Abdallah y la odisea de comprar dos bater¨ªas que salvan vidas en Gaza
En una Franja devastada, sin electricidad y aislada del mundo, los habitantes, la mayor¨ªa desplazados a la fuerza, ingenian sistemas caseros para bombear agua y cargar los m¨®viles, para saber qu¨¦ ocurre o d¨®nde reparten ayuda. Pero, ?qu¨¦ pasa cuando falla una pieza?
El movimiento ante la tienda de campa?a de Abdallah Aljazzar es constante. Decenas de vecinos, desplazados como ¨¦l en la zona de Al Mawasi, en el sur de la franja de Gaza, desfilan desde temprano para cargar gratuitamente su tel¨¦fono m¨®vil en alguno de los enchufes que este joven de 24 a?os y su familia han dispuesto en una sencilla mesa de madera, junto a la entrada. Los v¨ªdeos y las fotograf¨ªas recuerdan a un peque?o locutorio improvisado. ¡°En un d¨ªa puedo cargar 70 tel¨¦fonos¡±, asegura a este diario este joven, licenciado en Literatura Inglesa en la Universidad Al Azhar, hoy convertida en una monta?a de escombros.
Hablar por tel¨¦fono con ¨¦l es muy complicado, al igual que con la mayor¨ªa de habitantes de la Franja. No siempre tiene bater¨ªa en el m¨®vil o conexi¨®n a internet. A eso se suma que, esta semana, Israel bombarde¨® una parte de Al Mawasi, pese a considerarlo una zona humanitaria, y Aljazzar dej¨® de dar noticias durante m¨¢s de 24 horas.
Sobre el techo de la tienda en la que vive desde mayo con otros 10 miembros de su familia, hay dos paneles solares que compr¨® ¡°a muy buen precio¡± a un amigo que logr¨® salir a Egipto hace unos meses. Los paneles capturan la energ¨ªa del sol y est¨¢n conectados a un inversor, un dispositivo que convierte la energ¨ªa y la almacena en dos bater¨ªas, gracias a las cuales se pueden cargar los tel¨¦fonos m¨®viles. Esta instalaci¨®n fotovoltaica casera la construyeron Aljazzar, su t¨ªo, Khalid, que es ingeniero, y su padre, ¡°un manitas de toda la vida¡±. Adem¨¢s de cargar tel¨¦fonos, esta estructura consigue, gracias a un motor, bombear agua para que varias familias cocinen y se laven. ¡°He estudiado Letras, pero en esta guerra estoy aprendiendo muchas cosas¡±, dice, ir¨®nico Aljazzar.
Para ¨¦l y la mayor¨ªa de gazat¨ªes, tener en el bolsillo un tel¨¦fono cargado y que funcione es casi tan vital como comer. En medio de la guerra es imprescindible estar informado sobre qu¨¦ ocurre m¨¢s al norte o m¨¢s al sur, dar noticias a los allegados y recibirlas, saber d¨®nde hay ayuda humanitaria o en qu¨¦ lugar se vende comida. Pero, ?qu¨¦ pasa cuando las bater¨ªas fallan?
¡°En este momento solo estoy pudiendo cargar cuatro o cinco tel¨¦fonos al d¨ªa, las bater¨ªas est¨¢n muertas¡±, anuncia Aljazzar. En Gaza entra ayuda humanitaria a cuentagotas y bajo supervisi¨®n israel¨ª y las bater¨ªas no son consideradas por ahora asistencia humanitaria o bienes de primera necesidad. Es decir, las que hay en este momento en la Franja son las que hab¨ªa antes del 7 de octubre de 2023, d¨ªa en que el movimiento islamista Ham¨¢s, que gobierna en Gaza, perpetr¨® un sangriento ataque contra Israel en el que murieron 1.200 personas y unas 250 fueron tomadas como rehenes. Un centenar de ellas siguen en Gaza, donde la ofensiva israel¨ª comenz¨® horas despu¨¦s de esta matanza, ha provocado m¨¢s de 40.000 muertos palestinos, el desplazamiento de 1,9 millones de personas, sobre una poblaci¨®n total de unos 2,2 millones, y la destrucci¨®n de la mayor¨ªa de las infraestructuras, seg¨²n la ONU. Ninguna negociaci¨®n para lograr un alto el fuego ha prosperado hasta ahora.
