Los curas obreros dan la batalla a las adicciones en los suburbios de Argentina
En los sectores marginales de las grandes urbes argentinas, acorraladas por el narcotr¨¢fico, un grupo de p¨¢rrocos trabaja con las comunidades poniendo el foco en la rehabilitaci¨®n para ayudar a los m¨¢s pobres de los pobres
¡°No nos animamos a decir que somos curas villeros porque es casi una marca registrada (de los curas de las villas de Buenos Aires, en Argentina), pero me encantar¨ªa que me llamaran cura villero¡±. La frase es del cordob¨¦s Mariano Oberlin, de 48 a?os, p¨¢rroco desde hace 12 de la iglesia Crucifixi¨®n de Jes¨²s en barrio M¨¹ller, cuyo trabajo pastoral se extiende a barrio Maldonado y a siete villas miseria ¨CVilla In¨¦s, Campo de La Ribera, El Tr¨¦bol, Bajada San Jos¨¦, Villa Hermosa, La Barranquita y Los Tinglados¨C ubicadas en una de las zonas rojas de la Capital de la provincia de C¨®rdoba, la segunda m¨¢s poblada de Argentina.
Los vecindarios, cercanos a un hist¨®rico cementerio, son un ap¨¦ndice de la ciudad, en la orilla m¨¢s oscura de un territorio datado en los mapas mentales como tierra de nadie, acorralado por la delincuencia y asfixiado por el hedor de la basura. La revalorizaci¨®n del espacio p¨²blico en los ¨²ltimos tiempos ha transformado algunos de los sectores m¨¢s sombr¨ªos, pero parece que a¨²n no alcanza. Sus habitantes coinciden en que cargan con el lastre de habitar un sitio inhabitable en el que hasta la polic¨ªa, en ocasiones, tambi¨¦n estigmatiza, acecha y sospecha.
C¨®rdoba no es Buenos Aires, pero a veces se le asemeja. Los curas villeros de la capital argentina realizan su labor pastoral en asentamientos precarios en terrenos fiscales, que parecen ciudades superpobladas con casas fr¨¢giles como el cart¨®n en hileras desordenadas en altura. Son la postal m¨¢s t¨ªpica de la pobreza latinoamericana.
En la ciudad de C¨®rdoba, a unos 700 kil¨®metros de la capital, las villas son m¨¢s peque?as pero igual de miserables, pegadas a barrios populares de viviendas chatas apostadas en un sinf¨ªn de calles id¨¦nticas, con pocos ¨¢rboles y casi sin espacios de recreaci¨®n. Por all¨ª transitan los curas obreros, los curas villeros.
Oberlin, hijo de padre desaparecido durante la ¨²ltima dictadura militar, y Pablo Viola, de 42 a?os, p¨¢rroco de Jesucristo Salvador del Mundo del barrio Comercial, en la zona sur de la ciudad de C¨®rdoba, son apenas dos de varios sacerdotes del pa¨ªs identificados con la realidad social y pol¨ªtica de Am¨¦rica Latina, alineados con los curas tercermundistas de los a?os setenta.
Ahora sin necesidad de r¨®tulos y con el trabajo como estandarte, estos religiosos descontracturados (¡°?C¨®mo and¨¢s, bestia?¡±, saluda entre risas Pablo a Mariano en una t¨®rrida tarde estival cordobesa) y con cara de buenos, hacen pie en las zonas m¨¢s olvidadas de las grandes urbes para atender una candente agenda social.
Refugios contra el narcotr¨¢fico
En los sectores marginales de la ciudad, la presencia narco se siente en el ambiente. A veces es silenciosa; a veces, densa. Cuando el cura Oberlin plant¨® bandera en el barrio hace m¨¢s de una d¨¦cada, despu¨¦s de haber oficiado su labor en zonas m¨¢s acomodadas de la provincia, se vio obligado a abrir albergues temporales para j¨®venes adictos a las drogas abandonados a su suerte, sin un lugar donde vivir y con alto riesgo de morir a la intemperie.
