¡°Tras la puesta de sol, mis hijas tienen que ir al ba?o custodiadas por su hermano¡±: la vida de las refugiadas sudanesas en el campo de Gorom
Tras llegar al campamento, en Sud¨¢n del Sur, las mujeres se enfrentan a deficientes servicios de salud, a la falta de seguridad y a la imposibilidad de estudiar
Mariam Zakaria Ahmed huy¨® de la guerra de Darfur en 2003, despu¨¦s de presenciar el brutal asesinato de su padre, su hermano y su t¨ªo. Esta sudanesa acab¨® como desplazada en Jartum con su marido y sus cinco hijos, aunque el resto de su familia escap¨® a Chad. Durante dos d¨¦cadas, permanecieron en la capital, hasta que su vida volvi¨® a dar un vuelco. ¡°Nunca pens¨¦ que tendr¨ªa que volver a huir de la guerra¡±, confiesa.
Cuando el conflicto entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF, por sus siglas en ingl¨¦s) y las paramilitares Fuerzas de Apoyo R¨¢pido (RSF, en ingl¨¦s) se deterior¨® hasta convertirse en una guerra civil en toda regla en abril de 2023, Ahmed volvi¨® a vivir el trauma que hab¨ªa sufrido 20 a?os antes. Despu¨¦s de un angustioso viaje de 978 kil¨®metros desde Omdurman, a las afueras de Jartum, hasta Yuba (la capital sursudanesa) a trav¨¦s del paso fronterizo de Renk, en autob¨²s, coche y cualquier medio de transporte que pudo encontrar, lleg¨® con sus hijos al campo de Gorom. Pero Ahmed pronto descubri¨® que no era la panacea que hab¨ªa imaginado.
Situado a 24 kil¨®metros al oeste de Yuba, el campo de Gorom, compuesto por decenas de tiendas blancas que se extienden por una llanura de tierra anaranjada salpicada por matorrales, se construy¨® originalmente en 2010 para acoger a unos 2.000 refugiados de Etiop¨ªa que hu¨ªan del conflicto en la regi¨®n de Gambella. En la actualidad, alberga a unos 14.000 refugiados, 10.000 de ellos sudaneses, seg¨²n datos de la ONG Peace Wings America, que trabaja en el campo.
Ni siquiera las mujeres adultas cruzamos este campo para ir al mercado cuando oscurece, a menos que estemos acompa?adasGisma Awad, refugiada
Las mujeres se enfrentan a retos particulares en este campo, principalmente relacionados con los deficientes servicios de salud y de saneamiento, pero tambi¨¦n con la seguridad o el dif¨ªcil acceso a la educaci¨®n. ¡°Solo nos han suministrado kits de dignidad, que contienen compresas, bragas, sujetadores, desodorante, jab¨®n y una maquinilla de afeitar, una vez desde que llegamos en septiembre¡±, afirma Gisma Awad, de 40 a?os. ¡°La cantidad era insuficiente. La mayor¨ªa de las mujeres usan ahora compresas de tela lavables cuando menstr¨²an¡±.
Awad est¨¢ casada y tiene seis hijos de entre tres y 19 a?os, incluidas dos chicas adolescentes. Por esa raz¨®n, la seguridad es una gran preocupaci¨®n para ella, ya que el campo no est¨¢ vallado y no hay m¨¢s que una comisar¨ªa de polic¨ªa en el mercado, a cinco minutos de distancia. ¡°Despu¨¦s de la puesta de sol, mis hijas tienen que ir custodiadas por su hermano si necesitan ir al ba?o. Ni siquiera las mujeres adultas cruzamos este campo para ir al mercado cuando oscurece, a menos que estemos acompa?adas¡±, a?ade. Hace aproximadamente un mes, dos mujeres fueron atacadas una noche por ¡°asaltantes desconocidos¡±, que se cree que eran ladrones, relata. Aunque dice que no conoce otros casos, est¨¢ intranquila porque en el campo hay muchos m¨¢s hombres que mujeres.
