El debate | ?La soluci¨®n para el conflicto entre israel¨ªes y palestinos es que haya dos Estados o uno?
El consenso internacional se inclina por el reconocimiento de Palestina e Israel como independientes, pero hay voces que consideran que la irreversible ocupaci¨®n de Cisjordania hace inviable esa salida y proponen una v¨ªa com¨²n no nacionalista
El Estado de Israel naci¨® a partir de una resoluci¨®n de Naciones Unidas por la que se acordaba la partici¨®n del territorio palestino en dos Estados. El conflicto entre ¨¢rabes e israel¨ªes que surgi¨® entonces en Oriente Pr¨®ximo llega hasta nuestros d¨ªas. El consenso internacional se inclina por volver a la soluci¨®n del reconocimiento de Palestina e Israel como independientes. Sin embargo, cada vez hay m¨¢s voces que creen que este conflicto se resolver¨¢ cuando se establezca un ¨²nico Estado en el que convivan ambas poblaciones.
Sobre este asunto escriben Luz G¨®mez, catedr¨¢tica de Estudios ?rabes e Isl¨¢micos de la Universidad Aut¨®noma de Madrid, que apuesta por un solo Estado en el que convivan israel¨ªes y palestinos, y Diego L¨®pez Garrido, director de la Fundaci¨®n Alternativas y Catedr¨¢tico em¨¦rito de Derecho Constitucional de la Universidad de Castilla-La Mancha, que considera que la soluci¨®n debe pasar por los dos Estados.
Un pa¨ªs del r¨ªo al mar; para todos
Luz G¨®mez
Hay formulaciones ling¨¹¨ªsticas que son tab¨² en Israel. Una es ¡°Nakba¡±, ¡°la cat¨¢strofe¡± en ¨¢rabe, cuyo uso oficial el Gobierno proh¨ªbe. Otra es ¡°un Estado democr¨¢tico para todos¡±, palestinos e israel¨ªes, del r¨ªo al mar, esto es, la unificaci¨®n de los territorios que van del Jord¨¢n al Mediterr¨¢neo en una entidad estatal que reconozca a sus miembros plena ciudadan¨ªa. El primer ministro israel¨ª, Benjam¨ªn Netanyahu, ha blandido en la Asamblea General de Naciones Unidas, por segundo a?o consecutivo, unos mapas con un Israel, su Israel, del r¨ªo al mar. Nada m¨¢s lejos de la soluci¨®n justa y democr¨¢tica. Un solo Estado, s¨ª. Basado en un genocidio, no.
En el ¨²ltimo siglo, la Palestina hist¨®rica ha conocido singulares planes de ingenier¨ªa pol¨ªtica: un Estado, dos Estados y hasta una confederaci¨®n de Estados han sido objeto de especulaci¨®n.
De los dos Estados se ha hablado mucho desde que en 1947 Naciones Unidas aprobara el plan de partici¨®n de Palestina. Los Acuerdos de Oslo (1993) rescataron la f¨®rmula, de nuevo sin contar con la realidad sobre el terreno, un terreno que conoc¨ªan bien Isaac Rabin y Yasir Arafat, los firmantes, que realizaron un ejercicio de voluntarismo est¨¦ril. La exacerbaci¨®n del expansionismo de Israel ha demostrado la inviabilidad de un Estado palestino soberano. En cuanto al mantra de una confederaci¨®n jordano-palestina, que acabar¨ªa entendi¨¦ndose con Israel en un Benelux de ensue?o, sale a relucir en los mentideros del sionismo liberal cada vez que este se siente obligado a dar una repuesta inclusiva.
Queda la v¨ªa del Estado ¨²nico, que admite tres variables. Si descartamos, por insostenible a largo plazo, la actual situaci¨®n de facto, consistente en un solo Estado jud¨ªo cuyas leyes fundamentales suponen un sistema de apartheid que discrimina a los no jud¨ªos de los territorios que controla, restan otras dos versiones. Ambas levantan ampollas en los poderes f¨¢cticos israel¨ªes y palestinos. Pero no son lo mismo.
