El mar ha vuelto a casa
De pronto una ma?ana me incorpor¨¦ en la cama y vi que las olas volv¨ªan a batir la escollera
Cuando comenc¨¦ a vivir en la casa de Denia, hacia el final de los a?os 60 del siglo pasado, ve¨ªa el mar desde la cama. Ve¨ªa salir y regresar a puerto las barcas de pesca y el oleaje golpeando la escollera los d¨ªas de temporal. La casa ten¨ªa alrededor campos de almendros, de naranjos y vi?edos. Cerca hab¨ªa una granja adonde los ni?os iban a comprar huevos y leche con una cesta como la de Caperucita; desde una residencia de evangelistas situada en la falda del Montg¨® cada ma?ana me despertaban los acordes de un ¨®rgano y los c¨¢nticos de un coro juvenil que se expand¨ªan por la extraordinaria sonoridad del valle. El jard¨ªn estaba cercado por una hilera de palmeras reci¨¦n plantadas que fueron creciendo a medida que el desarrollo y la especulaci¨®n comenzaron a llenar de cemento todo el paisaje. Las palmeras ganaron altura hasta que al cabo de los a?os las palmas taparon la visi¨®n del mar. Las nuevas urbanizaciones terminaron por invadir todo el territorio y el horizonte azul que se ve¨ªa desde la cama se convirti¨® en una enso?aci¨®n. Ha pasado m¨¢s de medio siglo de todo eso hasta que la lucha entre la vida y la muerte ha terminado por producir una vez m¨¢s el milagro. Debido a una plaga llegada precisamente de Egipto, la del picudo rojo, algunas palmeras han muerto y ha habido que serrarlas por el tronco. De pronto una ma?ana me incorpor¨¦ en la cama y vi que las olas volv¨ªan a batir la escollera. El mar hab¨ªa regresado a casa. Si al olmo viejo, podrido y hendido por el rayo del poema de Machado le hab¨ªan brotado algunas hojas verdes y el poeta esperaba para si un milagro semejante de la primavera, en este caso las palmeras muertas han devuelto al jard¨ªn la visi¨®n de aquel horizonte azul de los veranos de mi juventud y la memoria de un aire incontaminado que me tra¨ªa hasta la cama los acordes de un ¨®rgano unidos con el sonido de las barcas de pesca que sal¨ªan a faenar. Por encima de la muerte agarrada a los troncos podridos de las palmeras veo ahora cruzar los veleros.
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