El amargo Ramad¨¢n de Hayar y Najwa en Gaza: ¡°La guerra ya lleva meses oblig¨¢ndonos a ayunar¡±
Desplazadas, hambrientas y atemorizadas, las familias de la Franja, diezmadas por cinco meses de bombardeos israel¨ªes, viven este mes sagrado musulm¨¢n como un periodo de luto y angustia ante un futuro muy incierto
El sol se pone en Gaza. Hayar Taleb (nombre ficticio) se gu¨ªa por su reloj para saber cu¨¢ndo termina exactamente el d¨ªa de ayuno y se da cuenta de cu¨¢nto echa de menos tener a mano un d¨¢til, lo primero que comen los palestinos durante el mes de Ramad¨¢n tras una jornada sin ingerir l¨ªquidos ni alimentos. Una gran tristeza la invade. Actualmente, en Gaza estos frutos se encuentran a duras penas y a precios fuera del alcance de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n. ¡°Este Ramad¨¢n no se parece a nada que hayamos vivido antes. La guerra ya lleva meses oblig¨¢ndonos a ayunar y a hacer solo una comida al d¨ªa¡±, explica esta mujer de 40 a?os a este diario por mensajes de WhatsApp.
Cuando cae la tarde durante el Ramad¨¢n, el mes sagrado para los musulmanes de todo el mundo, en las ciudades y pueblos palestinos suena el inconfundible ca?onazo que anuncia que las familias ya pueden reunirse para compartir el iftar, una copiosa cena que pone fin al ayuno y est¨¢ cargada de tradici¨®n y simbolismo. Pero este a?o en Gaza, el ¨²nico ruido sigue siendo el de los drones israel¨ªes, solo interrumpido por el de las bombas y proyectiles. ¡°?Lo oyes? D¨ªa y noche as¨ª¡±, dice Taleb en sus mensajes de audio que tienen como fondo este runr¨²n.
Tambi¨¦n otros a?os a esta hora, de la cocina de esta familia sal¨ªa el aroma de las especias del maqluba, del musakhan y de otros guisos palestinos. En la mesa hab¨ªa adem¨¢s sopas, ensaladas, frutas, zumos y dulces. ¡°Esta noche comeremos alubias en lata. Y nada m¨¢s¡±, zanja. Las 40 personas, todos parientes m¨¢s o menos cercanos, que viven desde hace meses hacinadas en un min¨²sculo apartamento en la ciudad de Rafah, en el sur de la Franja, llevan ya semanas aliment¨¢ndose a base de alubias, guisantes y at¨²n enlatado. Pero es Ramad¨¢n. ¡°Caes m¨¢s que nunca en la cuenta de nuestra situaci¨®n miserable y de que no sabemos qu¨¦ va a pasar con nosotros¡±, explica, angustiada, Taleb.
Llevamos m¨¢s de cuatro meses sin comer pollo, carne roja o pescado. Esto no es normal.Hayar Taleb, madre de familia de Gaza
Seg¨²n cifras de la ONU, 1,7 millones de gazat¨ªes, es decir el 75% de la poblaci¨®n de la Franja, se han tenido que desplazar desde el 7 de octubre, cuando el movimiento islamista palestino Ham¨¢s llev¨® a cabo unos sangrientos ataques en Israel, que, seg¨²n fuentes oficiales, se saldaron con la muerte de unas 1.200 personas y el secuestro de m¨¢s de 200. La respuesta militar israel¨ª, que sigue hasta hoy, ha provocado la muerte de al menos 31.000 palestinos y ha causado heridas a unas 73.000 personas, seg¨²n cifras del Ministerio de Salud de Gaza, controlado por Ham¨¢s.
