¡°El hombre es la peor plaga para el grano¡±
Los llaman ¡°graneros de seguridad alimentaria¡± y se han constituido en distintos pueblos agr¨ªcolas del norte de Ben¨ªn. Pero son mucho m¨¢s que sustento: solo admiten a grupos de mujeres para facilitar as¨ª su independencia econ¨®mica y que puedan ser due?as de sus vidas
¡°Me un¨ª a este proyecto por razones econ¨®micas. El granero nos permite almacenar producci¨®n y venderla m¨¢s tarde a mejor precio y tener as¨ª dinero para la escolarizaci¨®n de nuestros hijos y otros gastos de la familia¡±, explica Jeanne en nombre de sus compa?eras de la aldea de Bongowerou, en la regi¨®n de Borgou, en el norte de Ben¨ªn, cerca de la frontera con Nigeria. Un lugar perdido, de dif¨ªcil acceso por el mal estado de las pistas de tierra que conducen hasta all¨ª.
La construcci¨®n de un simple granero ha cambiado la suerte de Jeanne y tantas otras mujeres de varias aldeas de la zona. Tradicionalmente, los campos donde se cultivan el ma¨ªz, el mijo, el sorgo y, de vez en cuando, algo de arroz, que sirven de base a la alimentaci¨®n de esos pueblos, son propiedad de los hombres. Cuando despu¨¦s de meses de trabajo se recoge la cosecha, los cabezas de familia suelen venderla al momento a precios muy bajos. As¨ª obtienen dinero r¨¢pido con el que comprarse una moto, casarse con una nueva mujer o dilapidarlo en bebida sin ning¨²n remordimiento.
Mientras, ellas se las ven y desean para alimentar a su prole con el poco grano que les queda. Y tienen que luchar contra los roedores e insectos que lo devoran al no contar con lugares seguros para protegerlo. La situaci¨®n se torna dram¨¢tica cuando empieza la nueva estaci¨®n de cultivo: el trabajo en el campo es duro, llegan las primeras lluvias, aumentan los mosquitos y la malaria hace estragos entre la poblaci¨®n, al igual que la malnutrici¨®n y las anemias. Para entonces las familias ya casi no tienen comida en sus casas y se ven obligadas a comprar el mismo cereal que vendieron meses antes a un 70% m¨¢s caro, en muchas ocasiones, empe?¨¢ndose.
Las mujeres de Bongowerou, al igual que las de otras aldeas vecinas, cansadas de esta situaci¨®n acudieron a las Hermanas Esclavas del Coraz¨®n de Jes¨²s que llevan 25 a?os trabajando en la zona, en especial en temas de educaci¨®n, sanidad y promoci¨®n de la mujer. Y ellas respondieron a la demanda.
¡°Probamos primero con un modelo que estuvo de moda en los a?os noventa, sobre todo en Mal¨ª y N¨ªger, que era el de los bancos de cereales¡±, comenta la hermana Lelia Bulacio, la m¨¢s veterana de las cinco religiosas, todas argentinas, que forman la comunidad que habita en la localidad de Kpari, a pocos kil¨®metros de Bongowerou. ¡°Pero despu¨¦s de una prueba y leyendo bibliograf¨ªa de evaluaciones de proyectos en Burkina, N¨ªger y otros pa¨ªses, llegamos a la conclusi¨®n de que esos bancos de cereales significaban una estructura donde la gente guardaba en com¨²n sus granos y se organizaba tambi¨¦n para la venta en com¨²n. Eso supon¨ªa que el m¨¢s espabilado, el vivo de turno, se encargaba de las gestiones y se quedaba con parte de la gerencia, se robaba. Significaba una estructura para la que la gente no estaba preparada¡±.
Fue entonces cuando estas religiosas innovaron con el modelo que hoy se conoce como ¡°graneros de seguridad alimentaria¡±: asociaciones de mujeres que trabajan sus propios campos, no necesariamente en com¨²n, se juntan en peque?os grupos y guardan el fruto de sus cosechas en el granero que las hermanas construyeron. Una parte de lo almacenado es el producto de su trabajo, la otra de haber comprado barato las cosechas de las que los hombres quieren deshacerse lo m¨¢s r¨¢pido posible. Luego, m¨¢s tarde, ellas pueden vender el grano que no necesitan y sacar as¨ª un beneficio.
Antes se ve¨ªa a los ni?os con la barriga hinchada, ahora eso ha desaparecido. Tambi¨¦n la anemia y la malnutrici¨®n
¡°Se pone una fecha de inicio, que es cuando se guardan los granos en el silo, se hace un inventario de cuanto se ha guardado, se echa la llave y no se vuelve a abrir hasta una fecha que suele coincidir con el mes de junio, que es cuando ya falta el cereal y se est¨¢ trabajando en los campos. De ah¨ª las mujeres sacan para vender y para consumir¡±, explica la religiosa. Y prosigue: ¡°Esto significa una gesti¨®n m¨¢s simple, que la pueden hacer ellas mismas, en la que no hay una persona que maneja todo, no dependen de un comit¨¦. Es una estructura muy sencilla, cercana a lo que ellas conocen. Se les facilita un silo, un granero que mantenga los granos en buen estado, se les facilita formaci¨®n y un cr¨¦dito inicial para que compren cereal barato en el momento de la cosecha o para que ellas cultiven m¨¢s y tengan as¨ª una producci¨®n mayor, que no podr¨ªan hacer sin un cr¨¦dito porque tienen que pagar mano de obra, gente que les ayude, y puedan tener un sobrante que les permita hacer un ahorro de la cosecha y de dinero¡±.
