Comprender la indignaci¨®n
La pol¨ªtica institucional, con todos sus defectos, es el ¨²nico instrumento que tenemos para convivir de forma pr¨®spera y pac¨ªfica
Pocas cosas son m¨¢s incontestables que el leg¨ªtimo dolor de quien lo ha perdido todo. Tras varios d¨ªas de desgarradora angustia e incertidumbre, la experiencia traum¨¢tica vivida por los vecinos de Paiporta y de tantas otras localidades deriv¨® este domingo en una escena que pasar¨¢, sin duda, a la historia de nuestra democracia. Los gritos y el lanzamiento de objetos contra la comitiva encabezada por los Reyes, S¨¢nchez y Maz¨®n no pueden legitimarse, y menos cuando ya es conocida la participaci¨®n planificada de grupos de extrema derecha en la agresi¨®n al Presidente. Sin embargo, ning¨²n an¨¢lisis podr¨ªa conformarse con diagnosticar lo obvio. Al lado del fanatismo ultra, y en mucha mayor medida, tambi¨¦n estaba el abatimiento de miles de vecinos que expresaron una desesperaci¨®n y un descontento que har¨ªamos mal en desatender.
A estas alturas de la tragedia, caben pocas dudas de que la gesti¨®n pol¨ªtica de esta desgracia ha sido calamitosa. Activar la balanza de precisi¨®n para determinar qu¨¦ siglas se han comportado de forma m¨¢s negligente a?ade poco o nada a un debate que debe ser mucho m¨¢s radical. Nuestro pa¨ªs lleva a?os evidenciando un agotamiento por parte de la clase pol¨ªtica y esta nueva crisis de representaci¨®n, en contacto con una realidad tan dram¨¢tica como la que ha impuesto el paso de esta dana, se ha vuelto insoportable. El juego de acusaciones cruzadas, la incompetencia ajena como unidad de medida o el omnipresente c¨¢lculo electoral como br¨²jula para tomar decisiones es siempre perverso, pero se vuelve inaceptable en un contexto marcado por la destrucci¨®n y la muerte de cientos de personas.
No importa solo la brutalidad cierta de la indignaci¨®n. Lo urgente es atender a esa realidad y comprenderla. Nuestro pa¨ªs se encontrar¨¢ al borde del abismo si no enmienda la gradual degeneraci¨®n pol¨ªtica en la que nos hemos sumido y el sufrimiento de los habitantes de Paiporta es la prueba viviente del rumbo que puede tomar un malestar social. Son demasiados los signos que anuncian que el hartazgo puede traducirse en una irreversible ruptura con nuestros representantes. Y, pese a todo, la pol¨ªtica institucional, con sus enormes defectos, es el ¨²nico instrumento que tenemos para poder convivir de forma pr¨®spera y pac¨ªfica. De poco servir¨¢ se?alar a quienes abonan la antipol¨ªtica sirvi¨¦ndose de la desesperaci¨®n, el miedo y el dolor. Quien acuse al otro pierde. La actitud verdaderamente responsable en una circunstancia como esta pasa por la autocr¨ªtica y la inmediata asunci¨®n de responsabilidades.
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