Antes, una bater¨ªa costaba 50 euros, ahora cuesta 500 porque no hay y porque la gente las necesita much¨ªsimo. Algunas est¨¢n en mal estado. Hay que saber en qui¨¦n confiar para comprarlasAbdallah Aljazzar
Aljazzar conoce a un comerciante de Rafah, su ciudad natal, llamado Mohammed, que vende bater¨ªas en un mercado de la zona de Al Mawasi, al que los desplazados llaman Al Aqsa y donde la gente vende lo que puede o lo poco que tiene para conseguir dinero. El joven lo visita con un amigo, que es t¨¦cnico, que tambi¨¦n est¨¢ desplazado y puede comprobar el estado de las bater¨ªas. ¡°Antes, una costaba 50 euros, ahora cuesta 500 porque no hay y porque la gente las necesita much¨ªsimo. Algunas est¨¢n en mal estado. Hay que saber en qui¨¦n confiar para comprarlas¡±, explica.
En la Franja tampoco entra efectivo desde el inicio de la guerra y hace meses que los bancos y las oficinas de cambio no funcionan. El dinero en met¨¢lico que circula es tambi¨¦n es el que hab¨ªa el 7 de octubre.
Aljazzar, su familia o sus vecinos no tienen los 4.000 s¨¦queles (1.000 euros) que costar¨ªa renovar esas dos bater¨ªas. Mohammed promete que les puede reservar dos, pero el tiempo apremia. Puede que alguien las compre antes o puede que Israel emita una nueva orden de evacuaci¨®n que les obligue a salir corriendo y pierdan la pista del vendedor.
Aljazzar no ha salido nunca de los 365 kil¨®metros cuadrados de Gaza, pero ha estado en contacto con ONG y periodistas extranjeros gracias a su trabajo como consultor y traductor. ¡°Necesito dos bater¨ªas urgentemente y tengo que conseguir 1.100 euros¡±, lanza en un mensaje a sus conocidos. ¡°Hacen falta 1.000 para comprarlas y 100 para pagar la comisi¨®n que me cobrar¨¢n los intermediarios para darme dinero en efectivo una vez reciban el pago en una cuenta extranjera. Y tengo suerte porque la comisi¨®n es solo del 10% y no del 30%, como piden algunos¡±, explica.
El sistema que Aljazzar ha ideado para tener en su mano los s¨¦queles con los que comprar las bater¨ªas es tan complicada y tan fr¨¢gil como la instalaci¨®n que bombea el agua cerca de su tienda de campa?a. Pero se pone en marcha. Una decena de personas en Europa hace aportaciones y re¨²ne el dinero necesario. Usando una plataforma de pagos online, env¨ªan el dinero a Alemania, a la cuenta de un amigo de Aljazzar, un gazat¨ª que estudia en Berl¨ªn. Cuando este recibe la transferencia, avisa a sus padres, que no han podido salir de Gaza y tienen efectivo.
Aljazzar est¨¢ feliz. ¡°Tal vez desde fuera de Gaza no se llega a entender lo que significa esto para nosotros. Ese dinero va a ayudar enormemente a un mont¨®n de gente¡±, explica. El joven va a recoger los fondos a la casa de los padres de sus amigos, con los riesgos que conlleva pasearse en este momento por la Franja con el equivalente en s¨¦queles de 1.000 euros, y regresa a su tienda de campa?a. ¡°No desconf¨ªo de mis vecinos, que me quieren y me protegen. Ellos saben que desde hace meses estoy haciendo cosas por ellos, para mejorar nuestra vida de desplazados¡±, explica.
