Angela Wachuka, editora keniana: ¡°Queremos que las bibliotecas sean espacios de acceso democr¨¢tico a la informaci¨®n¡±
Book Bunk, la iniciativa de la que es cofundadora, trata de remodelar espacios p¨²blicos de lectura en Nairobi y reapropiarse de la cultura y de los archivos hist¨®ricos
En la biblioteca de Eastlands se respira calma. Fuera, en el barrio de Makadara de Nairobi, la capital de Kenia, hay ajetreo de boda bodas (motos de reparto y transporte), negocios varios y peatones sorteando coches ante la falta de aceras, pero dentro el ¨²nico ruido es el de los teclados de ordenador y los pasos suaves del personal que clasifica libros. Dentro, y en voz baja, habla Angela Wachuka (nacida en Nairobi, prefiere no revelar su edad), cofundadora de Book Bunk, una organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro que promueve la ¡°reapropiaci¨®n¡± de los archivos hist¨®ricos y de la cultura de su pa¨ªs. Empezaron siendo dos mujeres del mundo de la cultura empe?adas en hacer accesibles bibliotecas creadas durante la dominaci¨®n brit¨¢nica que, en algunos casos, no dejaron acceder a los kenianos negros hasta los a?os sesenta, y hoy son 21 empleados que se financian con una mezcla de donaciones filantr¨®picas y patrocinios de empresas. El equipo de Wachuka y su cofundadora, Wanjiru Koinange, digitalizan documentos y libros hist¨®ricos, pero tambi¨¦n recopilan historias orales de vecinos y, en sus tres bibliotecas reformadas, incluyen lo que les piden las comunidades de alrededor: internet gratuito, extraescolares para ni?os o proyecciones de pel¨ªculas.
Pregunta. Wanjiru Koinange y usted suelen decir que quieren convertir las bibliotecas en ¡°palacios para la gente¡±. ?C¨®mo?
Respuesta. Al empezar el proyecto de Book Bunk fuimos a conocer los espacios y las comunidades. En el caso de esta biblioteca, dise?amos un proceso de participaci¨®n p¨²blica que nos proporcion¨® datos, no solo sobre la historia del edificio, sino tambi¨¦n sobre lo que quer¨ªan los usuarios.
P. ?Y qu¨¦ quer¨ªan?
R. Colecciones de libros actualizadas, talleres de deberes, clubes para ni?os, internet que funcionara, cosas b¨¢sicas como aseos ¡ªninguno de los edificios ten¨ªa¡ª... Tambi¨¦n aprovechamos esa oportunidad para reclutar a vecinos, con oportunidades de trabajo remunerado, para arreglar los edificios. Todav¨ªa tenemos 10 de esas personas que trabajan en Book Bunk. Viven aqu¨ª, y el dinero se queda aqu¨ª. El a?o pasado, por cierto, vinieron 60.000 personas a esta biblioteca. Y el uso de las tres bibliotecas ha crecido un 243% desde sus reinauguraciones [a partir de 2020].
P. ?C¨®mo surgi¨® la idea de Book Bunk?
R. Wanjiru Koinange, mi cofundadora, y yo siempre hemos trabajado en el sector creativo: yo en el mundo editorial, espec¨ªficamente con la publicaci¨®n de autores africanos, y ella en la escritura [Koinange es autora del libro The Havoc of Choice]. Juntas trabajamos en Kwani?, una revista con temas period¨ªsticos, ficci¨®n y poes¨ªa; yo organizaba un festival literario cada dos a?os, y la trajimos como productora. El festival hab¨ªa empezado como un evento en jardines, en restaurantes a los que consegu¨ªamos convencer... Y, debido a eso, se sent¨ªa casi como una funci¨®n privada. Quer¨ªamos hacerlo p¨²blico y fuimos a ver la Macmillan Memorial Library [una biblioteca en el centro de Nairobi], que pensamos que ser¨ªa un lugar perfecto... pero estaba en muy, muy malas condiciones. Se convirti¨® en una especie de obsesi¨®n. Yo enviaba libros all¨ª y Wanjiru obtuvo una beca y decidi¨® escribir un art¨ªculo de investigaci¨®n al respecto, que fue lo que ciment¨® nuestro inter¨¦s.
P. ?Qu¨¦ les result¨® tan interesante?
R. La biblioteca, que lleva el nombre de William Northrup McMillan [millonario estadounidense que se instal¨® en Kenia a principios del siglo XX, en la ¨¦poca colonial] es el ¨²nico edificio protegido por un acta espec¨ªfica del Parlamento keniano, uno de los motivos por los que sobrevive, porque, como ve, es una propiedad inmobiliaria de primera [est¨¢ en el distrito financiero central de la capital]. Esto y la inmensidad de los archivos, que se remontan a finales del siglo XIX nos pareci¨® fascinante, pero tambi¨¦n nos llev¨® a pensar en c¨®mo era un espacio destinado ¨²nicamente a colonos blancos. De hecho, se abri¨® a la gente como nosotros en 1962, poco antes de la independencia [en 1963].
P. Hoy suele estar muy concurrida.
R. Nunca la he visto vac¨ªa: desde 1931, solo no se us¨® durante la pandemia de covid. Estaba claro que no hab¨ªa un problema de falta de p¨²blico. Pero, volviendo a lo que nos encontramos, no hab¨ªa ning¨²n sistema para saber, siquiera, cu¨¢ntas personas le¨ªan cierto libro, y daba la sensaci¨®n de que la ciudad solo le asignaba gastos generales recurrentes, costes de limpieza. Fue muy ingenuo por nuestra parte, tardamos dos a?os en negociar un acuerdo, en 2018. Durante el proceso nos enteramos de que hab¨ªa una red de bibliotecas p¨²blicas gestionadas por la ciudad, incluyendo esta [la biblioteca de Eastlands].
