¡°Podemos ahogarnos mientras dormimos¡±: miles de desplazados en Gaza viven acorralados entre las bombas y la subida de la marea
Familias palestinas desplazadas en una zona costera en el sur de la Franja ven c¨®mo sus tiendas de campa?a se inundan por la oscilaci¨®n del mar y temen que sus fr¨¢giles refugios no resistan al fr¨ªo y a las lluvias del invierno
Las tiendas de campa?a de cientos de palestinos que han encontrado refugio cerca del mar, en la zona de Al Mawasi, en el sur de la franja de Gaza, han amanecido inundadas en estos d¨ªas debido a las fuertes mareas, que engulleron metros de playa y obligaron a muchos desplazados a trasladarse de nuevo. Otros, que no encuentran un lugar m¨¢s alejado en el que guarecerse de las bombas o son incapaces de asumir el gasto que supone un nuevo traslado, intentan impedir que el agua da?e sus escasas pertenencias o amenace la vida de sus familias.
Ahmed al Zaqzuq ha decidido marcharse. Este hombre de 56 a?os llevaba d¨ªas notando que las olas se agitaban y que la l¨ªnea del mar se acercaba. Aunque reubic¨® a su familia de 10 miembros, incluidos dos nietos, metros m¨¢s adentro, no fue suficiente y un d¨ªa al amanecer despertaron rodeados de agua. ¡°Vinimos aqu¨ª para huir de las bombas. Parec¨ªa el lugar m¨¢s seguro frente a los bombardeos israel¨ªes¡±, lamenta ahora Zaqzuq, mientras desmonta los restos de su peque?o refugio en la playa cercana a Jan Yunis.
La zona de Al Mawasi es una franja de tierra situada al oeste de las localidades de Jan Yunis (sur) y Deir el Balah (centro) y pegada al mar Mediterr¨¢neo. Desde hace semanas, es una zona calificada de ¡°humanitaria¡± por el ej¨¦rcito israel¨ª y esto hace que en unos 47 kil¨®metros cuadrados de superficie (un 13% de la superficie total de la Franja) se hacinen varios cientos de miles de personas en condiciones deplorables de higiene y sin acceso a los servicios m¨ªnimos. Seg¨²n la ONU, la densidad de poblaci¨®n de Al Mawasi ronda las 30.000 personas por kil¨®metro cuadrado, frente a las 1.200 por kil¨®metro cuadrado que se registraban antes del inicio de la guerra.
La mayor¨ªa de las personas llegaron huyendo desde el extremo sur de Gaza, una vez que comenz¨® la operaci¨®n terrestre de Israel en la zona de Rafah, fronteriza con Egipto, en mayo. Seg¨²n la ONU, el 90% de los 2,3 millones de habitantes de Gaza se han visto obligados a desplazarse, la mayor¨ªa varias veces, desde octubre de 2023, cuando el movimiento islamista Ham¨¢s, en el poder en la Franja, perpetr¨® unos sangrientos ataques que dejaron un saldo de 1.200 v¨ªctimas en Israel. Desde entonces, Israel ha bombardeado sin tregua Gaza y los muertos ya superan los 41.000. La Franja est¨¢ devastada. Seg¨²n datos del Banco Mundial, m¨¢s del 60% de los edificios y un 80% de los comercios han sido destruidos. Son datos del pasado enero y las cifras se han agravado desde entonces, lo que obliga a gran parte de la poblaci¨®n a malvivir en campos de desplazados como el de Al Mawasi.
El 14 de septiembre, un comunicado de las autoridades gazat¨ªes, en manos de Ham¨¢s, calcul¨® que al menos el 74% de las tiendas de campa?a no est¨¢n en condiciones de seguir us¨¢ndose y necesitan ser sustituidas de inmediato. Muchas de ellas se han montado y desmontado varias veces debido a los desplazamientos forzados y se han visto desgastadas por el calor y el sol del verano, por lo que no pueden proteger a la poblaci¨®n del fr¨ªo y el viento en el invierno que se avecina.
