La odisea de alimentar a 114 millones de ni?os confinados
El cierre de las escuelas en Latinoam¨¦rica y el Caribe por la covid-19 ha perjudicado la nutrici¨®n de los alumnos, especialmente los m¨¢s pobres, pues era en el colegio donde recib¨ªan su ¨²nica comida diaria. Viajamos por distintos pa¨ªses en busca de las soluciones aplicadas a este efecto colateral de la pandemia
Ir a la escuela no es solo recibir formaci¨®n acad¨¦mica. Para millones de ni?os pertenecientes a familias de bajos ingresos, el colegio es, por encima de todo, un seguro nutricional. Es el lugar donde pueden acceder a la que en muchos casos es su ¨²nica comida completa del d¨ªa. La crisis de la covid-19 ha supuesto el cierre de los centros escolares en 192 pa¨ªses del mundo; en Am¨¦rica Latina, 114 millones de estudiantes tuvieron que permanecer en casa. Sin clases, sin profesores y sin el imprescindible men¨² escolar. En el pico de la pandemia, 368 millones de ni?os en todo el mundo se quedaron sin el servicio de comedor, seg¨²n el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas. En abril de 2021 solo en Am¨¦rica Latina son m¨¢s de 80 millones.
Ante esta situaci¨®n se han tomado medidas diferentes en cada pa¨ªs para repartir alimentos a los escolares y sus familias. En algunos casos, como en Argentina, se han facilitado bolsas de comida. En otros, como Brasil, el Gobierno asign¨® 537 millones de d¨®lares a la iniciativa Bolsa Familia y a?adi¨® un mill¨®n de familias al programa. En Costa Rica se han preocupado m¨¢s por el valor nutritivo de los productos que se enviaban, mientras que en Ecuador el de los batidos y galletas que se ofrecen es insuficiente, pues para muchos ni?os representa su ¨²nica comida del d¨ªa. En otros lugares, han sido las redes vecinales de apoyo las que se han hecho cargo del problema. En este reportaje gr¨¢fico recorremos el continente para ver c¨®mo se est¨¢n salvando obst¨¢culos en la carrera por comer todos los d¨ªas.
Argentina: Bolsones de alimentos para reemplazar el comedor escolar
Texto: Mar Centenera | Fotos: Gabriel Pecot
Ismael, de 10 a?os, vive con su padre, su madre y su sobrino Joaqu¨ªn, de dos. Es lunes por la tarde y sobre la mesa de la cocina de esta casa de Buenos Aires est¨¢ el bols¨®n de comida que las escuelas p¨²blicas de la capital argentina reparten cada 15 d¨ªas. Tres litros de leche, dos zanahorias grandes, cebollas, naranjas, pasta, az¨²car, arroz, aceite, un paquete de lentejas, una lata de at¨²n y otra de guisantes figuran entre los alimentos entregados para reemplazar el servicio de comedor, que se mantiene suspendido por temor al contagio pese a la vuelta de las clases presenciales.
¡°Lo que m¨¢s extra?a Isma son las milanesas¡±, cuenta Guadalupe, su madre, sobre la carne empanada, una de las comidas favoritas de muchos ni?os argentinos. ¡°Lo que dan en los bolsones hay que complementarlo, no alcanza¡±, subraya. Ismael est¨¢ en el colegio y Joaqu¨ªn en el jard¨ªn de infancia, pero ya est¨¢ decidido el men¨² de esta noche: ¡°fideos con tuco [macarrones con tomate] y pollo¡±. Ma?ana podr¨ªan preparar arroz con at¨²n, propone Gabriel, el padre de Isma, ¡°que es el que cocina en casa¡±, seg¨²n Guadalupe. En el bols¨®n hay tambi¨¦n mate cocido, la infusi¨®n que suelen mezclar con leche en las escuelas para el desayuno, y galletas, ¡°lo que primero desaparece¡±.