Por un lado, estar¨ªa un Estado binacional en el que convivan con igual ciudadan¨ªa, pero con diferentes adscripciones jurisdiccionales, jud¨ªos y palestinos. Fue el sue?o orientalista de Martin Buber, Judah Magnes o Hannah Arendt, fil¨®sofos jud¨ªos que en los a?os treinta y cuarenta trataron de calmar con el mito del progreso su mala conciencia por la usurpaci¨®n de la tierra palestina y la subordinaci¨®n de sus moradores al proyecto colonial sionista. El Estado binacional volvi¨® a cobrar actualidad ante el fracaso de Oslo y la represi¨®n de la Segunda Intifada (2000-2005). Sopes¨® la idea Edward Said, que pidi¨® considerar sin tapujos la realidad de la ocupaci¨®n de Cisjordania y Gaza. Y esta realidad era y es una geograf¨ªa f¨ªsica, humana y econ¨®mica tan imbricada que hace imposible la fijaci¨®n de dos entidades estatales si no es con traslados masivos forzosos de poblaci¨®n.
Existe, por ¨²ltimo, otro proyecto, el ¨²nico justo. Si fue posible en Sud¨¢frica ?por qu¨¦ no en Palestina/Israel? Se trata de un ¨²nico Estado democr¨¢tico, que se fundamente en los ciudadanos y no en la naci¨®n, lo cual equivale a decir un Estado anacional, del r¨ªo al mar para todos.
Pasar de la idea binacional a la anacional en Palestina/Israel implica abrir una v¨ªa superadora del nacionalismo que desgarr¨® la historia del siglo XX. Palestina ha sido hist¨®ricamente una tierra multicultural, multi¨¦tnica y multirreligiosa. La idea y la pr¨¢ctica de la soberan¨ªa del individuo, y no de una nacionalidad ¨¦tnica o religiosa, ser¨ªa el punto de partida para redactar una constituci¨®n democr¨¢tica y laica, con iguales derechos y responsabilidades para todos los ciudadanos. Las renuncias al estatuto especial de un pueblo a expensas del otro tambi¨¦n ser¨ªan mutuas. Palestinos e israel¨ªes habr¨ªan de reconocerse mutuamente, iguales en historia, derechos y sufrimiento.
Por eso es fundamental que Israel reconozca la Nakba, su responsabilidad en la desposesi¨®n sist¨¦mica del pueblo palestino, y que ofrezca reparaci¨®n. Solo cuando la Nakba cese, cuando se convierta en historia, otro tiempo ser¨¢ posible. Y con ese tiempo, una verdadera soluci¨®n para Palestina/Israel.
Dos Estados para dos pueblos
Diego L¨®pez-Garrido
El Estado de Israel, como es sabido, naci¨® de una resoluci¨®n de Naciones Unidas. Su Asamblea General aprob¨® en 1947 la Resoluci¨®n 181 (II), acordando el reparto en dos Estados, uno jud¨ªo y otro ¨¢rabe, del territorio hist¨®rico de Palestina. El 14 de mayo de 1948, Israel proclam¨® su independencia. La inmediata guerra ¨¢rabe-israel¨ª termin¨® con la ampliaci¨®n del territorio de Israel. Posteriormente, la toma de Cisjordania y Gaza, a consecuencia de la guerra de los seis d¨ªas en 1967, hizo pr¨¢cticamente inviable la convivencia de dos naciones en una paz duradera. Fue el comienzo de una realidad colonial en la que Israel es la potencia ocupante, contra numerosas resoluciones de Naciones Unidas.
La pol¨ªtica de Israel va destinada a una progresiva anexi¨®n de Cisjordania mediante asentamientos de colonos y una conversi¨®n definitiva de Gaza en la ¡°mayor c¨¢rcel del mundo¡±, en la que se han destruido los recursos esenciales para vivir. Benjam¨ªn Netanyahu amenaza con convertir L¨ªbano en otra Gaza.
