Pedro S¨¢nchez, anormal
El escritor Antonio Orejudo analiza en este art¨ªculo la carrera pol¨ªtica del presidente del Gobierno, que califica como poco anodina
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1.
Nunca ha habido en Espa?a un pol¨ªtico tan anormal como Pedro S¨¢nchez. No lo digo porque sea guapo o porque hable ingl¨¦s con una fluidez aceptable, sino porque toda su trayectoria, desde su irrupci¨®n en la pol¨ªtica nacional hasta su ep¨ªstola a los ciudadanos, ha discurrido fuera de la norma. De hecho, cuando regresa a ella es cuando m¨¢s anormal parece. Los ling¨¹istas saben muy bien que la norma no es la ley. Dictadas por el uso y las costumbres, las normas son tan imperativas como las leyes, aunque a veces no coincidan con ellas.
2.
La llegada de Pedro S¨¢nchez a la primera l¨ªnea de la pol¨ªtica nacional no fue la del t¨ªpico tapado al estilo de Adolfo Su¨¢rez. Ni se pareci¨® en nada a la de Leopoldo Calvo Sotelo. Tampoco era un favorito como lo fue Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar o Mariano Rajoy ni un surfero encaramado a la cresta de los nuevos tiempos como Felipe Gonz¨¢lez. Tampoco fue llevado en volandas al poder por la ola de una nueva generaci¨®n de socialistas como le pas¨® a Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. Por primera vez en la historia del PSOE, a Pedro S¨¢nchez lo eligieron por votaci¨®n popular los militantes de su partido, a los que, seg¨²n cuenta la hagiograf¨ªa sanchista, se gan¨® viajando por Espa?a en un Peugeot 407. Lo normal en aquellas primarias hubiera sido que ganara el gran Eduardo Madina; pero contra todo pron¨®stico S¨¢nchez sac¨® m¨¢s votos y fue nombrado secretario general. La democracia a veces es una anormalidad.
3.
Lo normal hubiera sido que lo echaran a patadas cuando sac¨® 90 diputados en las elecciones de diciembre de 2015 o despu¨¦s, cuando obtuvo 85 en la nueva convocatoria de junio. Con las cosas de comer no se juega: Joaqu¨ªn Almunia en las elecciones de 2000 sac¨® 185 diputados y dimiti¨® en cuanto se conocieron los resultados. Pero S¨¢nchez no lo hizo: su defenestraci¨®n (casi literal, por cierto) se produjo poco despu¨¦s, cuando el partido fracas¨® en las elecciones gallegas y vascas. Pero ni siquiera entonces las cosas discurrieron con normalidad: S¨¢nchez no dimiti¨® como Almunia por el lamentable resultado, sino porque la Ejecutiva que ¨¦l mismo hab¨ªa elegido lo abandon¨® en un sainete del que nos ha quedado la imagen de una joven militante desconocida proclam¨¢ndose en la puerta de Ferraz la ¨²nica autoridad competente, como en el 23F.
4.
El resto de la historia tampoco discurre por los cauces habituales: Pedro S¨¢nchez dimite y desaparece. Ya nos gustar¨ªa que Felipe Gonz¨¢lez hubiera hecho lo mismo. Oficialmente, S¨¢nchez ha cogido otra vez su Peugeot para recorrer Espa?a y para escuchar como un patriarca b¨ªblico ¡°a los que no han sido escuchados¡±. En realidad, se ha ido del pa¨ªs. Yo recuerdo un tuit suyo de aquella escapada con un selfi en la celda donde hab¨ªa estado preso Mandela, una puntada con hilo.
5.
Reapareci¨® en una c¨¦lebre entrevista con Jordi ?vole, para despacharse a gusto contra los poderes establecidos del PSOE, que apoyaban a Susana D¨ªaz, y para denunciar al diario El Pa¨ªs, dirigido entonces por Antonio Ca?o. Esto m¨¢s que anormal result¨® paranormal. Por supuesto, no era la primera vez que PRISA y el PSOE ten¨ªan desavenencias. Todo el mundo sabe que la relaci¨®n entre Zapatero y Cebri¨¢n no fue nunca fluida. Pero era la primera vez que El Pa¨ªs llamaba en un editorial ¡°insensato sin escr¨²pulos¡± a un secretario general del PSOE. Y luego dicen de Savater.
