El debate | ?Debe adaptarse la escuela a los horarios laborales?
Las dificultades para la conciliaci¨®n en Espa?a van m¨¢s all¨¢ de la agenda escolar, pero quedan especialmente en evidencia en las familias que se ven condicionadas por las jornadas lectivas y por las vacaciones de sus hijos
Con el fin de las vacaciones de verano y el inicio del curso escolar vuelven a emerger los problemas de la conciliaci¨®n entre trabajo y familia, especialmente en los hogares con hijos. Adem¨¢s, la tendencia a compactar las jornadas en las escuelas presentan el desaf¨ªo de completar las horas libres con actividades extraescolares, algo que no todos se pueden permitir.
Sandra Obiol Franc¨¦s, profesora del Departamento de Sociolog¨ªa y Antropolog¨ªa Social de la Universitat de Val¨¨ncia, considera que la educaci¨®n en las escuelas va m¨¢s all¨¢ de las horas lectivas. Para Alonso Guti¨¦rrez Morillo, secretario de Pol¨ªtica Educativa e Infancia de la Federaci¨®n Estatal de Ense?anza de Comisiones Obreras (FECCOO), la racionalizaci¨®n de los horarios en Espa?a no puede recaer sobre la escuela.
Una jornada compactada aumenta la desigualdad
Sandra Obiol Franc¨¦s
Llega septiembre y con ello el anhelado inicio del curso escolar. Aunque la escuela no tiene como objetivo proporcionar tiempo para el trabajo remunerado, es innegable que en la realidad de miles de familias supone dejar de dedicar enormes cantidades de dinero al cuidado de los hijos, de pedir favores, sobre todo a la familia, para poder trabajar un rato m¨¢s o simplemente poner orden al horario familiar.
Los tiempos de cuidados y los de nuestros empleos son dif¨ªcilmente conciliables, especialmente porque el trabajo remunerado apenas presta atenci¨®n a las necesidades de cuidado. Y si lo hace, lo hace poco y siempre a cambio de algo (menor sueldo o menores opciones de promoci¨®n). Esta dificultad se acrecienta en determinados momentos de nuestro ciclo vital o laboral: llega un beb¨¦ a casa, alguien enferma o el trabajo nos reclama largas jornadas, por ejemplo. Hay empleos donde la posibilidad de dedicar tiempo a los cuidados es casi imposible porque se trabaja los fines de semana, o de noche, o siempre, ya que el horario est¨¢ sometido a las necesidades de los clientes. No ayuda tampoco a esta conciliaci¨®n tener un sueldo escaso, no contar con servicios de cuidado de calidad en el lugar de residencia o carecer de una red de apoyo familiar. En esta relaci¨®n tan mal avenida, y en familias con ni?os, la escuela juega un papel tan fundamental como ambivalente: ofrece alivio en una agenda familiar generalmente abarrotada, pero al mismo tiempo se niega a jugar este papel ¡ªy con ello a jugarlo bien ¡ª y demoniza a todo aquel que se atreva a reclamarlo.
Desde los a?os noventa las escuelas espa?olas, sobre todo en la red p¨²blica, viven un proceso que parece imparable de compactaci¨®n de su jornada lectiva en las horas de la ma?ana, generalmente de 9 a 14 horas. Son diversas las motivaciones de esta transformaci¨®n, pero sobresale la demanda de que la escuela ocupe poco espacio en el d¨ªa a d¨ªa de ni?as y ni?os, liberando tiempo para pasarlo en familia o dedicarlo a otras actividades formativas y de ocio. Se ha defendido la oportunidad de que los tiempos escolares sirvan de locomotora para conseguir un cambio general de unos horarios que generan altas dosis de malestar. Han pasado ya cerca de 30 a?os, y visto c¨®mo evoluciona el mercado de trabajo, creo que deber¨ªamos empezar a cuestionar esta capacidad de arrastre.
Con la jornada continua el tiempo que se pasa en la escuela junto a los compa?eros y maestros se ha circunscrito a las horas lectivas, es decir, que se limita el tiempo de convivencia entre iguales en edad, pero diversos en sus or¨ªgenes y circunstancias vitales. Compartir el tiempo del comedor o el tiempo de juego en las salidas de la escuela es un recurso de aprendizaje fundamental que estamos perdiendo. Por otro lado, se ha facilitado que en el tiempo de la tarde cada familia decida, seg¨²n sus recursos econ¨®micos y culturales, qu¨¦ actividades se realizan, aumentando la distancia entre los ni?os y ni?as. Porque es evidente que hay grandes diferencias en la posibilidad de acceso a unas u otras actividades extraescolares, seg¨²n la clase social pero tambi¨¦n seg¨²n el lugar donde se viva y los servicios que ese lugar ofrezca. Ser¨¢ tambi¨¦n significativo, obviamente, el diferente impacto que tengan estas actividades en la formaci¨®n, presente y futura, de las ni?as y ni?os reproduciendo la desigualdad que la escuela podr¨ªa ayudar a disminuir. Una desigualdad que se acrecienta si tenemos en cuenta que esta jornada escolar se concentra en la escuela p¨²blica, mientras que la mayor¨ªa de las escuelas de titularidad privada optan por un horario partido.