El planteamiento de un solo Estado plurinacional, formado por jud¨ªos y palestinos, nunca tuvo la posibilidad de llevarse a cabo. Desde el primer instante, ninguno de los dos hipot¨¦ticos componentes de ese Estado mostraron sobre tal f¨®rmula una m¨ªnima aceptaci¨®n. Hay razones ideol¨®gicas de fondo que lo hacen imposible. Como nos recuerda Peter Beinart, el sistema pol¨ªtico de Israel est¨¢ basado en la religi¨®n y la etnicidad. Su controvertida ley de 2018 sobre la ¡°naci¨®n-estado¡± declara que solo los jud¨ªos pueden ¡°ejercer la autodeterminaci¨®n nacional¡±. La mayor¨ªa de los palestinos bajo control de Israel ¡ªen Gaza y Cisjordania¡ª no pueden ser considerados ciudadanos del Estado ni tener derecho a voto. Hoy hay 14.000 prisioneros palestinos en las c¨¢rceles israel¨ªes, sin garant¨ªas jur¨ªdicas.
Israel es un Estado que carece de Constituci¨®n y su carta de derechos humanos no incluye la igualdad ante la ley. Cuando algunos pol¨ªticos ¨¢rabe-israel¨ªes propusieron una ley para establecer la igualdad entre ¨¢rabes y jud¨ªos respecto a los derechos de ciudadan¨ªa, el presidente del Parlamento israel¨ª rechaz¨® ponerla a votaci¨®n porque ¡°atentar¨ªa contra los fundamentos del Estado¡±.
El Estado israel¨ª y la pol¨ªtica del Gobierno m¨¢s extremista de su historia han llegado a exasperar incluso a sectores de su propia sociedad, hasta el punto de abandonar el pa¨ªs o considerar hacerlo. No es de extra?ar cuando, como se?ala Thomas Friedman en The New York Times, dirige el pa¨ªs un ¡°partido de Dios¡± israel¨ª, formado por fuerzas pol¨ªticas de extrema derecha nacionalista, supremacista y mesi¨¢nica. Estas fuerzas tienen en su horizonte el proyecto de Gran Israel del movimiento sionista.
Las manifestaciones que han protagonizado miles de israel¨ªes contra el Gobierno, pidiendo una negociaci¨®n para liberar a los rehenes, no lo han sido para protestar por la destrucci¨®n (¡°reocupaci¨®n¡±) de Gaza y sus habitantes, el asentamiento de 50.000 colonos en Cisjordania o la expulsi¨®n de palestinos. Esto permite al Gobierno dominar la escena pol¨ªtica, aunque se sacrifiquen vidas de jud¨ªos. Hay una contradicci¨®n evidente en todo ello, porque obviar un alto al fuego impide la liberaci¨®n de los israel¨ªes secuestrados por Ham¨¢s.
Todo lo anterior ha hecho y har¨¢ imposible un Estado en el que convivan las dos naciones. La ¨²nica salida a un terrible conflicto que dura ya tres cuartos de siglo es la soluci¨®n de dos Estados. Para llegar a ese escenario, hay que empezar por el principio: la guerra en Gaza y L¨ªbano debe terminar y los rehenes ser liberados, algo que Netanyahu no desea, amparado en el espacio temporal que hay hasta las elecciones presidenciales del pa¨ªs aliado, Estados Unidos. Solo con una interrupci¨®n de las acciones militares podr¨¢ trasladarse a la mesa diplom¨¢tica una propuesta de dos Estados parecida a la que han presentado estos d¨ªas Nasser Al Kidwa, ministro de Asuntos Exteriores de la Autoridad Palestina (2005-2006) y Ehud Olmert, primer ministro de Israel (2006-2009), sobre la base de las fronteras anteriores a 1967. Dos Estados para dos pueblos.
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