¡°No hay dinero, no hay ¨¢nimo, no hay comida y no hay espacio material para celebrar un iftar¡±, agrega Taleb. Cada Ramad¨¢n, la familia se preparaba para estas semanas de ayuno y oraci¨®n, pero tambi¨¦n de alegr¨ªa: se compraban ropa nueva, engalanaban la casa, pon¨ªan luces en las fachadas y se reun¨ªan en torno a la mesa, invitando a menudo a parientes y amigos a compartir esta comida del atardecer. Pero en este diminuto apartamento de Rafah, las paredes est¨¢n desnudas y las 40 personas malcomen en el suelo, sobre colchones o de pie.
Un Ramad¨¢n de luto
Antes del 7 de octubre, Taleb y su esposo viv¨ªan en un apartamento en el centro de Ciudad de Gaza, justo encima del de los padres de esta mujer. Hoy, el edificio est¨¢ en ruinas. Ambos trabajaban y ten¨ªan una vida de clase media, sin lujos, pero sin dificultades excesivas. ¡°Llevamos m¨¢s de cuatro meses sin comer pollo, carne roja o pescado. Esto no es normal¡±, lamenta esta mujer. ¡°No hemos podido cocinar ning¨²n plato t¨ªpico de Ramad¨¢n porque no tenemos c¨®mo comprar la mayor¨ªa de los alimentos tradicionales. Bien no hay, bien no podemos pagarlos. El otro d¨ªa me pidieron cinco d¨®lares (4,5 euros) por tres huevos y 50 (45 euros) por un kilo de carne. Nos queda algo de dinero, pero tenemos que racionarlo¡±, explica.
En la mesa de Taleb tampoco habr¨¢ qatayef, el postre oficial del Ramad¨¢n, unas empanaditas dulces, normalmente rellenas de crema o nueces con miel. Se venden en puestos por la calle y se compran por docenas. Un iftar sin qatayef es como una Navidad sin turr¨®n. ¡°No hemos podido hacerlos en casa ni comprarlos. Tampoco he visto que nadie estuviera vendiendo por aqu¨ª cerca. No habr¨¢ nada dulce en la mesa¡ en el sentido literal y figurado de la palabra¡±, resopla esta mujer, refiri¨¦ndose a la grave situaci¨®n humanitaria de la Franja.
Durante el Ramad¨¢n, es normal que los musulmanes den alimentos a quien no tiene y hagan obras de caridad. Pese las dificultades, Taleb lleva semanas organizando colectas entre amigos y conocidos en el extranjero para construir tiendas de campa?a en Rafah, donde hay mucha gente viviendo en la calle. ¡°Pero los toldos y la madera para la estructura cada vez est¨¢n m¨¢s caros. En noviembre, fabricar una carpa austera costaba 100 d¨®lares, ahora pasa de los 350¡±, explica.
A 25 kil¨®metros de distancia de Rafah en direcci¨®n norte, en el campo de refugiados de Nuseirat, Najwa Abu Ahmed (nombre ficticio) ha preparado una cena para romper el ayuno que tampoco se parece en nada a un iftar y que no cambia gran cosa con respecto a los d¨ªas precedentes. ¡°Hemos perdido el esp¨ªritu de Ramad¨¢n. No hay encuentros familiares, no hay plegarias, solo hay miedo, bombas y muerte. Son d¨ªas de luto. ?C¨®mo puedo celebrar Ramad¨¢n si tengo parientes que han fallecido y mis hermanas y hermanos est¨¢n viviendo en tiendas de campa?a porque sus hogares han sido bombardeados?¡±, se pregunta esta profesora, de 42 a?os, en mensajes de voz de WhatsApp.
Hemos perdido el esp¨ªritu de Ramad¨¢n. No hay encuentros familiares, no hay plegarias, solo hay miedo, bombas y muerte. Son d¨ªas de luto.Najwa Abu Ahmed, palestina de Gaza
Abu Ahmed, su esposo y sus tres hijos volvieron hace poco a su vivienda parcialmente destrozada en Nuseirat, tras haber pasado semanas en Rafah, hacinados en el apartamento de unos amigos. ¡°Israel anunci¨® una operaci¨®n terrestre en el sur y decidimos marcharnos a casa. Aprovechamos un corredor anunciado por el ej¨¦rcito israel¨ª y no nos ocurri¨® nada¡±, explica Abu Ahmed. Ahora son 10 personas bajo el mismo techo, porque han recibido a una hermana de Abu Ahmed y a sus hijos, cuya vivienda en la localidad de Jan Yunis fue bombardeada. En la zona hay dos familias m¨¢s. El resto son casas vac¨ªas o convertidas en ruinas.