6.
En aquella entrevista con ?vole, S¨¢nchez nos pareci¨® un hombre desesperado y dolido. Un pol¨ªtico acabado. Lo normal hubiera sido abandonar la primera l¨ªnea, como estaba previsto que hiciera desde el principio, y resignarse a que el partido eligiera a Susana D¨ªaz como secretaria general. Con el paso del tiempo, nadie se hubiera opuesto a que su figura fuera rehabilitada con uno de esos puestos de vagas competencias, pero bien retribuidos. Esto hubiera sido lo normal. Pero a S¨¢nchez la normalidad le asfixia; su medio natural es la excepci¨®n, la ruptura de la norma, ah¨ª es donde lo da todo: se present¨® a unas primarias a las que normalmente no tendr¨ªa que haberse presentado, y las gan¨® cuando lo normal hubiera sido que las hubiese perdido. Y fue proclamado secretario general por segunda vez.
7.
Un hombre con esta trayectoria no pod¨ªa llegar a la presidencia del Gobierno a trav¨¦s de unas elecciones generales, eso habr¨ªa sido un procedimiento demasiado normal y previsible. Para alguien como ¨¦l, era mucho m¨¢s adecuado recurrir a una v¨ªa excepcional y tortuosa como la moci¨®n de censura, un recurso contemplado en la Constituci¨®n que se hab¨ªa presentado varias veces a lo largo de la etapa democr¨¢tica, pero que nunca nadie hab¨ªa conseguido sacar adelante. Lo normal por tanto era perderla, pero ¨¦l obviamente la gan¨®.
8.
En este inventario de anormalidades no voy a incluir, como hacen sus adversarios pol¨ªticos, sus c¨¦lebres cambios de opini¨®n o sus llamados pactos contra natura. Los cambios son habituales en la trayectoria de cualquier pol¨ªtico, y los pactos forman parte de su trabajo.
9.
Los cambios de opini¨®n. Los cambios de opini¨®n no tienen nada de anormal ni relaci¨®n alguna con las virtudes morales. Como dec¨ªa S¨¢nchez Ferlosio, la coherencia tiene la misma utilidad que la rima. Que un pol¨ªtico diga digo donde dijo Diego hace mucho tiempo que dej¨® de ser noticia. Y en Espa?a, menos todav¨ªa. Aqu¨ª el Jesse Owens de los cambios de opini¨®n es Felipe Gonz¨¢lez, cuyo salto hacia delante en aquel asunto de la OTAN es un r¨¦cord que lleva imbatido cerca de cuarenta a?os. S¨®lo un superdotado como Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, capaz de decir sin inmutarse MOVIMIENTO VASCO DE LIBERACI?N, podr¨ªa igualar los 8 metros y pico de aquella prodigiosa acrobacia pol¨ªtica. Al lado de algo as¨ª, decir que no te f¨ªas de Pablo Iglesias y luego pactar con ¨¦l, m¨¢s que una traici¨®n a los electores se me antoja un episodio de ingenuidad conmovedora. Algo as¨ª como jurar con los dedos cruzados a la espalda. Hiperventilar en este tema tiene mucho de sobreactuaci¨®n y esconde en realidad la repugnancia que muchos socialdem¨®cratas de la vieja escuela siguen sintiendo por los comunistas.
10.
Junio de 1999. Felipe Gonz¨¢lez, que est¨¢ molesto con las cr¨ªticas de Julio Anguita (entonces l¨ªder de Izquierda Unida) a los bombardeos ordenados por Javier Solana (entonces secretario general de la OTAN) sobre la antigua Yugoslavia, dice que Julio Anguita y Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar son ¡°la misma mierda¡±. Cuando tras las elecciones de 2020 Pedro S¨¢nchez forma un Gobierno de coalici¨®n con el comunista de Pablo Iglesias est¨¢ desvi¨¢ndose de una norma dictada por Felipe Gonz¨¢lez y rompiendo un tab¨² muy arraigado en el partido desde que, forzado por el propio Gonz¨¢lez, el PSOE renunciara al marxismo en 1979. Es posible que este desv¨ªo de la ortodoxia le haya granjeado a Pedro S¨¢nchez m¨¢s odio en sus propias filas que en las filas de la derecha.