Ecuador: Leches saborizadas y una galleta para desayunar
Texto: Bel¨¦n Hern¨¢ndez | Fotos: Jaime Casal
Betty Castilla prepara en su cocina agua para hacer caf¨¦. Confiesa, con mucho pesar, que su despensa y su nevera est¨¢n vac¨ªas. Apenas se vislumbra un manojo de ajos y unos sobres con avena. Cada jueves va a recoger las tareas al colegio de uno de sus hijos, El¨ªas, de 11 a?os; y cada dos meses o dos meses y medio, recibe en la misma aula la bolsa con las leches y las galletas de sus otros tres hijos, de 16, 12 y siete a?os, tambi¨¦n escolarizados.
Leches en peque?os bricks de 200 mililitros con sabor a chocolate y n¨¦ctar de frutas, todas con base de cereales, y una galleta de pi?a o manzana, que a veces era sustituida por una barrita energ¨¦tica. Ese es el aporte nutricional que recib¨ªan cada ma?ana los alumnos de las escuelas p¨²blicas en Ecuador cuando asist¨ªan a clase antes de la pandemia. Este mismo paquete, pero en bolsas con el contenido para un mes, es lo que el Gobierno reparte a las familias en cada colegio desde su cierre, sin una periodicidad fija. Aunque el valor nutricional de esta bebida y galleta es insuficiente, para muchos ni?os en situaci¨®n de pobreza y vulnerabilidad era, probablemente, su ¨²nica comida al d¨ªa.
Para Castilla, vendedora ambulante de caramelos, este aporte nutricional de leche y galletas era muy ¨²til para seguir alimentando a sus hijos, ahora que a diario lo poco que puede cocinar, como mucho, es una sopa de fideos. ¡°Desde que comenz¨® la pandemia apenas sacamos cinco o seis d¨®lares cada jornada para poder ponerles un plato a los muchachos¡±, lamenta. Desde el inicio de la pandemia no hab¨ªan recibido ning¨²n tipo de ayuda estatal y el pasado noviembre el Programa Mundial de Alimentos les ofreci¨® un bono nutricional por valor de 240 d¨®lares (unos 215 euros) canjeables por alimentos en una cadena de supermercados. ¡°Con ¨¦l pudimos comprar arroz, az¨²car, queso, cereales, pollo, carne y yogur para todos. Adem¨¢s, pudimos hacer una comida especial para todos en Navidad¡±, reconoce Castilla. De este cup¨®n se han beneficiado 16.000 familias en las zonas m¨¢s afectadas por la covid-19.
Guatemala: De la granja de los vecinos al plato de los ni?os
Texto: Noor Mahtani | Fotos: Jaime Villanueva
La pandemia no ha conseguido borrar la carcajada a Cristina Jalal Caal. Aunque no lo ha tenido nada f¨¢cil. Esta robusta mujer de 45 a?os es viuda y tiene a su cargo siete hijos. Su ¨²nica fuente de ingresos para mantenerlos han sido las ventas de su puestito de frutas y verduras a pie de carretera frente al colegio de dos de sus ni?as, la Escuela Oficial Manuela P. de Contreras, en la aldea guatemalteca de Chimol¨®n. Cebollas, mangos pelados y alguna que otra cocada de las que espanta incansable un par de moscas. ¡°Con eso nos hemos apa?ado¡±, explica en poqomchi, una de la veintena de lenguas maya del pa¨ªs. ¡°Y gracias a dios, cada ocho o diez d¨ªas comemos pollo¡±. En su escueta despensa a¨²n quedan algunos ingredientes de los alimentos recibidos por sus dos hijas matriculadas. Su bendici¨®n, como recalca.
Que sus ni?as vayan a la escuela ha sido un alivio inesperado para la econom¨ªa de la casa. Los alimentos que recibieron cada 25 d¨ªas como sustituto del almuerzo escolar han sido fundamentales. En Guatemala, el pa¨ªs con la tasa de desnutrici¨®n cr¨®nica e infantil m¨¢s alta de Latinoam¨¦rica, existe desde 2017 una normativa por la que estos comedores tienen que garantizar un men¨² con valor de cuatro quetzales por ni?o (unos 50 c¨¦ntimos de euro) y que al menos la mitad de la producci¨®n sea local y no comida procesada. ¡°Que estos alimentos siguieran llegando durante la pandemia fue vital para que las tasas de abandono escolar no se dispararan¡±, explica D¨¦borah Suc, t¨¦cnica territorial del programa de alimentaci¨®n escolar de la FAO para Guatemala.
