Los zapatos de Trump
?Qu¨¦ significaban las palabras previas a la imagen ic¨®nica?
Lo m¨¢s sorprendente del tiro que iba dirigido a Donald Trump pero que mat¨® a uno de sus seguidores no es el atentado. Aunque sea profundamente aterrador que se dispare a un candidato presidencial (o a cualquiera), por un lado la escena no llega a ser ninguna novedad en la democracia de Estados Unidos, tristemente pr¨®diga en asesinos de presidentes o en aspirantes a asesino de presidente. Por otro lado, Trump no es un candidato convencional, sino el que utiliza el odio como instrumento pol¨ªtico, el que defiende el uso de las armas, el que pronuncia las frases m¨¢s violentas sobre los m¨¢s vulnerables, el que miente en casi todo, el que niega el calentamiento global, el que no acept¨® la derrota en las urnas y alent¨® el asalto al Capitolio donde murieron cinco personas y m¨¢s de 140 polic¨ªas resultaron heridos. Que Trump en alg¨²n momento tuviera como respuesta un tiro es lamentable, pero no sorprendente. Lo m¨¢s intrigante del atentado es lo que viene a continuaci¨®n.
La primera reacci¨®n de Donald Trump es repetir: ¡°D¨¦jame coger los zapatos¡±. Cuatro veces. Los agentes quieren llevarle al coche, le recuerdan que est¨¢ ensangrentado, pero un minuto despu¨¦s de casi ser asesinado, solo piensa en sus zapatos. Trump les pide que esperen y entonces forja la imagen que podr¨ªa llevarle a la victoria: la cara parcialmente ensangrentada, el pu?o en alto, repite: ¡°Lucha, lucha, lucha¡±. Trump se convierte en el cl¨¢sico h¨¦roe estadounidense y la multitud responde al un¨ªsono: ¡°USA, USA, USA¡±.
Tras casi ser asesinado como hombre, Trump revive como director de campa?a. Y arroja al menos una pista sobre el misterio de los zapatos. La frase insistente puede indicar que tiene horror a ser expuesto en calcetines, cargado por hombres m¨¢s j¨®venes y fuertes (y con zapatos). En calcetines, Trump ser¨ªa m¨¢s fr¨¢gil que su rival Joe Biden, tantas veces blanco de la acusaci¨®n de senilidad en las ¨²ltimas semanas. Desde John Wayne hasta Rocky Balboa, Hollywood nunca ha visto a un h¨¦roe en calcetines.
Pero Trump se recuper¨® en tiempo r¨¦cord del riesgo pol¨ªticamente letal de la humanizaci¨®n y forj¨® la imagen que puede hacerle ganar las elecciones. No me mir¨¦is los pies, miradme la cara. Y todos la miraron, la fotografiaron, la grabaron y la estamparon en la portada del Times y de la prensa de todo el mundo.
El zapato negro se qued¨® en la alfombra roja. El zapato sin hombre. Y enseguida aparecieron en el X de Elon Musk anuncios de camisetas con un pu?o ensangrentado y la frase: Let me get my shoes. Camisetas en un cuerpo masculino fuerte, joven y tatuado. Sin rostro, porque el rostro que completa la imagen solo puede ser el de Trump. Y, por supuesto, el sello: Made in USA. En YouTube ya circula una canci¨®n con el let me get my shoes.
Es dif¨ªcil saber qu¨¦ significan las primeras palabras de un hombre que casi ha sido asesinado. En el caso de Trump, cuya mayor verdad es que es un mentiroso, nunca lo sabremos. Lo que s¨ª sabemos es que, con zapatos o sin ellos, tras el atentado tenemos cada vez menos suelo bajo los pies.
El disparo no alcanz¨® a Trump, pero s¨ª a la humanidad. Al m¨¢s notorio destructor de la democracia, cuando se convierte en v¨ªctima, se le trata como a un dem¨®crata. El mayor sembrador de odio y divisi¨®n predica ahora la unidad (en torno a s¨ª mismo). El peor pol¨ªtico de la historia de Estados Unidos es ungido por la aureola del m¨¢rtir que afirma que su supervivencia es un milagro. Ya lo vimos en el Brasil de Jair Bolsonaro, apu?alado durante su primera campa?a presidencial. Y sabemos lo que pas¨® despu¨¦s. Pero Brasil no es Estados Unidos. Y, al lado de Trump, Bolsonaro es el aprendiz.
Dios nos salve de Am¨¦rica.
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