En sus comienzos, la parroquia de M¨¹ller ofrec¨ªa talleres de carpinter¨ªa y herrer¨ªa, pero no era suficiente. ¡°Yo era partidario de no abrir casitas porque dec¨ªa: ¡®Con que vengan a hacer algo distinto est¨¢ bien; tienen que aprender a pasar por enfrente del narco y decir ¡®no¡¯. Pero uno de los chicos me ped¨ªa a gritos que abri¨¦ramos¡±, cuenta. Y lo hicieron. Hoy, esas viviendas albergan a 60 residentes.
El sacerdote recuerda que aquel joven que rogaba por ayuda ten¨ªa asistencia perfecta a las capacitaciones en oficios, pero a veces regresaba trasnochado. ¡°Le pregunt¨¢bamos qu¨¦ hab¨ªa pasado y contaba que el hermano le obligaba a robar porque le dec¨ªa que no aportaba nada a la econom¨ªa familiar y que en su casa se vend¨ªa droga¡±, explica el religioso.
El flagelo de el paco
El consumo de sustancias crece de manera sostenida en la Argentina en todos los sectores sociales, con cambios y variaciones durante la pandemia de la covid-19. El ¨²ltimo Informe Mundial sobre Drogas 2019 (UNODC ¨C ONU) confirma que la prevalencia del consumo de coca¨ªna aument¨® 129% en esta naci¨®n sudamericana, en comparaci¨®n al registro de 2011. Es el pa¨ªs de la regi¨®n con mayor incremento y con las tasas de consumo m¨¢s elevadas. A nivel mundial, solo es superada por Montenegro y Albania. Algo similar ocurri¨® con el cannabis, cuyo aumento fue del 154%.
En los reductos marginales, la coca¨ªna es un lujo de acceso restringido. Se consumen drogas baratas y letales como el paco, un producto elaborado con residuos de clorhidrato de coca¨ªna disueltos en keroseno o gasoil y mezclados con sustancias alcalinas o ¨¢cidos como el sulf¨²rico.
¡°En todos los sectores hay consumo de drogas, pero en los lugares donde la vida est¨¢ m¨¢s o menos resuelta, el problema de consumo es eso y nada m¨¢s. Pero en estos barrios no tienen d¨®nde hacerse atender ni posibilidades de buscar ayuda¡±, explica Oberlin. El entorno hace que todo sea m¨¢s dif¨ªcil de resolver.
En todos los sectores hay consumo de drogas, pero en estos barrios no tienen d¨®nde hacerse atender ni posibilidades de buscar ayudaMariano Oberlin, p¨¢rroco de la iglesia Crucifixi¨®n de Jes¨²s (C¨®rdoba, Argentina)
¡°A uno de los chicos le pregunt¨¦ una vez qu¨¦ so?¨¢s vos en la vida. Antes, por ah¨ª, dec¨ªan que quer¨ªan ser m¨¦dicos, abogados, pero ahora me dijo: ¡®la verdad es que lo que siempre so?¨¦ es ser un choro (ladr¨®n) importante porque uno de mis hermanos es polic¨ªa y est¨¢ en cana (en la c¨¢rcel), el otro es un raterito (ladr¨®n de poca monta) que en cualquier momento lo van a matar¡¯. Ese era su proyecto de vida¡±, relata el cura. Y se pregunta: ¡°?C¨®mo se ayuda a salir de ese c¨ªrculo?¡±
Desde el templo lanzaron talleres y conformaron cooperativas de trabajo para limpiar el barrio en coordinaci¨®n con el municipio. En alianza con otras instituciones y personas colaboran en emprendimientos como la fabricaci¨®n de eco-ladrillos, de botellas de pl¨¢stico. Todas las acciones son coordinadas por la Fundaci¨®n Mundo M¨¹ller, que conduce Oberlin.
Su ¨²ltima iniciativa es ofrecer trabajo sostenible en el campo ¨Cganader¨ªa y proyectos de desarrollo tur¨ªstico¨C a los j¨®venes que quieran escapar de una vida sin sue?os e iniciar una nueva historia lejos del vecindario.