Jalal asiente: ¡°De esas bolsas hemos comido todos¡±. Es domingo y le toc¨® ir a la escuela a buscarlas. Esta fecha no se le olvida. En cada uno de los sacos: dos bolsas de harina de ma¨ªz, tres libras de frijol negro, 15 huevos, un kilo de az¨²car, una libra de ejote (habas), un litro de aceite de girasol y un par de kilos de verduras. ¡°Lo que no pusieron fue jalape?os¡±, dice entre carcajadas. Hoy volver¨¢ a cocinar tortillas con uno de esos tomates que cultiv¨® alguno de sus vecinos productores. Desde su rudimentaria cocina se escucha a las peque?as corretear descalzas cerca del r¨ªo Polochic. Jalal no puede evitar sonre¨ªr: ¡°Igual tambi¨¦n hago huevo duro¡±.
Brasil: Sin fruta ni verdura en casa
Texto: Felipe Betim | Fotos: Toni Pires
Gisele Fernanda Amancio, de 23 a?os, es una madre soltera que ha sentido el impacto del cierre de las escuelas en la alimentaci¨®n de sus hijos. Samuel, de siete a?os, y Daniel, de cinco, frecuentaban el colegio entre las siete de la ma?ana y las cinco de la tarde antes de la pandemia. Com¨ªan cinco veces al d¨ªa. ¡°En la escuela hab¨ªa una variedad de frutas y verduras que no puedo ofrecer a mis hijos en casa¡±, explica Amancio. ¡°Aqu¨ª comen lo mismo todos los d¨ªas: arroz y frijoles con huevo o un embutido. Echan de menos algo distinto¡±.
La familia vive en una casa humilde en el barrio de Jardim Lapena, en la periferia de S?o Paulo. Amancio no tiene un empleo formal y necesita hacer peque?os trabajos de vendedora, como asistenta de limpieza y de entrega de folletos para dar de comer a sus hijos. Su ¨²nica renta estable es un salario m¨ªnimo (1.100 reales, o 180 euros) de pensi¨®n que el Estado brasile?o le da a su hijo Samuel, que naci¨® con par¨¢lisis. Adem¨¢s, desde el inicio de los confinamientos, el Ayuntamiento de S?o Paulo concedi¨® una tarjeta de alimentaci¨®n con 63 reales (unos nueve euros) al mes para compensar el cierre de las escuelas.
¡°Tengo dinero para comprar leche, dos cartones de huevos, un kilo de pollo, un kilo de embutido¡ Lo que compraba antes de la pandemia duraba un mes. Ahora no m¨¢s de dos semanas. ?C¨®mo conseguir comida para otras dos semanas?¡±, cuestiona. Mientras conversa con EL PA?S, sus hijos se alimentan con un plato de comida proporcionado por la asociaci¨®n de vecinos del barrio. ¡°Aqu¨ª tenemos bastante ayuda¡±.
Venezuela: Donde come uno, comen 14.000
Texto: Florantonia Singer | Fotos: Daniel Hern¨¢ndez
Dos kilos de zanahorias, 12 kilos de auyama (una especie de calabaza) y otros dos kilos de carne se procesan en la crema, a la que se le agrega una porci¨®n de queso. Este es el preparado que un jueves de marzo, por la tarde, almuerzan los dos hijos peque?os y la nieta de Laura Azuaje, vecina de un barrio de Caracas. El d¨ªa anterior el men¨² fue arroz, carne y pl¨¢tano asado. Ellos son parte de los 70 ni?os que asisten a uno de los comedores de Alimenta la Solidaridad, una ONG que surgi¨® en medio de la emergencia humanitaria de Venezuela para contener el avance de la desnutrici¨®n. La Lucha, el barrio en el que vive Azuaje, mujer sin empleo de 39 a?os, es uno de los m¨¢s de 240 en los que se ha desplegado la organizaci¨®n en 14 Estados del pa¨ªs, en cuyos centros se atiende a 14.400 ni?os. El esposo de Azuaje recibe un ingreso m¨ªnimo mensual de 1.200.000 bol¨ªvares (menos de un euro) como ayudante de ch¨®fer en una empresa que distribuye alimentos. Con el dinero que le dan cuando le toca hacer viajes re¨²ne fondos para alimentar a su familia. El resto de la dieta lo completa la bolsa del CLAP (comit¨¦ local de abastecimiento y producci¨®n) que entrega el Gobierno de Nicol¨¢s Maduro, en la que solo hay harina, arroz, az¨²car y pasta.