11.
Nota a pie de p¨¢gina: discutir sobre su cambio de criterio en el asunto de la amnist¨ªa a los encausados por el proc¨¦s es una trampa dial¨¦ctica que escamotea el verdadero tema de discusi¨®n: la conveniencia pol¨ªtica del perd¨®n.
12.
Los pactos contra natura. Por definici¨®n, un pacto es siempre contra natura. Si fuera a favor de la natura, no ser¨ªa necesario negociar ni encontrar puntos de acuerdo con el otro porque la coincidencia entre los pactantes ser¨ªa total. La heterogeneidad ideol¨®gica de los llamados ¡°socios de investidura¡± oblig¨® a S¨¢nchez a hacer unos equilibrios que muchos consideran anormales, pero eso es lo m¨¢s normal del mundo. Da un poco de verg¨¹enza recordar que en una democracia parlamentaria, donde al presidente del Gobierno no lo eligen directamente los ciudadanos sino el Congreso de los Diputados, lo normal es que los partidos con representaci¨®n parlamentaria (que por definici¨®n y afortunadamente tienen ideolog¨ªas diferentes) alcancen acuerdos para elegir presidente del Gobierno primero y aprobar leyes despu¨¦s. Si nuestro sistema pol¨ªtico est¨¢ dise?ado para que funcione as¨ª, y si a nuestros diputados se les paga (con generosidad, dietas y con un iPad) para que hagan precisamente este trabajo, ?qu¨¦ hay de anormal en intentarlo? ?No tendr¨ªamos que felicitarnos precisamente porque el sistema funciona con normalidad? El llamado Gobierno Frankenstein podr¨¢ gustar m¨¢s o menos, pero es pura normalidad democr¨¢tica, es la esencia del parlamentarismo.
13.
De todas las anormalidades que han jalonado estos diez a?os de trayectoria pol¨ªtica nacional, hay una especialmente desconcertante incluso para los m¨¢s fieles a Pedro S¨¢nchez: la famosa carta. Deteng¨¢monos en ella.
14.
Llegar a la Secretar¨ªa General en dos ocasiones por voluntad directa de los militantes y no por imposici¨®n de los poderes establecidos en el partido es algo que no gusta, pero que llegado el caso se puede aceptar. Incluso pactar con la mierda comunista podr¨ªa admitirse en circunstancias extremas con el viejo argumento de que es mejor tener al indio Pablo Iglesias meando de dentro hacia afuera que de fuera hacia dentro. Ahora bien, escribir una carta a los ciudadanos y confesar que es un hombre enamorado de su mujer y afectado por los ataques contra ella hasta el punto de tener que retirarse unos d¨ªas para reflexionar sobre su continuidad es una anormalidad intolerable para quienes piensan que la norma de comportamiento presidencial ha de seguir el consejo del dictador paname?o Omar Torrijos, tan caro a Felipe Gonz¨¢lez: ¡°No te aflijas jam¨¢s. Si te afliges, te aflojan. Que no te vean d¨¦bil, no dudes, no tiembles. En cuanto te noten el miedo, est¨¢s perdido¡±.
15.
En sus or¨ªgenes cl¨¢sicos, la ep¨ªstola fue un g¨¦nero muy utilizado por S¨¦neca y Cicer¨®n y luego por los cuatro evangelistas para dirigirse a su gente. De ah¨ª la tomaron los humanistas italianos, que la convirtieron junto al di¨¢logo en su forma literaria predilecta. Les gustaba la cercan¨ªa que daba la carta. Al principio era un g¨¦nero literario asociado a lo masculino. Pero poco a poco las cartas se fueron feminizando, precisamente porque invitaban a la confidencia y a la intimidad.
16.
