La vulgaridad del mal
El documental ¡®Expediente Netanyahu¡¯ contradice cualquier intento de sofisticar la mente del primer ministro israel¨ª
Si no era poco con las bombas, con las infecciones o con el hambre, ahora se a?ade el fr¨ªo. Beb¨¦s muriendo de fr¨ªo. La consecuencia es que, seg¨²n datos de la ONU, cada hora muere un ni?o en Gaza. Una guerra contra la infancia se ha denominado, aunque el Gobierno israel¨ª y ese pueblo que lo apoya se referir¨ªan a esos chiquillos que entregan generosamente sus cuerpos a la muerte como el efecto colateral de una guerra justa. No podemos irnos sin terminar el trabajo, dijo Benjam¨ªn Netanyahu, aunque el verbo terminar sea un eufemismo; se trata evidentemente de exterminar, la acci¨®n que alimenta el verdadero sustantivo de esta historia: genocidio. De terminar el trabajo tambi¨¦n habl¨® Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, que desde Irak ha decidido no faltar a la cita de las grandes masacres de su tiempo.
La maldad fascina. Le atribuimos un halo sobrenatural que ha alimentado nuestra imaginaci¨®n desde su representaci¨®n cristiana en el demonio hasta los relatos orales que advert¨ªan al pueblo del peligro que acecha cuando decidimos tomar el camino prohibido. La ficci¨®n, de la m¨¢s primigenia a la m¨¢s sofisticada, ha tenido tal impacto en nuestros miedos que se ha convertido en el argumento mayoritario del cine, de esas series en las que nos aturden con el consabido relato de asesinos astutos e incluso atractivos. Tambi¨¦n la literatura de los ¨²ltimos tiempos, influida por un presente de inaprensibles certezas, se ha vuelto a rendir a lo fantasmag¨®rico, a todo aquello que transforma el mal en algo enigm¨¢tico.
Tanto nos ha influido esta idea del perpetrador del mal como un individuo interesante que cuando nos los encontramos en la vida real nos sentimos impelidos a descifrar su psicolog¨ªa. ?Qui¨¦n es Netanyahu, qui¨¦n es el responsable de la mayor matanza de ni?os de nuestros d¨ªas? Muy recomendable es ver Expediente Netanyahu (The Bibi Files), el documental que contradice cualquier intento de sofisticar la mente del personaje. La ins¨®lita pel¨ªcula nos introduce en los interrogatorios a los que fue sometido en la investigaci¨®n por corruptelas que casi le arrastra a la c¨¢rcel, hasta que el atentado de Ham¨¢s y el ataque indiscriminado contra el pueblo palestino convierten esas acusaciones en algo secundario que le permite mantenerse en el poder.
Netanyahu es el hombre que se deja corromper por puros, alcohol y joyas, que manipula a los medios de comunicaci¨®n, que ofrece ventajas fiscales a los suyos; es el tipo que en un pa¨ªs de costumbres tan austeras como Israel se deja seducir por el lujo. Cada vez que volv¨ªa de Estados Unidos, dice el que fuera su mayordomo, se le despertaba el deseo de alcanzar aquel nivel de magnificencia. Netanyahu es el marido de Sara, una mujer que le supera incluso en su ambici¨®n material, que contesta con sorprendente groser¨ªa a las preguntas policiales; es la esposa que exige joyas y alcohol a los c¨®mplices de su marido. Es Netanyahu el padre de un joven, Yair, que en su sola manera de repantingarse ante los polic¨ªas demuestra su chuler¨ªa, el derecho que cree tener a ser tratado como el heredero de un rey. Todo en ellos rezuma vulgaridad, la tozuda avaricia que lleva a ciertas personas poderosas a querer m¨¢s de lo que se les da, a obsesionarse con un lujo que les a¨ªsla y les envilece, que les hace rodearse solo de siervos. Es esa codicia que anula la inteligencia, la empat¨ªa y la sensibilidad, es el gusto por cosas est¨²pidas, el anhelo enfermizo de poseer m¨¢s de lo que se posee. Una patolog¨ªa que les transforma en ese arquetipo que se repite en Israel, en Rusia, en EE UU. No hay misterio sino vulgaridad, una vulgaridad que defienden con u?as y dientes, que les empuja a acabar con la vida de inocentes sin sentir dolor ni remordimiento. Y lo malo es que esa zafiedad se convierte en contagiosa, que un pueblo puede caer en la oscura trampa de salvar el pellejo a un imb¨¦cil que mata a un ni?o por hora para no pagar por sus propios delitos.
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