El comedor del barrio de esta familia no pudo parar durante la pandemia. Antes de que se decretara el confinamiento, los ni?os com¨ªan en la casa de Mercedes G¨®mez, la encargada de cocinar para los beneficiarios. Cuando todos hubieron de quedarse en casa ide¨® un sistema de env¨ªo a domicilio: un colaborador iba a pie por el barrio entregando los envases a cada beneficiario. La mujer es una l¨ªder comunitaria y se siente orgullosa de haber sacado de la desnutrici¨®n a los primeros ni?os que recibi¨®. ¡°Si un d¨ªa yo no enciendo mi cocina, ellos no comen nada¡±, dice. Adem¨¢s de comida, la ONG hace seguimientos nutricionales y actividades de refuerzo educativo y recreativas.
Chile: Acostumbrarse a comer de todo
Texto: Roc¨ªo Montes | Fotos: Cristian Soto
Renata tiene siete a?os y vive en la zona precordillerana de Santiago de Chile (el municipio de Pe?alol¨¦n) junto a su hermano Mauro (17) y su madre, Francisca Garc¨¦s (34), que tiene empleos espor¨¢dicos haciendo limpiezas. Ella es la jefa del hogar. Desde que los colegios en Chile cerraron hace ya un a?o, la ni?a no desayuna ni almuerza en la escuela, sino que recibe una caja de alimentos mensualmente. La misma que obtiene su hermano, que estudia secundaria.
En este curso 2021 que ha arrancado en marzo, la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (Junaeb) entreg¨® canastas alimentarias para 1.796.433. estudiantes chilenos que lo necesitan, equivalentes a lo que habr¨ªan comido en el desayuno y el almuerzo por 15 d¨ªas h¨¢biles en sus respectivos establecimientos. Incluye productos?no perecederos, pescados en conserva, carnes congeladas y?verduras y frutas?frescas, de acuerdo a una tabla nutricional. La madre cuenta que las cajas representan una ayuda importante para su presupuesto y que lo primero que desaparece son las barras de cereal. ¡°Mis hijos no son ma?osos [complicados], porque siempre los acostumbr¨¦ a comer de todo, como legumbres¡±, relata Francisca. ¡°En cualquier caso, su plato favorito son los espaguetis con salm¨®n¡±, asegura la mujer, que incluso ha dejado de pagar las cuentas b¨¢sicas en la cuarentena para asegurar que sus ni?os no dejen de alimentarse adecuadamente.
Colombia: Toca comer verduras, Juan
Texto: Santiago Torrado | Fotos: Camilo Rozo
Juan Manuel, de cuatro a?os, est¨¢ dispuesto a contarle a quien lo quiera escuchar que no le gustan las verduras. Asegura que es ¡°al¨¦rgico¡± en tono juguet¨®n. ¡°Pero toca comerlas¡±, le alienta su mam¨¢, Biviana Linares, mientras le sirve un plato con una mezcla de carne con verduras, arroz y aguacate, pollo y arroz con fideos en su hogar, en una zona rural y monta?osa en las afueras de Bogot¨¢. Juan Manuel est¨¢ en Transici¨®n (el paso de preescolar al colegio) y tiene una hermana de 17 a?os en el ¨²ltimo curso, Valentina, que sue?a con estudiar Medicina en la universidad. Ambos pertenecen al colegio rural Monteverde y no reciben clases presenciales desde hace un a?o.