Seg¨²n Gisma Abakr, que lleva en Gorom con su marido desde junio y es miembro del comit¨¦ de coordinaci¨®n responsable de los asuntos de mujeres y ni?os, ir a buscar agua supone un peligro especial para las embarazadas. ¡±El campamento dispone de cinco bombas de agua, pero los refugiados sudaneses ¨²nicamente tienen acceso a dos de ellas. La mayor¨ªa de las familias compran agua potable por unos 80 centavos de d¨®lar (unos 75 c¨¦ntimos de euro) por bid¨®n, frente a los 45 centavos que costaba hace solo un mes¡±, comenta Abakr, de 29 a?os. ¡°Como el tipo de cambio se ha desplomado frente al d¨®lar, los precios de las necesidades b¨¢sicas han subido¡±, a?ade. Las mujeres y las ni?as deben caminar hasta dos kil¨®metros para buscar agua. ¡°Esto provoc¨® ocho abortos espont¨¢neos el mes pasado, cuando las embarazadas hac¨ªan ese extenuante viaje¡±, prosigue Abakr, que no tiene hijos.
Because of the war in Sudan, neighboring countries are experiencing one of the largest humanitarian and displacement crises in the world.
— UNHCR East, Horn of Africa and Great Lakes (@RefugeesAfrica) May 10, 2024
Here are 3 things to know about South Sudan, where people fleeing Sudan are arriving. pic.twitter.com/cCAFhfWYj0
Sin posibilidad de estudiar
Para las mujeres m¨¢s j¨®venes y las ni?as en edad escolar, Gorom es el lugar donde muchas de sus esperanzas y sue?os quedan enterrados. Abakr explica que solo hay una escuela primaria disponible para ni?as y ni?os, que asisten a sesiones de ma?ana o tarde. ¡°No hay futuro para esos ni?os, muchos de los cuales no pudieron matricularse debido al enorme n¨²mero de alumnos¡±, se lamenta Abakr. Aunque las leyes de Sud¨¢n del Sur permiten a los refugiados asistir a las escuelas locales, la mayor¨ªa no pueden hacerlo debido a la larga distancia desde el campamento.
Las hermanas Saria y Asma Abakr, que llevan en Gorom desde octubre, comparten su decepci¨®n por la falta de instalaciones educativas. Saria, de 25 a?os, estudiaba Educaci¨®n F¨ªsica en la Universidad de Sud¨¢n cuando estall¨® la guerra. Su esperanza es terminar la carrera en Yuba, pero nunca podr¨¢ hacerlo sin una beca completa que cubra la matr¨ªcula y los gastos de manutenci¨®n, ya que la educaci¨®n superior podr¨ªa llegar a costar la prohibitiva cifra de 1.000 d¨®lares (922 euros) al a?o.
Asma, de 14 a?os, ni siquiera puede permitirse el lujo de aspirar a terminar el bachillerato. Las dos se quejan de la falta de espacios exclusivos para mujeres o de cursos de formaci¨®n profesional como costura, panader¨ªa o fabricaci¨®n de jab¨®n, para que puedan aprender algo con lo que ganarse la vida.
Sin asistencia m¨¦dica
A mediod¨ªa, el campo parece tranquilo. Ni?os y j¨®venes van a buscar agua a una de las bombas. Algunas tiendas est¨¢n abarrotadas de familias de refugiados no registrados. Solo dos lavabos dan servicio a bloques de 10 o 15 tiendas, y uno de ellos no suele funcionar. A la dureza de vivir en estas condiciones, los habitantes de Gorom a?aden las dificultades para acceder a atenci¨®n m¨¦dica.
Gisma Awad cuenta que solamente hay una ambulancia para transportar los casos urgentes al hospital universitario de Yuba, a unos 13 kil¨®metros del campo. ¡°Con una sola cl¨ªnica que atiende a toda la comunidad, los enfermos deben hacer fila durante horas para hacerse un chequeo o recibir analg¨¦sicos o medicamentos contra la malaria y la fiebre tifoidea¡±, explica Awad, que a?ade que cualquier otro f¨¢rmaco debe adquirirse en farmacias fuera del campo y el coste no est¨¢ cubierto.
