El efecto de Elon Musk en la Amazonia
El pulso entre el multimillonario y la justicia brasile?a amenaza con silenciar la mayor selva tropical del planeta
El 30 de agosto, un magistrado del Supremo Tribunal Federal de Brasil orden¨® suspender X, el antiguo Twitter convertido en el para¨ªso del odio de Elon Musk, por incumplir la Constituci¨®n. El lunes, la sala del Tribunal a la que le toc¨® juzgarla confirm¨® la decisi¨®n por unanimidad. Por descontado, el multimillonario presenta el caso como un ¨¦pico duelo personal entre ¨¦l, el h¨¦roe, y el magistrado Alexandre de Moraes, a quien llama Voldemort, el villano de la serie Harry Potter. Dotado de una sobredosis de personalismo, el juez responsable de la decisi¨®n poco ayuda a que el debate vuelva a lo que realmente es: el cumplimiento de la legislaci¨®n brasile?a por determinaci¨®n de un funcionario cuyo nombre no deber¨ªa importar. Necesitada de audiencia, gran parte de la prensa se ha embarcado en este est¨²pido juego de ni?os mimados. Mientras tanto, en la selva amaz¨®nica, sobre miles de personas que dependen de internet para comunicarse, a menudo para sobrevivir, se cierne la amenaza de quedar silenciadas.
Al castigar a X, el juez tambi¨¦n orden¨® el bloqueo de las cuentas del servicio de internet por sat¨¦lite Starlink, otra empresa en la que Musk es el socio principal, para garantizar el pago de las multas impuestas a la red social por incumplir una orden judicial. Starlink, como todo en lo que mete mano Musk, lleg¨® a Brasil con el sello de la extrema derecha, anunciada en 2022 en una reuni¨®n entre el multimillonario y el extremista Jair Bolsonaro. La justificaci¨®n de Musk en aquel momento era llevar conexi¨®n a 19.000 escuelas ubicadas en zonas remotas, algo de lo que nunca m¨¢s se oy¨® hablar.
Al a?o siguiente, con Lula da Silva en el poder, Starlink ya dominaba la Amazonia. Ninguna otra tecnolog¨ªa hab¨ªa sido capaz de llegar con tan buenos resultados a las regiones m¨¢s alejadas de las ciudades y las antenas r¨¢pidamente pasaron a formar parte del paisaje de las aldeas ind¨ªgenas, las casas de comunidades tradicionales, los quilombos (territorios de descendientes de esclavos rebelados) y los barcos que surcan los r¨ªos. Con una velocidad a¨²n mayor, tambi¨¦n conect¨® a mineros ilegales, deforestadores y bandas del crimen organizado que se adentran cada vez m¨¢s en la selva. Como en cualquier contexto, internet sirve para todos los fines y corresponde a los gobiernos y parlamentos regularlo.
Disponer de una conexi¨®n de buena calidad ha modificado comportamientos y ha alterado h¨¢bitos de poblaciones que no estaban preparadas para un cambio de esta magnitud, una responsabilidad que no puede atribuirse (totalmente) a Musk. Pero tambi¨¦n ha permitido que los territorios amenazados por invasores puedan vigilarse mejor, que los defensores de la selva y otros biomas logren denunciar las amenazas, que los sanitarios puedan llamarse a tiempo para salvar personas.
De repente, el 30 de agosto, la conexi¨®n se vio amenazada. Como a la selva se la escucha poco y las decisiones se toman en Brasilia, este impacto en la vida de las 215.000 personas que tienen acceso a Starlink en Brasil se trata como un posible efecto colateral.
En la Amazonia, la lucha no se libra con varitas m¨¢gicas, como en el pat¨¦tico meme que circula por internet y que reproduce la escena de la batalla final de la pel¨ªcula Harry Potter y las reliquias de la muerte, ahora entre ¡°Elon Potter¡± y ¡°Alexandre Voldemort¡±. En la selva, la sangre es real, las muertes tambi¨¦n. Hay que romper con este infantilismo insoportable de h¨¦roes y villanos y afrontar la complejidad de las decisiones.
Si en alg¨²n momento se suspenden los servicios de Starlink, adem¨¢s del bloqueo de las cuentas, entonces Elon Musk y todos los mandamases de esa empresa tendr¨¢n que responder por los impactos de silenciar la Amazonia. Es una oportunidad para pensar en la conexi¨®n a internet como lo que es: una pol¨ªtica p¨²blica que no puede ser reh¨¦n de un individuo. Ahora mismo, en la mayor selva tropical del planeta, somos rehenes de la Starlink de Elon Musk. C¨®mo ha permitido el Estado que esto ocurra es la cuesti¨®n m¨¢s urgente que hay que abordar.
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