Contra el anonimato en las redes
De manera tan informal como mec¨¢nica, en las plataformas se ahogan voces, se intimida a opinadores, se amenaza al disidente y se inhibe cualquier expresi¨®n que moleste a los troles
En asuntos de libertad de expresi¨®n siempre es mejor quitar que poner: quitar l¨ªmites y leyes anacr¨®nicas o abusivas, por muy constitucionales que sean (los sentimientos religiosos no deber¨ªan tener mayor protecci¨®n que los de los aficionados del Betis o los degustadores de cachopos: es decir, ninguna; por no hablar de las restricciones a la informaci¨®n sobre la Polic¨ªa de la ley mordaza: una polic¨ªa democr¨¢tica no deber¨ªa temer el escrutinio y la transparencia). Ante la duda, es mucho mejor pasarse de liberal que de censor, incluso asumiendo que el ejercicio de ese derecho nunca es absoluto y que hasta en las democracias m¨¢s libres habr¨¢ leyes contra las amenazas, las injurias, las difamaciones, etc¨¦tera. Pero lo deseable ser¨ªa que esos l¨ªmites fueran m¨ªnimos y muy argumentados, asumiendo el riesgo (riesgo adulto, por otra parte) de que algunas amenazas, coacciones e injurias se queden sin sanci¨®n.
En ese sentido, las redes sociales globales controladas por se?ores ultrapoderosos plantean un desaf¨ªo que no se puede despachar con los lemas simplones que constituyen el pseudodebate pol¨ªtico espa?ol. El problema de Twitter (me resisto a llamarlo X) no es que sea el ¨®rgano ideol¨®gico de su propietario, ni que fomente la difusi¨®n de fanatismos, ni siquiera que divulgue bulos y delirios. El problema de Twitter es que, con la coartada de ejercer la libertad de expresi¨®n, en realidad la cercena. Su din¨¢mica favorece mucho m¨¢s el silenciamiento que la expresi¨®n libre. De manera tan informal como mec¨¢nica, se ahogan voces, se intimida a opinadores, se amenaza al disidente y se inhibe cualquier expresi¨®n que moleste a los troles, sean espont¨¢neos o pastoreados.
En un pa¨ªs democr¨¢tico, el anonimato y el uso de seud¨®nimos no se justifica por el miedo a la represi¨®n del Estado, sino como un m¨¦todo para garantizar la impunidad del mat¨®n. No hay raz¨®n para tolerarlo en un r¨¦gimen de libertades: que digan lo que quieran, pero firmando, como hacemos el 99,9% de los que nos expresamos cotidianamente en los medios convencionales. Levantar las m¨¢scaras no atenta contra libertad de expresi¨®n alguna. Al contrario, garantiza que puedan expresarse en paz los que no tienen las espaldas tan anchas como para aguantar el acoso de los enmascarados. La libertad de expresi¨®n exige un espacio libre de turbas y de abusones. El debate en el ¨¢gora reclama un m¨ªnimo arbitraje y unas pocas garant¨ªas (constitucionales y recogidas en la declaraci¨®n de la ONU, por otro lado) de no ser molestados por expresar opiniones. Seguro que muchos bravucones no se sentir¨ªan tan bravos si tuvieran que responder con su nombre de las burradas que excretan.
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