Seg¨²n la ONU, la densidad de poblaci¨®n en Al Mawasi es de entre 30.000 y 34.000 personas por kil¨®metro cuadrado, frente a una estimaci¨®n de 1.200 personas por kil¨®metro cuadrado antes de octubre de 2023.
Hornos, ba?os y calentadores caseros
Aljazzar ten¨ªa planeado ir al mercado a comprar las bater¨ªas el pasado martes, cuando se produjo el bombardeo israel¨ª en Al Mawasi. En el ataque murieron al menos una veintena de personas, aunque el balance es incierto, ya que hubo gente sepultada en la arena por la fuerza de la explosi¨®n, que provoc¨® un inmenso cr¨¢ter de 10 metros de profundidad. El lugar ha sido calificado de ¡°zona segura¡± por el ej¨¦rcito israel¨ª, aunque los gazat¨ªes repiten en cada conversaci¨®n que ¡°en este momento no hay un solo lugar seguro en toda la Franja¡±.
¡°No ocurri¨® tan lejos, pero no nos pas¨® nada. Una t¨ªa m¨ªa result¨® herida y hubo mucho caos en el campo. Pas¨¦ el d¨ªa entero ayudando y no pude ir a comprar las bater¨ªas¡±, explica Aljazzar al d¨ªa siguiente, en una conversaci¨®n telef¨®nica.
Seg¨²n la ONU, la densidad de poblaci¨®n en Al Mawasi, situada al oeste de la ciudad de Jan Yunis, es de entre 30.000 y 34.000 personas por kil¨®metro cuadrado, frente a una estimaci¨®n de 1.200 personas por kil¨®metro cuadrado antes de octubre de 2023. En total, esta zona humanitaria definida por Israel tiene actualmente unos 40 kil¨®metros cuadrados y el hacinamiento sumado a la falta de infraestructuras agrava la situaci¨®n humanitaria de los cientos de miles de personas obligadas a vivir en su interior.
Cuando Aljazzar lleg¨® finalmente al mercado, al lugar donde siempre est¨¢ Mohammed, las cosas hab¨ªan cambiado. El comerciante ten¨ªa una bater¨ªa nueva, pero solo una, y el sistema funciona con dos. Y adem¨¢s, como era totalmente nueva, ped¨ªa por ella 800 euros. Aljazzar decidi¨® comprarla, porque es muy raro adquirir un dispositivo sin usar en estos momentos en Gaza. ¡°En el fondo tuvimos suerte de encontrarla. Despu¨¦s compramos otra que est¨¢ usada, pero todav¨ªa en buen estado, por la que pagamos mucho menos a un particular. El sistema funciona de nuevo¡±, se felicita.
Desde octubre, el ant¨ªdoto contra la depresi¨®n y la locura, en el caso de este joven gazat¨ª ha sido idear sistemas para mejorar la vida diaria de su familia y de sus vecinos. En estos 11 meses, han construido hornos, precarios calentadores de agua, han reunido ropa usada para distribuirla a los m¨¢s necesitados durante el invierno y ahora est¨¢n inmersos en poner en marcha una instalaci¨®n que traiga agua de un pozo cercano, llamado Makrut, y en construir fosas s¨¦pticas. El joven manda un video en el que se ve a varios hombres del campo trabajando en la construcci¨®n de estos ba?os caseros. ¡°Para vivir como seres humanos, con un poco de dignidad¡±, insiste.
Pero en su cabeza no cesa el martilleo constante de la duda sobre cu¨¢nto tiempo m¨¢s podr¨¢n estar en Al Mawasi. Aljazzar se ha desplazado cuatro veces desde octubre. Hasta mayo vivi¨® en casas de familiares, pero en ese momento solo les qued¨® la opci¨®n de la tienda de campa?a y conseguir la que tienen les cost¨® varios centenares de euros. ¡°Ojal¨¢ no tengamos que huir de nuevo. Pero el peligro est¨¢ cada d¨ªa m¨¢s cerca¡±.
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