Cosas que no podemos saber
Es posible que nuestro cerebro no est¨¦ capacitado para descubrir la teor¨ªa del todo con la que sue?an los f¨ªsicos te¨®ricos
Aprend¨ª hace a?os que, seg¨²n Kant, toda la filosof¨ªa cabe en cuatro preguntas: ?Qu¨¦ puedo saber? ?Qu¨¦ debo hacer? ?Qu¨¦ me cabe esperar? ?Qu¨¦ es el ser humano? Hasta entonces yo cre¨ªa que las tres cuestiones fundamentales eran otras ¨Dqu¨¦ somos, de d¨®nde venimos, ad¨®nde vamos¡ª pero luego result¨® que eso era un cuadro de Gauguin que, para empezar, no est¨¢ muy claro qu¨¦ tiene que ver con su t¨ªtulo, y que encima pint¨® cuando estaba enfermo, arruinado, deprimido por la muerte de su hija y afectado por una otitis y un infarto. As¨ª no hay manera de hacer filosof¨ªa. Luego aprend¨ª cuestiones m¨¢s engorrosas a¨²n, como ?por qu¨¦ el mundo es comprensible? (Einstein) y ?por qu¨¦ hay algo en lugar de nada? (Leibniz). Los grandes pensadores se dedican sobre todo a hacer preguntas. Luego, que las respuestas las encuentre Rita.
Si Rita es pragm¨¢tica, elegir¨¢ las preguntas que tenga posibilidad de responder y dejar¨¢ aparcadas las dem¨¢s. Eso es justo lo que hace la ciencia. Tomemos la primera pregunta de Kant: ?Qu¨¦ puedo saber? Ya empezamos filos¨®ficamente mal, porque la respuesta depende de cu¨¢ndo formules la pregunta. El origen del universo no era una cuesti¨®n cient¨ªfica en tiempos de Galileo, pero empez¨® a serlo hace un siglo. C¨®mo las redes neuronales generan la mente no era una pregunta cient¨ªfica en tiempos de Cajal, pero ahora s¨ª lo es, y en parte gracias al propio Cajal. El avance del conocimiento genera nuevos entornos que condicionan gravemente la respuesta a la primera pregunta de Kant.
Pero hay otra forma de abordar esa cuesti¨®n, una que tal vez est¨¦ m¨¢s cerca del significado original que le dio el fil¨®sofo de K?nigsberg. En una de las secuencias iniciales de su serie de v¨ªdeos The elegant universe (el universo elegante), el f¨ªsico Brian Greene intenta explicar a su perro las ecuaciones de la relatividad general de Einstein. El perro no entiende nada, como es l¨®gico. Su mente no da para ello. Del mismo modo, sigue el argumento de Greene, es posible que nuestro cerebro no est¨¦ capacitado para descubrir la teor¨ªa del todo con la que sue?an los f¨ªsicos te¨®ricos. Quiz¨¢ es una de esas cosas que no podemos saber, en la clasificaci¨®n de Kant.
Este es un punto de vista perturbador, al menos para m¨ª y para ti, lectora, puesto que has llegado a este p¨¢rrafo y eso quiere decir que tienes una mente inquisitiva. ?Podemos aceptar que hay cosas que no podemos llegar a saber, que hay ¨¢mbitos de la realidad que nos est¨¢n vedados por nuestra propia torpeza de especie? ?Podemos aceptar eso de una forma tan generosa, tan desinteresada, tan humilde? ?Acaso somos generosos, desinteresados, humildes?
?Y en qu¨¦ consiste esa torpeza exactamente? Podemos suponer, por ejemplo, que los engranajes de nuestra mente solo nos dan acceso a una parte de la realidad, o solo a unos pocos procesos que siguen cierta l¨®gica, o a las pocas preguntas que nuestro chapucero cr¨¢neo es capaz de concebir. Pero esto no est¨¢ nada claro. Nuestro cerebro no evolucion¨® en un escenario cu¨¢ntico donde una cosa puede estar en dos sitios a la vez, pero ha sido capaz de descubrir ese mundo en las escalas subat¨®micas, de formularlo y de ponerlo a su servicio. Los procesos cu¨¢nticos siguen cierta l¨®gica, pero no es nuestra l¨®gica, y sin embargo hemos sido capaces de manejarlos. Supongo que esta capacidad para gestionar situaciones extra?as, ins¨®litas, nunca antes vistas, es esa inteligencia general que persiguen los ingenieros de la computaci¨®n, de momento con poco optimismo.
?Ves lo que te dije? Me he gastado la columna en la primera pregunta de Kant y no hemos llegado a parte alguna. Por eso la mejor pregunta es la cuarta: ?Qu¨¦ es el ser humano? ?sta s¨ª es una pregunta cient¨ªfica.
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