Comida y v¨ªnculos
En los barrios marginales de la Argentina hay pobreza econ¨®mica y tambi¨¦n soledad y carencias afectivas. El Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Cat¨®lica Argentina (UCA) indica que en el ¨²ltimo trimestre de 2021 la pobreza afect¨® al 43,8% de la poblaci¨®n. Hay 18,4 millones de pobres en el pa¨ªs, de los que seis de cada 10 son ni?os o adolescentes (64,7%).
¡°Cuando reci¨¦n empezamos con el taller de herrer¨ªa, los chicos hac¨ªan cosas y las vend¨ªan. Les iba bien, el profe era piola (agradable), pero igual los pibes dejaban de venir¡±, explica Oberlin. Algunos detestaban que los llamaran ¡°perros del cura¡± y, entonces, abandonaban.
¡°El problema era que terminaban siendo el nerd, el pavot¨®n (tonto) del grupo por estar en la parroquia. Entonces se nos ocurri¨® usar una Play (Station) que nos hab¨ªan donado y con un ca?¨®n (proyector) organizamos un campeonato en pantalla gigante. Ah¨ª empezaron a venir todos a los talleres. Cuando logr¨¢s un v¨ªnculo afectivo son m¨¢s las posibilidades¡±, confirma el sacerdote.
El cura est¨¢ convencido que hay que escuchar a la gente pero tambi¨¦n animarse a proponer. Da ejemplos. ¡°Cuando reci¨¦n empezamos y no hab¨ªa nada, un seminarista iba con un par de amigos a la villa. Llevaban unos pollos, una bolsa de carb¨®n, una parrillita y una gaseosa y se paraban en la esquina donde estaban los chicos dados vuelta (muy drogados). Se pon¨ªan a asar los pollos y cuando estaban listos, les preguntaban si quer¨ªan una presita. Hab¨ªan estado ah¨ª dos o tres d¨ªas consumiendo, muertos de hambre. A partir de entonces se empez¨® a generar un v¨ªnculo y vinieron los primeros chicos de esa villa¡±, cuenta Oberlin, con el ruido del ventilador de fondo en el comedor parroquial.
El sacerdote, un excelente narrador que se disculpa a cada rato por irse ¡°por las ramas¡±, apunta que tiempo despu¨¦s surgi¨® el proyecto Angelelli ¨CEnrique Angelelli fue un obispo cat¨®lico comprometido con los pobres, asesinado por la ¨²ltima dictadura militar, declarado m¨¢rtir y beato¨C, un comedor solidario donde voluntarios y j¨®venes residentes de los albergues preparaban y repart¨ªan alimentos entre los consumidores de paco.
¡°Les dejaban comida y los chicos dec¨ªan: ¡®?Y esto qu¨¦ es? Ya sab¨ªamos que se hab¨ªa muerto un par porque no com¨ªan por efecto de el paco, que no te da hambre, no te da sue?o¡ Por lo menos para que no se murieran¡ Y ah¨ª empezaron a venir¡±, explica el cura.
Punto de equilibrio
El padre Pablo Viola cree que las adicciones van hermanadas con la desmotivaci¨®n. ¡°No son exclusivas de la juventud. Tenemos abuelos que consumen¡±, ejemplifica. Generaciones familiares de adictos.
Para estar cerca de las necesidades, la parroquia impulsa un centro barrial o un espacio en el que ¡°se recibe la vida como viene¡±. All¨ª se intenta atender la complejidad y acompa?ar. ¡°Las respuestas lineales, en las que el otro lo resuelve todo, me parece que no funcionan. Sirven para la foto pero no a largo plazo¡±, reflexiona Viola.
El camino para ayudar es hacer comunidad en los barrios, construir junto con la gentePablo Viola, p¨¢rroco de Jesucristo Salvador del Mundo del barrio Comercial (C¨®rdoba, Argentina)
Desde la iglesia tejen redes con instituciones de salud, educativas o sociales y gestionan granjas para acoger a j¨®venes con adicciones, donde los internos se acompa?an entre s¨ª en un trabajo por parejas.
