Espa?a, de luto por la dana
Las tr¨¢gicas consecuencias de la gota fr¨ªa que atraviesa la Pen¨ªnsula obligan a extremar el rigor en la prevenci¨®n y en el sistema de alertas
La peor gota fr¨ªa del siglo en Espa?a ha provocado la muerte de al menos 95 personas, la desaparici¨®n de decenas m¨¢s y da?os materiales que ascienden a cientos de millones de euros. La zona m¨¢s afectada ha sido el centro de la provincia de Valencia, donde se registraron escenas apocal¨ªpticas en localidades de las comarcas de la Horta Sud y Requena-Utiel. Las provincias de Cuenca y Albacete tambi¨¦n sufrieron duramente y la alerta se extendi¨® a Catalu?a y Andaluc¨ªa.
Estas son todav¨ªa horas de ag¨®nica b¨²squeda de desaparecidos en la provincia de Valencia y en Castilla-La Mancha, de atenci¨®n a los ciudadanos que anoche estaban a¨²n sin servicios ni posibilidad de comunicaci¨®n, de asistencia a los rescatados, de apoyo y solidaridad con los que han perdido casas y negocios. Es la prioridad absoluta, en la que deben volcarse todas las administraciones y todas las organizaciones que disponen de recursos para ello. Los servicios p¨²blicos de emergencias, militares, Guardia Civil, Polic¨ªa, bomberos y muchos otros funcionarios y entidades vuelven a demostrar su tarea imprescindible cuando el pa¨ªs se ve sacudido por una cat¨¢strofe.
La magnitud de la tragedia refuerza la obligaci¨®n de los poderes p¨²blicos de analizar la preparaci¨®n de Espa?a y de los espa?oles ante una situaci¨®n meteorol¨®gica cada vez m¨¢s imprevisible y ante sus efectos sobre ciudades, pueblos e infraestructuras, que han de repensarse casi desde cero para adaptarse a las nuevas condiciones clim¨¢ticas. Los expertos llevan mucho tiempo alertando de la mayor frecuencia o intensidad de fen¨®menos meteorol¨®gicos extremos. La riada de 1957, que devast¨® el centro de Valencia, llev¨® a desviar un r¨ªo entero, el Turia. Probablemente las medidas que hagan falta hoy y en el futuro sean similares en escala y coste. La prevenci¨®n es la mejor manera de hacer frente a la naturaleza, tantas veces alterada por la acci¨®n del ser humano.
No es este el momento ¡ªmientras se recuperan cad¨¢veres y se atiende a las v¨ªctimas¡ª de exigir responsabilidades, pero s¨ª de analizar c¨®mo puede tener consecuencias tan escalofriantes en vidas humanas un fen¨®meno anunciado y en una comunidad que acarrea una tr¨¢gica historia de inundaciones. Y s¨ª se puede subrayar la necesidad de atender con rigor y seriedad las alertas de la Agencia Estatal de Meteorolog¨ªa, que en la ma?ana del martes hablaba ya de riesgo extremo en Valencia y que deber¨ªan obligar a interrumpir las actividades no esenciales y a dar prioridad absoluta a la seguridad de las personas, algo que, desgraciadamente, no se ha cumplido en este caso. La vida, el trabajo, la circulaci¨®n en coche, la permanencia en plantas bajas de viviendas sigui¨® con normalidad en Valencia hasta que fue dram¨¢ticamente interrumpida por la riada. La alerta a toda la poblaci¨®n que emiti¨® la Generalitat valenciana se produjo a las ocho de la tarde del martes, cuando hab¨ªa ya muchos ciudadanos atrapados y pueblos anegados y el agua llevaba horas acumul¨¢ndose y desbord¨¢ndose.
Esta tragedia ha recordado de forma dolorosa que Espa?a est¨¢ en uno de los frentes de la crisis clim¨¢tica y que, adem¨¢s de evitar que se agrave con m¨¢s emisiones de gases de efecto invernadero, debe estar preparada para unas consecuencias que ya son irreversibles. En cualquier caso, el conocimiento cient¨ªfico acumulado y las posibilidades que ofrece la tecnolog¨ªa deben servir para salvar vidas anticip¨¢ndose a la virulencia atroz de un monstruo meteorol¨®gico. No solo se lo debemos a las generaciones futuras, sino tambi¨¦n a las v¨ªctimas presentes.
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