢s fr¨¢gil de lo que dice el reparto de esca?os
En medio de un Occidente carcomido por ultraderechas en auge, populismo, polarizaci¨®n galopante, logorreas pol¨ªticas hiperb¨®licas, histrionismos e hiperliderazgos, en el Reino Unido acaba de ganar las elecciones el Partido Laborista de Keir Starmer, lo contrario de todo aquello. Un esperanzador cortocircuito del que parece ser el esp¨ªritu de los tiempos.
El laborismo de Starmer es un partido centrado, que ha hecho campa?a sobre una propuesta pol¨ªtica que promete disciplina fiscal, elevar la productividad, portadora de una actitud amigable hacia las empresas, bastante dura en materia migratoria, emp¨¢tica con Israel y que purg¨® sin piedad a Jeremy Corbyn y todo su ideario de izquierda radical. Starmer es un l¨ªder que ha sido a menudo tachado de gris. Alejado de las llamaradas ret¨®ricas del tiempo moderno, de la pol¨ªtica de sablazos en X (antiguo twitter), se perfila como serio, solvente, contenido, reflexivo, apreciable constructor de equipos.
Se puede estar m¨¢s o menos de acuerdo con las pol¨ªticas concretas, se puede desear una posici¨®n m¨¢s progresista, o menos, pero este conjunto de contenci¨®n, moderaci¨®n, ponderaci¨®n se perfila como un bendito anacronismo cuando se observa el panorama pol¨ªtico general, hecho de mucha verborrea y poca preparaci¨®n, de inmediatez que destruye el tiempo para la reflexi¨®n, de desprecio que aniquila el espacio para la negociaci¨®n. De cosas que anulan todo lo que la democracia necesita. Lo que la democracia es. Pero la democracia zarandeada, afortunadamente, ha logrado en este caso desarbolar un partido, los tories, que se entreg¨® a todo lo anterior descarada e indignamente, y que por ello ha perdido no solo las elecciones, sino tambi¨¦n el alma.
Estos elementos esperanzadores, sin embargo, deben ser puestos en contexto.
La victoria laborista, enorme en t¨¦rminos de esca?os, es mucho m¨¢s fr¨¢gil de lo que parece. Ha ganado con un 33% de los votos, los mismos del PP ahora en la oposici¨®n en Espa?a, y con una tasa de participaci¨®n modesta, del 60%. El sistema electoral brit¨¢nico ha favorecido la proyecci¨®n de una fuerza parlamentaria mucho mayor de lo que hay en el pa¨ªs.
Adem¨¢s, queda la duda de cu¨¢nta parte de esta victoria es adscribible a una profunda adhesi¨®n a esos valores positivos y cuanta a un simple, visceral rechazo del pat¨¦tico desempe?o del Partido Conservador, del populismo bufonesco de Johnson, del libertarismo inepto de Truss, de la tecnocracia torpe de Sunak, de los bandazos, el descaro, las mentiras, una gran cuota de indignidad. Y, aun con ese balance horripilante, si Nigel Farage no hubiese presentado una candidatura alternativa, consiguiendo un 14% de los votos, el panorama ser¨ªa bastante distinto.
As¨ª que, tal vez, m¨¢s que un profundo, maduro giro pol¨ªtico, se trata de una coyuntural acumulaci¨®n de circunstancias favorables que han generado una valiosa oportunidad para demostrar.
En concreto, la oportunidad de demostrar que una pol¨ªtica fundada en la capacidad y el pragmatismo, que evita extremismo, polarizaci¨®n y dogmatismo ideol¨®gico, liderada por una persona procedente de una familia de clase trabajadora y no de las elites, puede lograr resultados muchos mejores que el desastre producido por los populistas brexiteros. En concreto, muchos mejores resultados precisamente para la clase trabajadora y sus hijos, reactivando el ascensor social siempre bloqueado en favor de los hijos de las elites, regenerando la esperanza en un futuro mejor, que tantos han perdido. Tal vez no haya peor condena en vida que perder la esperanza.
Y una oportunidad para demostrar que se puede hacer todo eso sin provocar boquetes en las cuentas p¨²blicas, sin enemistarse con el sector privado, abrazando un igualitarismo que no tiene complacencia ninguna con experimentos sedicentes igualitario y que en realidad no son otra cosa que reg¨ªmenes autoritarios o populistas despreciables.
La victoria de Starmer se suma a otros casos de exitosas campa?as contra las derechas varias planteadas desde posiciones de izquierda muy moderada, casi en el centro, o de centro liberal, desde actitudes no polarizadoras. Aunque con matices distintos, encajan en ese patr¨®n las victorias en los ¨²ltimos a?os de Biden, Scholz, Macron o Costa. Tal vez haya una lecci¨®n pol¨ªtica ah¨ª, aunque cada pa¨ªs tiene su historia, y nada excluye que se puedan ganar a las derechas desde posiciones de progresismo m¨¢s intenso.
Pero hay otra lecci¨®n ah¨ª. Al margen de Costa, desalojado del poder con una turbia maniobra judicial, los otros tres sufren un tremendo desgaste electoral. Macron atraviesa un calvario electoral que deja pr¨¢cticamente muerto su proyecto, Scholz tiembla, Biden tiene graves dificultades para retener el poder. El caso es que los tres sufren ese desgaste aun habiendo logrado algunos resultados notables, aprobado reformas certeras. Bajo Macron se crearon dos millones de puestos de trabajo y se contuvo la pobreza; bajo Biden se pusieron en marcha grandes proyectos de apoyo a la ciudadan¨ªa y renovaci¨®n del pa¨ªs; bajo Scholz se super¨® la dependencia energ¨¦tica de Rusia y puso en marcha un fundamental cambio estrat¨¦gico. Pero, claro, los tres han cometido errores y, sobre todo, en esta ¨¦poca de ira con el sistema hay que cosechar enormes ¨¦xitos para garantizarse una continuidad y mantener alejadas a las fuerzas populistas que parecen subir casi sin esfuerzo.
Starmer, hijo de un obrero y una enfermera, tiene ahora una oportunidad, un mandato para intentarlo bajo los estandartes de la cohesi¨®n social, la inclusi¨®n, la moderaci¨®n. Buena suerte, sir Keir, contra el triste esp¨ªritu de estos tiempos.
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