La importancia del registro
¡°Llevamos aqu¨ª desde febrero, pero a¨²n no estamos registrados¡±, afirma la refugiada Mariam Zakaria Ahmed. Este tr¨¢mite ante el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) es necesario para tener derecho a alojamiento y a la tan necesaria ayuda humanitaria. Pero durante los ¨²ltimos tres meses, Ahmed ha dependido de lo poco que ten¨ªa y de la amabilidad de personas desconocidas del campamento. Mahasin Ali, de 25 a?os, huy¨® de la guerra desde Nyala, en Darfur, donde estudiaba Medicina, y lleg¨® a Gorom a finales de marzo. No est¨¢ registrada a¨²n, y los administradores le han dicho que el tr¨¢mite est¨¢ cerrado por ahora, cuenta. ¡°Desde que llegu¨¦, no he recibido nada del campo. Doy gracias a Dios por las otras refugiadas que me acogieron en sus tiendas. Si no fuera por ellas, no tendr¨ªa un hogar aqu¨ª¡±, dice. Su ¨²nica esperanza es encontrar la forma de volver a la universidad en Yuba.
¡°Cuando uno se registra, le dan harina de trigo, lentejas, sal y medio litro de aceite como primera ayuda¡±, explica Saif Eldeen Mohamed, de 26 a?os. Mohamed es miembro del comit¨¦ de coordinaci¨®n de los refugiados, un ¨®rgano voluntario creado por los refugiados sudaneses en el campamento, encargado de servir de enlace entre ellos y las organizaciones de ayuda. ¡°Tras obtener la tarjeta, recibe unas 1.510 libras sursudanesas al mes, que equivalen a aproximadamente a 10 d¨®lares, pero no es suficiente para cubrir las necesidades b¨¢sicas¡±.
Mohamed, que lleg¨® a Gorom en junio del a?o pasado, asegura que hay ¡°un problema administrativo¡±. Hay muchas organizaciones dispuestas a ayudar, pero critica que hay poca coordinaci¨®n entre los tres principales organismos que gestionan el campo: ACNUR, la Comisi¨®n para Asuntos de los Refugiados (CRA, por sus siglas en ingl¨¦s), dirigida por el Gobierno, y la ONG cristiana interconfesional ACROSS.
Los refugiados registrados reciben unos 10 d¨®lares al mes, dependiendo del tipo de cambio, pero no es suficiente para cubrir las necesidades b¨¢sicasSaif Eldeen Mohamed, miembro del comit¨¦ de coordinaci¨®n de los refugiados
El jefe del comit¨¦ de coordinaci¨®n, Abdullatif Ragig, afirma que Gorom acoge a ¡°10.000 refugiados sudaneses registrados y a un n¨²mero estimado de 500 que no lo est¨¢n¡±. La mayor¨ªa de ellos, dice, proceden de Darfur ¡ªdonde los testimonios y los expertos alertan de que las masacres de civiles pueden constituir un genocidio¡ª, y son en particular de tres grupos ¨¦tnicos, los zagawa, los masalit y los fur. El campo tambi¨¦n acoge a solicitantes de asilo de Etiop¨ªa, Congo, Burundi y Uganda, que se calcula que son unos 250.
Seg¨²n datos de ACNUR a 30 de abril, hab¨ªa en todo el pa¨ªs 457.317 refugiados registrados, de los cuales 432.714 proven¨ªan de Sud¨¢n. Desde el inicio de la guerra, hace un a?o, Sud¨¢n del Sur ha recibido a 640.000 personas que hu¨ªan del pa¨ªs vecino, una media de 1.800 al d¨ªa. El propio Ragig, de 35 a?os, es uno de ellos: procede de la zona de Al Jabel, en la ciudad de El Fasher, en Darfur Norte. Huy¨® con su mujer, su hijo y su hija y dos hermanos peque?os en junio de 2023, y lleva en Gorom desde entonces.
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