La pregunta del mill¨®n en todos los proyectos es cu¨¢l es la mejor manera de colaborar. Para Oberlin es necesaria la ayuda m¨¢s inmediata, pero opina que es dif¨ªcil encontrar el punto de equilibrio. ¡°?Hasta d¨®nde ayudar para sostener y cu¨¢nto de esa ayuda se convierte en nociva para el proceso de superaci¨®n o de desarrollo verdadero¡¯¡±, se pregunta. Para Viola, el camino es ¡°hacer comunidad¡± en los barrios, construir junto con la gente.
Proyectos sostenibles
En estos territorios donde la pobreza estructural suele estar enquistada, la generaci¨®n de empleo genuino es una necesidad urgente. Para explicarlo mejor Oberlin parafrasea al ex presidente Juan Domingo Per¨®n: el trabajo es el gran ordenador de la vida.
¡°El problema del laburo (trabajo) va mucho m¨¢s all¨¢ de la cuesti¨®n econ¨®mica o del oficio; pod¨¦s impulsar un emprendimiento sustentable con chicos que sean capaces de sostenerlo, pero si no pueden cumplir horario y ciertos par¨¢metros, se complica. Son cosas que parecen obvias pero hay changos (chicos) que han ido uno o dos a?os a la primaria y despu¨¦s nunca m¨¢s. Se les consigue trabajo y lo pierden a las dos semanas; no es que no est¨¦n capacitados sino que hay cosas que no tienen incorporadas, que no son naturales sino adquiridas, como aprender a levantarse a un horario¡±, ejemplifica Oberlin.
Pese a los altibajos, las iniciativas de Mundo M¨¹ller no paran. Si se caen, se levantan o se reinventan. La Fundaci¨®n teji¨® una alianza con Lucas Recalde, fundador de C3 Construcciones y emprendedor social que construye viviendas sustentables con botellas pl¨¢sticas con la idea de generar un triple impacto: ambiental (reutilizando material), social (da trabajo y techo a gente con necesidades) y econ¨®mico (la obra terminada cuesta hasta el 50% menos que una convencional).
¡°Recalde hab¨ªa hecho experimentos, pero nunca hab¨ªa construido una casa completa por el volumen en cantidad de material. Los chicos empezaron a hacer ladrillos y levantaron la primera casa; aprendieron la t¨¦cnica y empezamos a construir nosotros tambi¨¦n¡±, relata Oberlin.
Estuve un a?o tirado en la calle porque tomaba mucha droga y empec¨¦ a hacer cosas que no ten¨ªa que hacer. Gracias a este lugar pude cambiar mi vidaSergio Colazo, encargado de Madera Pl¨¢stica Mundo M¨¹ller
Sin embargo, sostener el ritmo fue dif¨ªcil y hoy se dedican solo a producir materiales. En el mismo predio de Campo La Ribera donde se preparan los ladrillos ecol¨®gicos se inaugur¨® en 2020 una f¨¢brica de madera pl¨¢stica.
Sergio Colazo, de 36 a?os, es el encargado de Madera Pl¨¢stica Mundo M¨¹ller, que realiza mesas de camping, postes para alambrados y bancos de plaza con material reciclado que donan empresas (tapas de botellas, bidones y zunchos, entre otras cosas). Dirige y ejecuta el proceso de producci¨®n despu¨¦s de haberse rehabilitado en una de las casas albergue del padre Oberlin.
¡°Yo estuve internado por tema de adicciones. Estuve un a?o tirado en la calle porque tomaba mucha droga y empec¨¦ a hacer cosas que no ten¨ªa que hacer. Gracias a este lugar pude cambiar mi vida. Me cas¨¦, ahora estoy en mi casa con mi se?ora y mis hijos y estoy trabajando ac¨¢ porque hice un proceso bueno¡±, cuenta Colazo.
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