En Bogot¨¢, donde se avanza desde enero en una reapertura gradual de los colegios, las familias de unos 753.000 estudiantes del sistema de educaci¨®n p¨²blica dependen de los v¨ªvieres que reciben del Programa de Alimentaci¨®n Escolar (PAE). A causa de la pandemia, el PAE se adapt¨® a la educaci¨®n virtual con dos modalidades: un bono alimentario y una raci¨®n para preparar en casa. El bono, para estudiantes de la zona urbana, consiste en 50.000 pesos (unos 12 euros) mensuales para ser redimidos por alimentos, mientras que la raci¨®n corresponde a la entrega de una canasta b¨¢sica de productos para las zonas rurales dispersas. Cada 15 d¨ªas, Biviana, que trabaja como vigilante, recoge en el colegio 30 huevos, un kilo de carne, pulpa de fruta, un paquete de habichuelas, zanahorias, galletas dulces, dos libras de arroz, una libra de lentejas, dos bolsas de leche y una botella de aceite por cada uno de sus hijos. ¡°El mercado es una ayuda incre¨ªble para nosotros¡±, asegura.
Costa Rica: Aprender con arroz, frijoles y pi?a
Texto y fotos: ?lvaro Murillo
Se llama Matthew y ama la piza, como tantos ni?os, pero su madre apenas tiene para pagar el alquiler y el men¨² del comedor escolar solo ofrece comidas saludables. Ese lunes serv¨ªan arroz y frijoles (que no pueden faltar en Costa Rica) con pollo en salsa caribe?a y ensalada de repollo, m¨¢s una rebanada de pi?a fresca y un vaso de agua, pero este alumno de quinto grado de primaria igual disfruta su almuerzo. M¨¢s le vale, porque en casa el refrigerador estaba casi vac¨ªo. Si no come aqu¨ª, probablemente pase hambre por la tarde porque su mam¨¢, Silvia Elena G¨®mez, es vendedora de loter¨ªa y hay d¨ªas que vuelve a casa con las manos vac¨ªas.
A ella le tranquiliza saber que su ni?o de 11 a?os acude a diario al comedor con todos los compa?eros de la escuela Ascensi¨®n Esquivel, en la ciudad de Alajuela. Papas con pollo, frijoles tiernos con cerdo, garbanzos, pepino, lechuga zanahoria o yogur¡ Las opciones de la semana parecen suficientes para que Mathew pueda atender sus clases sin problemas de nutrici¨®n.
Ese mismo d¨ªa la escuela repart¨ªa bolsas con comida, parte de los 850.000 paquetes previstos para enviar a las casas en este mes, despu¨¦s de que en 2020 se entregaran 8,5 millones de ellos con un coste aproximado de 140 millones de euros; pero ni un peso hubieron de pagar los beneficiarios. Adem¨¢s, estas mismas bolsas fueron el canal de comunicaci¨®n de las escuelas con muchos padres de familia. Deberes, recados y hasta cartas de ¨¢nimo viajaban en medio de papayas y paquetes de arroz para evitar que los estudiantes se desconectaran por completo.
Los men¨²s o los paquetes se arman con el criterio de nutricionistas, e incluyen vegetales y frutas frescas, huevos, carne, leche y granos b¨¢sicos de la dieta costarricense. Cualquier bebida azucarada queda fuera y en su lugar sirven agua. Las advertencias por problemas de obesidad calaron hace pocos a?os en las autoridades educativas y por eso Matthew disfruta como postre una rodaja de pi?a amarilla. Su madre dice que aqu¨ª consume sin mayores problemas lo que a veces reh¨²sa comer en casa. La presi¨®n social de comer en grupo ayuda, bromean las cocineras.
