Med Lemine Rajel, cineasta mauritano: ¡°Nuakchot es ¨²nica: ni tradicional ni moderna, ni n¨®mada ni sedentaria¡±
El joven artista se ha propuesto desentra?ar, a trav¨¦s de sus habitantes, los finos hilos que mueven una ciudad que era un pu?ado de caba?as de madera hace 65 a?os y hoy ronda los 1,5 millones de personas
Como si fuera la cueva de un hechicero, el estudio de Mohamed Lamine Rajel en Nuakchot, la capital de Mauritania, est¨¢ poblado por artilugios m¨¢gicos. De los cajones asoman, curiosas, c¨¢maras y objetivos y en las paredes observan atentos reflectores y decorados. Es aqu¨ª donde este talentoso cineasta de 34 a?os mezcla los ingredientes de sus p¨®cimas audiovisuales, les da forma y alumbra. Autor ya de un pu?ado de cortos, est¨¢ empe?ado en desentra?ar, a trav¨¦s de quienes la habitan, los finos hilos que mueven su ciudad, de apariencia hostil, como nunca han sido revelados. ¡°Hago cine porque es lo ¨²nico que me hace llorar¡±, asegura. A Med, su nombre art¨ªstico, le apasiona la alquimia de transformar su mundo en algo bello que contar. Su varita es su c¨¢mara.
Su primer contacto con este arte naci¨® en su cabeza. ¡°Mi abuela me contaba historias antes de dormir y yo las traduc¨ªa a im¨¢genes¡±, recuerda. Reun¨ªa durante cuatro d¨ªas el dinero para pagar la entrada del ¨²nico cine que exist¨ªa en Nuadib¨², su ciudad natal, y se atiborraba de pelis infantiles y del on¨ªrico imaginario de Bollywood. No es de extra?ar que pronto se comprara su primera c¨¢mara de fotos de usar y tirar. Tras pasar por una escuela cor¨¢nica y terminar los estudios secundarios, lleg¨® el momento esperado: trasladarse a Nuakchot. ¡°Con 17 a?os aquello fue un sue?o, supon¨ªa ir a la ciudad donde hab¨ªa de todo y donde todo era posible¡±, comenta.
Comenz¨® a estudiar Sociolog¨ªa en la Universidad, pero pronto empez¨® a trabajar para poder dejar la casa familiar y pagarse una habitaci¨®n donde dar rienda suelta a sus sue?os. ¡°Me interesaba la m¨²sica, la danza, el arte, el hip hop, la poes¨ªa y por supuesto el cine¡±, explica. ¡°Entr¨¦ en contacto con una juventud que ten¨ªa mucha energ¨ªa. En 2009 empec¨¦ a cubrir la actividad cultural de Nuakchot con mi primera c¨¢mara de verdad y en 2011 particip¨¦ como actor en mi primera pel¨ªcula. Para m¨ª, era el para¨ªso¡±. Nac¨ªa as¨ª una conexi¨®n con la ciudad que le acogi¨® y, al mismo tiempo, el ansia por contar su historia, sus desaf¨ªos y contradicciones. Como cineasta, pero tambi¨¦n como productor o periodista.
A finales de los a?os cincuenta, Nuakchot era apenas un pueblito rodeado de mar y arena. Sin embargo, Moctar Ould Daddah, padre de la independencia mauritana, lo escogi¨® para fundar la capital del pa¨ªs. Desde entonces, la ciudad ha vivido una impresionante transformaci¨®n acrecentada por la llegada de cientos de miles de personas del interior, pastores y guerreros, pero tambi¨¦n notables eruditos. ¡°Cuando piensas en una ciudad moderna se te viene a la cabeza Dakar, Casablanca o Dubai, no Nuakchot. Pero tampoco es tradicional. Est¨¢ habitada por poblaci¨®n sedentaria, pero vivimos como n¨®madas. Es una ciudad ¨²nica. Yo tengo una historia de amor con ella, aunque no mucha gente la quiere, solo los artistas¡±, asegura. Como Roma, Par¨ªs o Nueva York, la capital mauritana tambi¨¦n necesita quien le cante.
En nuestra cultura un hombre que llora es una expresi¨®n de debilidad. Y a m¨ª el cine, cuando me parece bello, me hace llorar
Hace unos a?os, Med se uni¨® al antrop¨®logo dan¨¦s Christian Vium, otro enamorado de Nuakchot que ha dedicado media vida a desentra?ar su esencia, para llevar al cine el proyecto Historias de una ciudad n¨®mada. Mientras tanto, sigue asomando su c¨¢mara a sus retos: el agua, los j¨®venes, el medio ambiente o la dif¨ªcil relaci¨®n entre las comunidades que existe en su pa¨ªs. Pero en todas estas iniciativas, de una manera o de otra, la protagonista es siempre la misma, una ciudad de la que sus habitantes escapan cada vez que pueden para reencontrarse con el desierto, un viejo pueblito de caba?as de madera al que le nacieron calles y aceras y edificios y tiendas que, d¨¦cada tras d¨¦cada, se ha ido convirtiendo en hogar de unos 1,5 millones de personas.
¡°El arte es belleza, pero tambi¨¦n una herramienta de cambio. Hay cosas de nuestra sociedad o de nuestra pol¨ªtica que no nos gustan y tenemos que contarlas. Existe una imagen muy negativa de ?frica en general y de Mauritania en particular, hay esclavitud, conflictos o emigraci¨®n, pero tambi¨¦n hay cosas positivas que casi siempre se desconocen porque muchos artistas africanos no pueden viajar ni salir al mundo con su obra. Yo tengo la suerte de hacerlo, pero no quiero irme, quiero quedarme y contar desde aqu¨ª para nuestros j¨®venes¡±, asegura Med. Para ello ha incluido entre sus objetivos el de construir un cine en Nuakchot. ¡°A finales de los a?os ochenta hab¨ªa 24 salas en esta ciudad, hoy no hay ninguna comercial, tan solo la del Instituto Franc¨¦s. Hay semanas que no hay ninguna actividad cultural en Nuakchot, y creo que una sociedad como esta tiene un gran problema¡±, comenta.
¡°En nuestra cultura un hombre que llora es una expresi¨®n de debilidad. Y a m¨ª el cine, cuando me parece bello, me hace llorar. Por eso me dedico a ello, para intentar transformar las cosas que pasan a nuestro alrededor en algo bonito¡±, comenta. Entre sus referentes africanos, destaca a los realizadores senegaleses Ousmane Sembene o Moussa Tour¨¦, el mauritano Med Hondo, el chadiano Mahamat Saleh Haroun o la franco-senegalesa Mati Diop. ¡°Me encanta tambi¨¦n el cine sudan¨¦s o iran¨ª, como el de Abass Kiarostami, Jafar Panahi, Asghar Farhadi o Panah Panahi¡±. En Occidente, cita al portugu¨¦s Pedro Costa, el alem¨¢n Wim Wenders, el dan¨¦s Vinterberg, el estadounidense Martin Scorsese o el italiano Paolo Sorrentino.
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