P. Trabajan con la idea de que es necesario reapropiarse, de alguna manera, de la cultura y de la documentaci¨®n.
R. En el edificio Macmillan catalogamos m¨¢s de 175.000 art¨ªculos, incluyendo peri¨®dicos de 1903. Y no pod¨ªamos vernos en ese archivo hist¨®rico en absoluto, porque tienden a ser como un dep¨®sito de lo que el Gobierno considera Historia, no de lo que yo, como ciudadano de Kenia, considero mi historia. As¨ª que invitamos a la gente, especialmente a las personas mayores, y digitalizamos sus testimonios: ?d¨®nde estabas cuando se iz¨® la bandera en la independencia? ?Qu¨¦ llevabas puesto? ?Qu¨¦ escuchabais? ¡ªhicimos una lista de reproducci¨®n con esa m¨²sica¡ª. Tambi¨¦n tenemos registros dolorosos, como los carn¨¦s de identidad de la autoridad colonial. Se trata de insertarnos en estas ¨¦pocas como kenianos, porque est¨¢bamos ah¨ª, aunque el enfoque del registro colonial brit¨¢nico vaya a ser en su propio inter¨¦s. Es importante mostrar para la posteridad que exist¨ªamos.
P. ?C¨®mo calificar¨ªa la cultura de la lectura en Kenia?
R. Es curioso, porque Kenia es muy innovadora y nos hemos ganado esta reputaci¨®n de Silicon Savannah [el Silicon Valley africano], pero no tenemos datos centralizados sobre h¨¢bitos de lectura. Y creo que en parte por eso alguna gente suele decir que tenemos una cultura de lectura muy pobre, algo que se origina en los sesenta, cuando un autor de Sud¨¢n del Sur, Taban lo Liyong, calific¨® ?frica del Este como un ¡°desierto literario¡±. Me frustra como alguien que ha trabajado en el mundo editorial y ha tenido ¨¦xito vendiendo libros, y alguien que ahora dirige bibliotecas y ha tenido ¨¦xito con el acceso de la gente a los libros. No hay ning¨²n dato que lo corrobore, y creo, de hecho, que quiz¨¢ tengamos una cultura de lectura bastante saludable. Me interesa, por ejemplo, ver la tasa de lectura de peri¨®dicos, que puede rondar entre cinco y diez personas al d¨ªa. Tambi¨¦n me frustan las quejas sobre que las personas gastan demasiado tiempo en su tel¨¦fono. Pienso: pero a ver, ?hemos adaptado nuestros contenidos, pensado en un p¨²blico lector en TikTok?
P. ?C¨®mo es su historia personal con la lectura?
R. Tuve la suerte de tener una biblioteca muy bien surtida en la escuela, y una de las razones por las que hago este trabajo es por lo mucho que eso abri¨® mi mundo. Queremos hacer de eso una realidad com¨²n que no est¨¦ condicionada por el acceso al dinero, la ubicaci¨®n o la clase social. Yo crec¨ª ley¨¦ndolo todo, viajaba por todas partes a trav¨¦s de los libros. Le¨ªa, como la mayor¨ªa de los ni?os en excolonias brit¨¢nicas, ya sea en Kenia, en la India o en Trinidad, Hardy Boys, Enyd Blyton... A medida que me convert¨ª en una lectora m¨¢s exigente, yo empec¨¦ a anhelar un tipo de literatura en la que pudiera verme reflejada. En la universidad ya estaba inmersa en todo un mundo de literatura africana, que hablaba de una realidad cercana a la m¨ªa.
P. ?C¨®mo puede la cultura ayudar a los kenianos que hoy protagonizan protestas por el coste de la vida y la falta de oportunidades?
R. En Kenia hay un desajuste entre las cualificaciones de los j¨®venes y la oferta de trabajo, y la cultura tiene un papel crucial para abordar retos como las oportunidades de empleo limitadas y la desigualdad. Los j¨®venes son la mayor¨ªa de los usuarios de las bibliotecas p¨²blicas que queremos transformar en espacios de acceso democr¨¢tico y gratuito a la informaci¨®n, la tecnolog¨ªa y la educaci¨®n. Les ofrecemos programas de alfabetizaci¨®n digital, acceso a cursos en l¨ªnea y materiales educativos, espacios para reuniones comunitarias y foros como el NBO Litfest [evento literario organizado con el Hay Festival] con pensadores, artistas, cient¨ªficos y escritores. Aunque no podemos resolver los problemas socioecon¨®micos, creemos que es un paso vital para una sociedad m¨¢s equitativa en la que los j¨®venes puedan prosperar.
P. Tienen muchas actividades para ni?os.
R. Tenemos programas en los que te ayudan con los deberes, puedes aprender danza, a tocar instrumentos, jugar al ajedrez, con Legos... Se trata de ofrecer un mundo de posibilidades a la imaginaci¨®n: creemos firmemente en la educaci¨®n art¨ªstica, que ha sido tratada como secundaria en los planes de estudios durante mucho tiempo. No todo el mundo va a ser un ingeniero o abogado, e incluso si lo son, la exposici¨®n a las artes mejora esas habilidades.
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