Pensamos que era un buen lugar porque tendr¨ªamos agua cerca. Tambi¨¦n cre¨ªmos que esta guerra terminar¨ªa antes del invierno y podr¨ªamos volver a las ruinas de nuestras casas, pero el invierno est¨¢ llegando y esta masacre contin¨²aAhmed al Zaqzuq, desplazado de Gaza
¡°No podemos quedarnos aqu¨ª¡±
Al Zaqzuq no puede permitirse una tienda nueva, que cuesta unos 700 d¨®lares (630 euros) ni tampoco renovar las vigas de madera sobre las que extiende las lonas de nailon, as¨ª que cuida con esmero sus tablones y dobla con esmero las telas, ya ajadas, para trasladarlas a otro lugar en un carro tirado por un burro. La familia emprende viaje sin un destino claro. ¡°Lo que es seguro es que ya no podemos quedarnos aqu¨ª¡±, lamenta.
Su familia se desplaz¨® primero a un apartamento alquilado en Jan Yunis. De ah¨ª fue a Rafah y a finales de abril terminaron en la playa en una tienda de campa?a. ¡°Estamos acorralados. Por un lado, est¨¢ el ej¨¦rcito israel¨ª que nos quiere muertos y por otro, nuestro propio mar, que ahora nos ahoga. Cuando nos instalamos al lado del mar, pensamos que era un buen lugar porque tendr¨ªamos agua cerca. Tambi¨¦n cre¨ªmos que esta guerra terminar¨ªa antes del invierno y podr¨ªamos volver a las ruinas de nuestras casas, pero el invierno est¨¢ llegando y esta masacre contin¨²a¡±, explica este hombre, desesperado. Su esposa muestra el aplomo que ¨¦l ya no tiene e intenta levantarle el ¨¢nimo: ¡°Hemos esquivado misiles y balas durante un a?o y hemos llegado hasta aqu¨ª¡±, le dice, mientras recoge trozos de tela y ropa que las olas han arrastrado y los carga en un carro. ¡°Despegaremos de nuevo. No sabemos qu¨¦ nos espera, pero encontraremos una manera de seguir¡±, conf¨ªa.
Estamos hablando de miles de personas que corren peligro de ahogarse y no tienen otro refugio y de millones que no tienen lo suficiente para sobrevivir al fr¨ªo invierno y a la lluvia.Dawud al Astal, trabajador humanitario
Otras familias que no tienen d¨®nde ir o no pueden permitirse el coste del transporte a un nuevo lugar intentan mantener secas sus tiendas traslad¨¢ndolas a otras partes de la playa o creando barreras con sacos de arena o con lo que encuentren en la zona para frenar la marea.
Saadi al Zamli, padre de nueve hijos, admite, exhausto, que los intentos para proteger la tienda son in¨²tiles. Su precario refugio se ha inundado varios d¨ªas consecutivos y ahora est¨¢ trasladando poco a poco sus pertenencias a una peque?a caba?a que ha logrado construir en un lugar un poco m¨¢s alejado del agua, pero dentro de la playa. ¡°Podemos ahogarnos mientras dormimos porque la marea sube por la noche. Tenemos mucho miedo, pero ?qu¨¦ podemos hacer? ?Qu¨¦ opciones tenemos?¡±, se pregunta este hombre de 51 a?os. ¡°No puedo cubrir ninguna de las necesidades del d¨ªa a d¨ªa de mi familia. ?C¨®mo voy a afrontar un nuevo desplazamiento?¡±, se pregunta.
Hablando con voz ronca, por el agotamiento y la falta de esperanza, Al Zamli explica que est¨¢ cansado de llamar a la puerta de los comit¨¦s de ayuda y de las organizaciones humanitarias para que le ayuden a encontrar una nueva tienda de campa?a o un refugio para su familia. ¡°Pero nuestro destino depende de su apoyo. Si no, no podremos movernos a ninguna parte y nos enfrentaremos aqu¨ª a nuestro destino, al fr¨ªo intenso y a las lluvias que inundar¨¢n nuestro refugio¡±.
El trabajador humanitario Dawud al Astal, que pertenece a una asociaci¨®n que proporciona ayuda a los desplazados de la zona de Al Mawasi, alerta de que las necesidades de estas familias son urgentes y sin precedentes. ¡°Estas tiendas de campa?a no estaban hechas para usarse durante un periodo de tiempo tan largo. Nadie predijo que la guerra durar¨ªa tanto e Israel no est¨¢ permitiendo la entrada de la ayuda humanitaria necesaria y en este momento, las tiendas de campa?a son art¨ªculos de primera necesidad¡±, afirma. ¡°Estamos hablando de miles de personas que corren peligro de ahogarse y no tienen otro refugio y de millones que no tienen lo suficiente para sobrevivir al fr¨ªo invierno y a la lluvia. El mundo debe hacer algo¡±, pide.
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