Todo indica que compactar el tiempo escolar de manera aislada genera m¨¢s problemas que beneficios. Limitar el tiempo de convivencia de ni?as y ni?os sin ofrecer una mayor, m¨¢s extensa e inclusiva oferta de actividades extraescolares empuja a las familias a buscar soluciones educativas y de conciliaci¨®n individuales, con lo que se agranda la desigualdad social existente. En definitiva, negarse a prestar atenci¨®n a la importancia de los tiempos escolares como recurso para las familias ante el complicado encaje de los tiempos de cuidados y los laborales es un error tan grande, como confiar que la simple modificaci¨®n de la jornada escolar mejorar¨¢ este encaje.
La escuela no puede asumir la custodia de la infancia
Alonso Guti¨¦rrez Morillo
La educaci¨®n de nuestra infancia y juventud se entronca en un andamiaje que, se sostiene en tres pilares fundamentales: la sociedad, la familia y la escuela, y como ocurre en cualquier estructura, estos pilares sufren tensiones en sus interacciones, se retroalimentan y equilibran.
La conciliaci¨®n laboral y familiar en Espa?a es un problema social que ha sido ampliamente estudiado. En el a?o 2021, ARHOE-Comisi¨®n Nacional para la Racionalizaci¨®n de los Horarios Espa?oles plante¨® a las familias una significativa pregunta: ?Cu¨¢nto tiempo tienes para tus hijos/as? En sus conclusiones, entre otras muchas cuestiones, se se?alaba que la no adecuaci¨®n de los horarios laborales y escolares era uno de los principales obst¨¢culos para la conciliaci¨®n, y se ped¨ªa flexibilidad en los horarios laborales y su adecuaci¨®n con los horarios escolares.
Puede entenderse que, la relaci¨®n entre los horarios laborales y los procesos educativos es sin duda problem¨¢tica. Pero debemos partir de una premisa b¨¢sica: no se puede pedir a la escuela que sea la soluci¨®n a un problema social que, va mucho m¨¢s all¨¢ de lo que como instituci¨®n son sus funciones.
La escuela no puede asumir un car¨¢cter de ¡°custodia¡± de la infancia y la juventud. La escuela tiene que responder a los retos educativos que plantea una sociedad tan compleja como la del siglo XXI, pero no se le puede exigir que sea la soluci¨®n del problema social que significa la estructura de nuestros horarios laborales: poco flexibles, partidos, parciales, en muchos casos interminables y poco alineados con la conciliaci¨®n. M¨¢s cuando la propia escuela como instituci¨®n social, con todas sus complejidades, se encuentra sumida en un tit¨¢nico proceso de transformaci¨®n, para dar respuesta educativa a los retos que plantea un modelo social en el que prima la incertidumbre y la inmediatez, transitando desde un enfoque academicista cl¨¢sico anclado en las asignaturas y los contenidos, hacia un enfoque competencial alineado con los complejos procesos de gesti¨®n del conocimiento.
Baste como ejemplo de lo dicho, con todas las limitaciones que este formato impone, la relaci¨®n que parece observarse entre la estructura de los horarios laborales de algunas comunidades aut¨®nomas, en las que significativamente est¨¢n presentes sectores productivos como la hosteler¨ªa y el turismo (ejemplos de los modelos de horarios descritos), y los resultados educativos de su alumnado, tomando como referencia dos indicadores educativos b¨¢sicos, que afectan especialmente al alumnado m¨¢s vulnerable: la repetici¨®n de curso y el abandono educativo temprano.
En cuanto a la repetici¨®n de curso, seg¨²n PISA 2022, el porcentaje de alumnado de 15 a?os que hab¨ªa repetido al menos una vez es del 21,7% para Espa?a (12,8 puntos m¨¢s que la media de la OCDE, que ya es un problema). Por encima de esta media se encuentran comunidades aut¨®nomas en las que los sectores productivos se?alados tienen un peso importante: Andaluc¨ªa (27,8%), Murcia (26,3%), Illes Balears (25,2%), o Comunidad Valenciana (23,9%).
En relaci¨®n con el abandono educativo temprano, la media del conjunto del Estado para 2022 (INE), fue del 13,9%. En Andaluc¨ªa, el 15,3%; en Murcia, el 18,7%; en Illes Balears, el 18,2%, y en la Comunidad Valenciana, el 15,7%. Sin embargo, Canarias (24% de repetici¨®n de curso y 11,7% de abandono educativo) y Catalu?a (7,4% de repetici¨®n y 16,9% de abandono) muestran la complejidad del an¨¢lisis de estos datos.
Todo ello ejemplifica c¨®mo unos modelos productivos, que llevan aparejados unos horarios laborales poco amables con la conciliaci¨®n, tienen su incidencia en los resultados educativos de nuestro alumnado. Y es aqu¨ª donde debemos situar el debate: los horarios laborales deben avanzar hacia una mayor conciliaci¨®n que permita a las familias, en complicidad con la escuela y con la sociedad en su conjunto, participar de una manera m¨¢s activa en la educaci¨®n de nuestra infancia y juventud. Pero este es un reto que debemos afrontar y solucionar como sociedad, y no pedirle a la escuela que sea la respuesta a un problema que le trasciende.
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