No basta con salvar el d¨ªa
Necesitamos grandes dosis de imaginaci¨®n para fortalecer la democracia, pero no estamos peor que la generaci¨®n que supo emerger de dos guerras mundiales
Los triunfos de posiciones pol¨ªticas afines al pensamiento progresista en las ¨²ltimas semanas en Europa han aliviado el temor de que las derechas avanzaran y coparan posiciones de poder que podr¨ªan significar un giro peligroso en la regi¨®n. Sin embargo, los n¨²meros y los dif¨ªciles equilibrios sobre los que descansan estos logros obligan a meditar sobre los fen¨®menos populistas de derecha y el aparente estancamiento del pensamiento liberal y de izquierda que est¨¢ resultando en la distancia entre este y, sobre todo, la juventud.
Pienso que tanto Am¨¦rica Latina como Europa est¨¢n acusando las consecuencias de un desgaste que, creo, se viene dando desde que el ataque a las Torres Gemelas cancel¨® la idea de que el fin de la Guerra Fr¨ªa har¨ªa posible una era de paz y de esfuerzos por nivelar las grandes desigualdades mundiales. La teor¨ªa del ¡°fin de la Historia¡± de Francis Fukuyama qued¨® como una muestra fallida de esa idea. Lo que pas¨® dio origen a una crisis cuyas consecuencias a¨²n resentimos. Se iniciaron nuevas guerras y los reclamos libertarios de la Primavera ?rabe no tuvieron las consecuencias positivas esperadas, sino todo lo contrario, generando represalias terribles y grandes masas migratorias.
El 11 de septiembre marc¨® el inicio de un giro de los paradigmas conocidos. La contradicci¨®n entre sistemas dis¨ªmiles se sustituy¨® por la confrontaci¨®n entre conceptos culturales y religiosos. El miedo al comunismo se uni¨® al miedo al infierno. Mucha gente en el mundo de pronto asumi¨® su religi¨®n o los valores considerados cristianos, con la devoci¨®n de una militancia pol¨ªtica y se replante¨® la vida alrededor del pensamiento conservador de la Iglesia de Juan Pablo II o de las sectas e Iglesias evang¨¦licas, sobre todo en Latinoam¨¦rica. La salvaci¨®n individual tom¨® precedencia a la salvaci¨®n colectiva. La aspiraci¨®n de un sistema m¨¢s justo que preconizaba la izquierda entr¨® en crisis ante el fracaso escandaloso de los s¨ªmbolos del socialismo. Pienso que esto, unido al auge de la globalizaci¨®n, cre¨® un efecto de dispersi¨®n ideol¨®gica que condujo a un atrincheramiento casi tribal. La izquierda culposa se derechiz¨®, la derecha se radicaliz¨®, el mensaje de los partidos se diluy¨®. Libres de definiciones, los personajes pol¨ªticos recurrieron al populismo de discursos hechos a la medida de los miedos y los nuevos muros que, m¨¢s que ideol¨®gicos, marcan la lucha entre dos conceptos cultuales distintos: la defensa a capa y espada de la tradici¨®n y el surgimiento de formas de vida y valores nuevos identitarios.
La pol¨ªtica y los pol¨ªticos sufren ahora la soledad de profundas divisiones y del ruidoso vaiv¨¦n de esa nueva pseudodemocracia de las redes sociales. Una tecnolog¨ªa que, de ser un novedoso y revolucionario medio de comunicaci¨®n, se privatiz¨® a manos de mercaderes inescrupulosos, ha dado impulso a la idea de que una golondrina s¨ª puede hacer verano y que las frustraciones vitales individuales pueden, a golpe de tecla, convertirse en un arma de destrucci¨®n masiva.
En Centroam¨¦rica estamos viviendo la expansi¨®n del autoritarismo, la desaparici¨®n de la legalidad, la perdida de autoridad de las instituciones, y lo m¨¢s preocupante, a mi manera de ver, es que la influencia que antes ejerc¨ªan los organismos internacionales ha dejado de ser efectiva. Frente a las tiran¨ªas, como es el caso de Nicaragua, parece no haber m¨¢s recursos para los ciudadanos que la huida en masa. Medio mill¨®n de cubanos han salido de Cuba en los ¨²ltimos dos a?os y desde 2018, el 10% de la poblaci¨®n de Nicaragua se ha marchado. En vez de avanzar ideol¨®gicamente, estos sistemas se defienden reviviendo el estalinismo, sus purgas y la asfixia de la libertad de sus gobernados.
Necesitamos grandes dosis de imaginaci¨®n en este momento de la historia para convocar a cambios y nuevas formas de apuntalar y fortalecer la democracia y la renovaci¨®n de las ideas. La realidad clama por soluciones creativas para renovar el esp¨ªritu de este siglo.
No estamos peor que la generaci¨®n que vivi¨® y supo emerger de dos guerras mundiales. Como se?alaba Mart¨ªn Caparr¨®s en una entrevista refiri¨¦ndose al horror que produce contabilizar la cantidad de poblaci¨®n civil que ha muerto en Israel y Palestina desde el 7 de octubre; en la campa?a del Marne en la Primera Guerra Mundial, en apenas una semana, del 5 al 13 de septiembre de 1918, se registr¨® en total medio mill¨®n de v¨ªctimas entre muertos, heridos y desaparecidos. Cayeron 250.000 soldados franceses y 200.000 alemanes. Dec¨ªa Caparr¨®s, y cito: ¡°Puedo ser todo lo pesimista que se quiera a cort¨ªsimo plazo. Puedo ser hipercr¨ªtico, pero en el medio plazo soy optimista, vivimos cada vez mejor. Tenemos las herramientas para vivir much¨ªsimo mejor y no lo hacemos. Eso s¨ª, es nuestra culpa y nuestra verg¨¹enza. Pero es innegable que vivimos mejor que en cualquier momento de nuestra historia¡±
Es ir¨®nico: vivimos mejor, pero la guerra de Ucrania y la matanza de civiles en Gaza demuestran que nuestra capacidad de horror sigue produciendo tragedias. Nuestras herramientas para vivir mejor siguen, adem¨¢s, amenazadas por las cacer¨ªas de brujas de las fuerzas de la creciente ultraderecha. En su campa?a de miedo, quieren convencernos de que solo retrocediendo en nuestros avances, atrincher¨¢ndonos en valores conservadores, podremos proteger nuestro modo de vida. Es una falacia que demanda, adem¨¢s de logros, una narrativa que sea capaz de persuadir y convencer a las nuevas generaciones de que m¨¢s all¨¢ de los beneficios materiales hay una ¨¦tica y un objetivo humanista que trasciende el individualismo y que nos llama, en nombre del futuro, a impedir el retroceso.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.