Per¨²: A la escuela a por la bolsa de comida
Texto:Jacqueline Fowks | Fotos: Ministerio de Desarrollo e Inclusi¨®n de Per¨²
El pasado 15 de marzo, numerosas jefas de familia se aproximaban al colegio p¨²blico 1135 de Santa Clara de Lima, en Per¨², para recoger los productos alimentarios facilitados por el Programa de Alimentaci¨®n Escolar Qali Warma, promovido por el Ministerio de Desarrollo e Inclusi¨®n Social. Antes de la pandemia, los estudiantes recib¨ªan un desayuno escolar preparado en la escuela, pero desde abril el Estado entrega art¨ªculos no perecederos.
En Lima se reparten cada 25 d¨ªas productos como aceite vegetal, arroz fortificado, az¨²car moreno, latas de conserva de carne, pollo o gallina, conservas de pescado, fideos, harina de trigo, hojuelas de avena con ca?ihua (grano cultivado en los Andes de caracter¨ªsticas similares a la quinoa) y leche evaporada. En la escuela de Santa Clara, por cada escolar se da a los padres dos botellas de aceite de 250 ml., una bolsa peque?a de harina, 250 gramos de az¨²car, tres latas de leche evaporada, tres latas de conserva de pollo, cuatro latas de at¨²n, una bolsa de avena y una bolsa de arroz.
Los padres de familia, no obstante, suelen quejarse en la p¨¢gina de Facebook de Qali Warma de que la cantidad es insuficiente y los productos de marcas desconocidas. Los alimentos var¨ªan ligeramente en las regiones andinas y la Amazon¨ªa. Seg¨²n el Ministerio de Desarrollo e Inclusi¨®n Social de Per¨², m¨¢s de cuatro millones de alumnos de primaria en situaci¨®n de pobreza o vulnerabilidad reciben alimento escolar en 64.000 escuelas.
Bolivia: Un quintal de arroz que salva
Textos: Andr¨¦s Rodr¨ªguez | Fotos: A. Rodr¨ªguez y Pierre Bamin
Cuando Luis Fernando Pardo iba a su colegio, en el municipio boliviano de Cochabamba, cada d¨ªa pod¨ªa comer un bizcocho con pasas de uva, galletas con almendra, una rosca de ma¨ªz, una mandarina o una banana. Estos alimentos s¨®lidos iban acompa?ados de tres variedades de leche: chocolatada, con avena y con quinoa. Era parte de su desayuno escolar, una dotaci¨®n alimenticia que se entregaba a cada estudiante del sistema p¨²blico de educaci¨®n. Tras la suspensi¨®n de clases el 12 de marzo del pasado a?o, Luis Fernando dej¨® de recibirlos.
La cuarentena r¨ªgida, que se extendi¨® durante tres meses en Bolivia desde aquel marzo de 2020, hizo estragos en los ingresos de muchas familias de un pa¨ªs con una de las mayores econom¨ªas informales del mundo. As¨ª, la dotaci¨®n del desayuno escolar, o su equivalente en especies o dinero, se convirti¨® en un motivo de conflicto en diferentes municipios: marchas, protestas, enfrentamientos con las fuerzas del orden, bloqueo de calles¡ Y hasta el secuestro de autoridades municipales fueron las acciones que los padres de familia de diferentes regiones protagonizaron para recibir una ayuda de cualquier tipo.
El a?o escolar en Bolivia fue clausurado el 2 de agosto. Desde entonces, Sabina Pardo, la madre de Luis Fernando, tuvo que asistir a distintas marchas y protestas para poder recibir una dotaci¨®n alimentaria con recursos del desayuno escolar. Despu¨¦s de varios meses de di¨¢logo, de presionar a las autoridades municipales y superar procesos burocr¨¢ticos, la segunda semana de marzo pudo, finalmente, cobrar la suma de 240 bolivianos, equivalente a 29 euros, que se entreg¨® a los padres por cada hijo inscrito en la escuela. ¡°Les dije en mi casa que como era dinero del desayuno escolar, ten¨ªa que ser para la comida¡±, afirma. Con esta suma, a la familia Pardo le alcanz¨® para comprar un quintal de arroz (46 kilos), una cantidad que puede alimentarles por lo menos durante seis meses. ¡°Es siempre una ayudita extra para comprarse lo que falta. No alcanza para todo, pero se hace lo que se puede. Siempre salva¡±, finaliza.
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