T¨¦ sin az¨²car y pan seco
La familia lleva semanas comiendo una vez al d¨ªa y en su men¨² hay lentejas, conservas y en el mejor de los casos alguna verdura que encuentran en los puestos callejeros de algunos comerciantes. ¡°Mi marido sali¨® esta ma?ana a ver qu¨¦ consegu¨ªa. Siempre uno de los dos se queda con nuestros hijos. Y finalmente he hecho berenjenas con patatas. El kilo de berenjenas nos cost¨® cinco d¨®lares (4,5 euros) y el de patatas cuatro (3,6 euros)¡±, explica, calculando que es el triple de lo que pagaban antes de octubre. ¡°Y despu¨¦s de tantas semanas de guerra se nos ha acabado el efectivo. Cuando alg¨²n familiar o conocido nos env¨ªa dinero del extranjero, podemos ir a una oficina de cambio o al mercado negro, pero se llevan una comisi¨®n importante. Todo son dificultades¡±, suspira.
Para el suhur, el desayuno que se toma antes del amanecer durante Ramad¨¢n, esta madre palestina prepar¨® t¨¦ y un poco de pan seco con zaatar, una mezcla de especias y hierbas arom¨¢ticas como tomillo y or¨¦gano. ¡°T¨¦ sin az¨²car¡±, interviene Mustaf¨¢, su esposo. ?l no est¨¢ ayunando este a?o. ¡°Al¨¢ no lo tendr¨¢ en cuenta, despu¨¦s de todo lo que estamos viviendo¡±, dice. Todos los musulmanes que han alcanzado la pubertad, salvo las mujeres embarazadas, enfermos y alguna otra excepci¨®n, respetan el ayuno y la oraci¨®n del mes de Ramad¨¢n, uno de los cinco pilares del islam.
¡°Los ni?os son quienes m¨¢s me preocupan. Est¨¢n comiendo mal y no tienen c¨®mo entretenerse. No hay colegio, no hay apenas conexi¨®n a internet, no tienen amigos cerca¡¡±, lamenta Abu Ahmed. En Nuseirat hay menos comida, en cantidad y en variedad, seg¨²n esta familia, porque la escasa ayuda humanitaria que entra en Gaza desde el paso de Rafah, lim¨ªtrofe con Egipto, se queda sobre todo en el sur. ¡°Las noticias dicen que hay gente muriendo de hambre en el norte, pero en el centro y en el sur tambi¨¦n ocurre. ?Qu¨¦ est¨¢n comiendo nuestros ni?os y nuestros abuelos? Solo cosas enlatadas, nada fresco. Esto es impensable, es un desastre¡±, solloza esta mujer.
Tras el frugal iftar, la familia realiza la oraci¨®n del tarawih, la plegaria de la noche. En Gaza muy pocas mezquitas siguen llamando a los fieles. La mayor¨ªa est¨¢n en ruinas o se han convertido en refugios para desplazados. ¡°Y las que siguen abiertas, cierran cuando cae la noche porque temen los bombardeos israel¨ªes. Durante el d¨ªa, algunos hombres se aventuran a rezar en las mezquitas o en lo que queda de ellas, pero es peligroso. Nosotros rezamos en casa¡±, explica Abu Ahmed. ¡°Aunque finalmente, todos los lugares en Gaza son peligrosos. Y no sabemos qu¨¦ va a ocurrir en los d¨ªas venideros, ahora que parece que no hay esperanzas de una tregua inminente¡±.
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