¡°Antes se ve¨ªa a los ni?os con la barriga hinchada, ahora eso ha desaparecido. Tambi¨¦n la anemia y la malnutrici¨®n¡±, afirma Myriam. Y su compa?era Marthe a?ade: ¡°Las ventajas no son solo para las mujeres del proyecto. Son para todo el pueblo. Porque ahora todo el mundo puede comprar grano cuando lo necesita¡±.
La iniciativa no se limita al almacenaje de cereales, tiene otros componentes como la formaci¨®n de las beneficiarias en temas de seguridad alimentaria y lucha contra la pobreza. De forma peri¨®dica, las mujeres se re¨²nen para compartir, debatir y recibir nuevas informaciones.
Si es tan bueno para todos, ?por qu¨¦ los hombres no son parte de este proyecto?
Los graneros de seguridad alimentaria que se han constituido en distintos pueblos de la zona ¨²nicamente admiten a grupos de mujeres, los hombres est¨¢n excluidos. Ellas no los quieren cerca. ¡°El problema es que normalmente ellos realizan el cultivo y, cuando recogen el grano, lo venden y se beben el beneficio sacado. Pero, cuando las granjas son de las mujeres, es distinto. Nosotras pensamos en toda la familia, por eso lo almacenamos y con los beneficios que sacamos podemos pagar la escuela de los hijos y hacer frente a otras necesidades¡±, comenta Jeanne, una de las beneficiarias.
¡°S¨ª los hombres se unieran al grupo, sabr¨ªan cu¨¢nto grano tenemos almacenado y querr¨ªan venderlo. Todo lo que se guarda en casa es propiedad del marido¡±, agrega una de sus compa?eras. Y otra afirma: ¡°Si los hombres fueran parte de este proyecto, como tienen necesidad de beber, si tuvieran que romper el granero, lo romper¨¢n sin problema para vender el g¨¦nero y gastarse todo el dinero en bebida¡±. Y una tercera: ¡°Aunque no rompieran el granero, pedir¨ªan pr¨¦stamos a cuenta de lo almacenado, por lo que cuando se abriera tendr¨ªamos que vender todo para que los maridos no vayan a la c¨¢rcel¡±.
¡°El hombre es la peor plaga para el grano, es una plaga mucho m¨¢s letal que las ratas, los roedores o los insectos¡±, concluye Marthe, la m¨¢s anciana de todas las presentes.
No solo de cereal se vive
El granero ayuda a las mujeres a garantizar la alimentaci¨®n de sus familias durante todo el a?o y les facilita un dinero extra con el que pueden hacer frente a los gastos del hogar sin tener que depender de sus maridos. Pero de cereal solo no come una familia. Con ¨¦l se hace la p?te una especie de gachas elaboradas con harina y agua que es pr¨¢cticamente la base de la comida diaria. Sin embargo, es necesario acompa?arla de una salsa que aporte vitaminas y otros nutrientes. ¡°Por eso el granero nos hizo pensar en un huerto donde cultivar nuestros propios vegetales para mejorar la alimentaci¨®n de nuestras familias¡±, asegura Myriam.
Las mujeres volvieron a recurrir a las hermanas para este nuevo proyecto y hace cinco a?os empezaron a trabajar en un huerto. Una iniciativa que se ha replicado en otras aldeas de los alrededores de Kpari. En Bongowerou, el terreno que les han cedido tiene una extensi¨®n de cuatro hect¨¢reas. ¡°Cada mujer tiene su propia parcela que cultiva para el consumo propio y para poder vender. Los hijos suelen ayudarlas despu¨¦s de la escuela¡±, explica la hermana Bulacio. El conjunto de las huertas est¨¢ rodeado de una cerca para protegerlo de los animales. Cada a?o, tras las lluvias, hay que reconstruirla. Por eso las beneficiarias del proyecto han decidido contratar mano de obra que les construya un muro nuevo con materiales m¨¢s duraderos que no necesite de continua reparaci¨®n. S¨ª, ahora las mujeres pueden hacer eso, contratar hombres que les ayuden con las labores m¨¢s duras del campo o realicen cualquier trabajo que necesiten. Una peque?a revoluci¨®n que demuestra el poder y la independencia que ellas han adquirido con este proyecto.
Hay una disputa continua por el agua con los pastores: el ganado que baja a beber en las proximidades de las huertas de las mujeres, entran y destruyen lo plantado
Pero no todo es tan f¨¢cil. Existe un fuerte problema con los pastores peuls. Una disputa continua por el agua. El ganado que baja a beber en las proximidades de las huertas, entran en esas y destruyen lo plantado, si no hay cercado. Por eso, las hermanas intentan conseguir fondos para construir un peque?o dique que almacene agua suficiente para garantizar el riego y el abrevadero de las bestias, as¨ª todo el mundo podr¨ªa convivir en armon¨ªa.
Tambi¨¦n tienen pendientes las religiosas la ¨²ltima petici¨®n de las mujeres. ¡°Tecnificar un poco el tema de las cosechas porque se pierde gran parte de ellas en la manipulaci¨®n para extraer el grano. Al golpear las espigas de ma¨ªz, mijo, sorgo o arroz se pierde gran cantidad. Si se contase con una m¨¢quina (una trilladora), o el dinero para alquilarla, se podr¨ªa recuperar todo el cereal que las mujeres cosechan y que no lo pierdan en esta mala o precaria manipulaci¨®n¡±, declara Bulacio. Y una voz agrega al vuelo: ¡°Tambi¨¦n nos hacen falta triciclos [peque?os motocarros para el transporte de mercanc¨ªas] para poder llevar los productos al mercado y as¨ª vender m¨¢s¡±.
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