Las dos primeras fotos que circularon de Pedro S¨¢nchez al poco de ganar la moci¨®n de censura fueron las siguientes: una a bordo del avi¨®n presidencial, con los ojos velados por unas Ray-Ban Aviator, consultando un informe al lado de Jos¨¦ Manuel Albares (futuro ministro de Exteriores), que por contraste multiplicaba la belleza masculina de S¨¢nchez. En la otra foto, aparec¨ªa en ropa de deporte, acababa de correr, y pod¨ªan olerse sus endorfinas. Todo parec¨ªa indicar que La Moncloa apostaba por construir un personaje normativo de masculinidad cl¨¢sica. Habr¨ªa sido un error seguir por ah¨ª. De hecho, esa pol¨ªtica de comunicaci¨®n qued¨® rectificada tiempo despu¨¦s con una decisi¨®n producto de un fino olfato: someterse a una entrevista en el p¨®dcast La Pija y la Quinqui, que hasta ese momento hab¨ªa sido un canal de comunicaci¨®n indetectable para los radares boomers, pero extremadamente popular entre un segmento del electorado que estaba por conquistar: la Generaci¨®n Z. La nueva masculinidad que mostr¨® en este p¨®dcast fue muy diferente a la masculinidad normativa que se adivinaba en aquellas primeras fotos.
17.
La Generaci¨®n Z tiene una relaci¨®n conflictiva con los boomers, es decir, con sus padres, es decir con la generaci¨®n que est¨¢ accediendo al poder con Pedro S¨¢nchez. Conecta bien con ella, pero al mismo tiempo la considera culpable de su precariedad laboral y de sus dificultades para alquilar vivienda. Justa o injustamente, asocia a los boomers con el binarismo, la tecnofobia, el uso indiscriminado del emoji que se r¨ªe con l¨¢grimas en los ojos y con la masculinidad heteroc¨ªs y un poco t¨®xica.
18.
La Generaci¨®n Z es un caladero de votos.
19.
Los estudiantes que se matriculan en la asignatura Creaci¨®n Literaria, que imparto en la universidad, pertenecen a la Generaci¨®n Z. Conocen a la Pija y a la Quinqui. Ninguno lee Babelia. Un d¨ªa analizamos en clase la carta de Pedro S¨¢nchez a la ciudadan¨ªa. El examen detenido puso de manifiesto que no est¨¢ muy bien escrita. Esta constataci¨®n no les produjo rechazo, sino una cierta adhesi¨®n emocional. Hace tiempo que la correcci¨®n gramatical provoca desconfianza entre los electores. Los pol¨ªticos que peor hablan son percibidos como los m¨¢s sinceros. Muchos boomers sintieron incomodidad, rechazo o directamente verg¨¹enza ajena cuando el presidente del Gobierno us¨® la cercan¨ªa femenina que da la carta y no la fr¨ªa masculinidad del comunicado, para confesar sus emociones. Para muchos socialdem¨®cratas, esta nueva masculinidad es anormal y mucho m¨¢s dif¨ªcil de aceptar que un pacto con los comunistas. Para mis estudiantes, en cambio, el gesto de Pedro S¨¢nchez es tan normal que ni siquiera repararon mucho en ¨¦l. Para ellos es aceptable, e incluso positivo, lo que para muchos boomers ha sido motivo de burla: que el var¨®n que preside el Gobierno revele sin pudor sus sentimientos y (atenci¨®n, sintagma clave) el estado de su salud mental.
20.
La carta de Pedro S¨¢nchez a la ciudadan¨ªa no iba dirigida a los boomers, que tanto tiempo emplearon en comentarla, sino a una nueva sensibilidad con derecho a voto. Lo que los viejos consideran anormal ¡ªsiempre sucede eso en la dial¨¦ctica de las generaciones¡ª es la nueva normalidad. Alguien le dir¨¢ que tiene m¨¢s olfato que sinceridad. Normal.
*Antonio Orejudo es escritor. Entre sus ¨²ltimas novelas publicadas est¨¢n ¡®Los cinco y yo¡¯ y ¡®Grandes ¨¦xitos¡¯, ambas en Tusquets.
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