No tenemos nada
Los lectores escriben sobre el acceso de los j¨®venes a la vivienda, los bulos sobre la inmigraci¨®n, y el acoso escolar, y una lectora rinde homenaje a su padre, reci¨¦n fallecido, fiel lector de EL PA?S
Un colch¨®n en mitad del sal¨®n de la casa de unos amigos. Nuestro hobby es desplazarnos por las aplicaciones buscando pisos. Tenemos nuestra ropa repartida, muchas ganas de hacer el amor. Estamos en guerra por 40 metros cuadrados y una cama donde no salte el aceite si cocinamos. Nuestro cuerpo es la ¨²nica habitaci¨®n que tenemos. Lloro en sus pantalones de pijama azules. Llor¨¦ cuando Carmen, una de tantas caseras, nos rechaz¨® mientras me miraban nuestros tesoros almacenados en bolsas de s¨²per. Pens¨¦ que no ¨¦ramos lo suficientemente v¨¢lidas para Carmen. Esa ma?ana, Paloma y yo volvimos a enamorarnos. Y aunque he olvidado d¨®nde dej¨¦ aquel vestido que me gustaba, aunque tuve que abandonar en la calle aquel tocador tan bonito, veo la cara de Paloma y me imagino una estanter¨ªa que sobrepasa el techo. Somos j¨®venes, pero todas nos merecemos una habitaci¨®n propia, ?verdad, Virginia? Y si no es mucho pedir, con ventana.
Nadia Risue?o. Madrid
De migrantes
Los migrantes, cual caminantes blancos, siembran a su paso todo tipo de calamidades. Mientras en unos pa¨ªses se comen la primera mascota que se pone a tiro de sus fam¨¦licas fauces, en otros devoran el presupuesto de los servicios sociales cual pira?as amaz¨®nicas, dejando a las criaturas aut¨®ctonas sin pa?ales, sin potitos y sin libros de texto en los que aprender a decir ¡°menas, caca¡±. ?Denigrante! Y a¨²n hay m¨¢s. Llegan a nuestras costas en lujosas embarcaciones con la ¨²ltima tecnolog¨ªa y simulan agotamiento, deshidrataci¨®n y mil males para hacerse con una mantita de la Cruz Roja. ?Qu¨¦ desfachatez! Si no paramos este aluvi¨®n de millonarios disfrazados de indigentes, acabar¨¢n por convencernos de que la Tierra es redonda, y de ah¨ª a la desaparici¨®n de la civilizaci¨®n occidental solo hay un peque?¨ªsimo paso. El que avisa¡
F. Javier Santos. Porto do Son (La Coru?a)
Carta a mi padre
No concibo una manera mejor de despedir a mi padre que a trav¨¦s de una carta a la directora de EL PA?S. Mi padre era un hombre ¨ªntimamente ligado a la lectura de su peri¨®dico. Todo el que le conoc¨ªa lo asociaba a este diario. Lo doblaba y desdoblaba con mimo tantas veces como el contenido requer¨ªa. De este binomio nace el inter¨¦s de sus hijos por la cultura y el pensamiento cr¨ªtico, y su s¨®lida necesidad de saber estar en el mundo. Su demencia no le impidi¨® seguir recibiendo el peri¨®dico en la residencia donde le atend¨ªan y cuidaban. No pudimos, ni quisimos, separar a mi padre de su ap¨¦ndice intelectual, de su amarre a la vida, de su escudo social. Falleci¨® un s¨¢bado. Ese d¨ªa, tambi¨¦n recibi¨® la prensa.
Marta Dom¨¦nech Guill. Legan¨¦s (Madrid)
Cambiar el foco
Empieza un curso m¨¢s en el que tenemos que recordar que el acoso escolar no existe debido a caracter¨ªsticas f¨ªsicas, psicol¨®gicas o familiares. El acoso escolar existe ¨²nica y exclusivamente porque existen acosadores y c¨®mplices. Acosadores educados en la permisividad de actitudes violentas y en competir. C¨®mplices educados en mirar hacia otro lado y en el ¡°que no me toque a m¨ª¡±.
Daniel Soto L¨®pez. Madrid
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