La fiebre del deporte en Ruanda: ?pilar de desarrollo o ¡®sportwashing¡¯?
Kigali patrocina a clubes de f¨²tbol extranjeros, organiza los ¡®playoffs¡¯ de la NBA africana y quiere acoger un Gran Premio de F¨®rmula 1. El gobierno de Paul Kagame vende su apuesta por el deporte como una v¨ªa de progreso. Organizaciones de derechos humanos sostienen sin embargo, que el objetivo es blanquear los abusos del r¨¦gimen
Hay un nexo que une al Arsenal, el Paris Saint Germain y el Bayern de Munich, tres de los equipos de f¨²tbol m¨¢s importantes del mundo: todos tienen acuerdos de patrocinio con el Gobierno de Ruanda para promocionar al peque?o pa¨ªs africano como destino tur¨ªstico. En camisetas de jugadores y carteles publicitarios, el logo Visit Rwanda goza de alta visibilidad en estadios europeos con gran pedigr¨ª. El mismo reclamo lleva cuatro a?os apareciendo por doquier en los playoffs de la Basketball Africa League (una franquicia de la NBA), que desde 2021 se disputan en Kigali, la capital de Ruanda. Una ciudad que el pr¨®ximo a?o acoger¨¢ el mundial de ciclismo en ruta. Y que, a medio plazo, aspira a celebrar un evento mucho m¨¢s ambicioso: el primer Gran Premio de F¨®rmula 1 que, en caso de que las negociaciones lleguen a buen puerto, tendr¨¢ lugar en suelo africano.
Seg¨²n el r¨¦gimen del presidente Paul Kagame, en el poder en Ruanda desde 2000, esta fiebre del oro deportiva responde a un minucioso plan para favorecer la inversi¨®n y atraer visitantes. La versi¨®n oficial habla de una apuesta estrat¨¦gica que consolide al pa¨ªs como potencia africana en el deporte global, de un eje de desarrollo que, al igual que el ¨¦nfasis en la tecnolog¨ªa (otro pilar ruand¨¦s de bonanza a largo plazo), traer¨¢ riqueza y bienestar. Para Human Rights Watch y otras organizaciones internacionales de derechos humanos, se trata, por el contrario, de una operaci¨®n cosm¨¦tica: utilizar el glamour de la alta competici¨®n con el fin de tapar las miserias autoritarias del r¨¦gimen. Cuerpos vigorosos y pasi¨®n deslumbrante para camuflar ¡ªo que no se note tanto¡ª la falta de libertades. La pr¨¢ctica conocida como sportwashing.
A Simon Chadwick, autor de The Geopolitical Economy of Sport, no le gusta el t¨¦rmino, un neologismo cuyo uso habitual fecha en no m¨¢s de una d¨¦cada, cuando se acu?¨® para denunciar el lado oscuro de los fastos deportivos en dictaduras petroleras como Qatar o Arabia Saud¨ª. Chadwick admite que Ruanda se est¨¢ sirviendo, ¡°como todo el mundo, del deporte para generar una actitud global positiva hacia el pa¨ªs¡±. Pero estima que esta pol¨ªtica corre paralela ¡ªde alguna forma supeditada¡ª al objetivo esencial de fomentar el desarrollo.
Para Michela Wrong ¡ªcuya obra Do Not Disturb (No molestar), muy cr¨ªtica con Kagame, recibi¨® elogios del novelista John Le Carr¨¦¡ª ¡°resulta obvio¡± que el fin de este empe?o por el deporte se sit¨²a en el terreno ¡°del branding [creaci¨®n de marca]¡± para un Estado que vende una historia de ¨¦xito tras ¡°resurgir de las cenizas del genocidio de los a?os 90¡å. En el relato de una Ruanda ¡°feminista, progresista y ecologista¡±, afirma Wrong, las fotos de ¡°futbolistas famosos abrazando a gorilas junto a Kagame¡± vendr¨ªan a poner el broche de oro. Un lavado de imagen en el que, a?ade la autora brit¨¢nica, concurren adem¨¢s las pulsiones megal¨®manas del presidente ruand¨¦s: ¡°Le encanta el lujo, las alfombras rojas y que se hable de ¨¦l todo el tiempo¡±.
Motivaciones aparte, sorprende que un pa¨ªs con menos de 1.000 euros de PIB per capita est¨¦ destinando cantidades obscenas a patrocinar a clubes de f¨²tbol muy ricos y a la organizaci¨®n de eventos deportivos muy caros. Existe una diferencia notable entre Ruanda y un pa¨ªs como Qatar: a la primera no le sobran petrod¨®lares para gastos que a algunos se antojar¨¢n superfluos o, cuando menos, poco prioritarios.
Figura insigne de la oposici¨®n ruandesa, con a?os de c¨¢rcel por motivos pol¨ªticos, Victoire Ingabire lamenta, en una conversaci¨®n con este diario, que ese dinero ¡°no se dedique a educaci¨®n o agricultura, donde trabaja el 80% de la poblaci¨®n, o a construir infraestructuras para todo el pa¨ªs, no solo para algunas ¨¢reas de la capital y lugares tur¨ªsticos¡±. Ingabire no entiende que el Gobierno ¡°pida pr¨¦stamos para financiar estas inversiones, mientras en las zonas rurales se sigue viviendo en la pobreza abyecta¡±. Aunque no tiene pruebas, Wrong sospecha que buena parte de la suma destinada al deporte proviene del oro extra¨ªdo ilegalmente en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo antes de exportarse desde Ruanda. Seg¨²n un reciente documento del Gobierno de EE. UU., en estas operaciones de contrabando estar¨ªan implicados el Ej¨¦rcito de Ruanda y el M23, un grupo rebelde congole?o.
Nnamdi Madichie, investigador nigeriano del Bloomsbury Institute de Londres, vivi¨® en Ruanda de 2021 hasta hace escasos meses. All¨ª observ¨® el florecimiento de Ruanda como potencia africana en organizaci¨®n de eventos, deportivos y de otro tipo. ¡°Cada semana hay un gran encuentro internacional en Kigali¡±, relata. En su opini¨®n, la prueba de fuego para confirmar o desmentir el uso torticero del deporte por el r¨¦gimen de Kagame ser¨ªan los beneficios econ¨®micos que est¨¢ o no reportando al pa¨ªs. ¡°Si hay retorno de la inversi¨®n, no tiene sentido hablar de sportwashing¡±, afirma.
Madichie remite a una columna publicada el pasado a?o en The East African por Clare Akamanzi, ex-CEO del Consejo de Desarrollo de Ruanda y hoy directora de NBA Africa. En su art¨ªculo, Akamanzi ¡ªque no respondi¨® a la petici¨®n de entrevista de este diario, al igual que otros cinco miembros del oficialismo ruand¨¦s¡ª razonaba por qu¨¦ invertir en deporte ¡°tiene un impacto real en las vidas¡± del pueblo de Ruanda, aunque sin aportar muchas cifras. Simplemente, recalcaba que la estrategia ¡°ha contribuido a que el pa¨ªs reciba m¨¢s de un mill¨®n de visitantes¡± al a?o. Y a?ad¨ªa que, en el caso de los patrocinios con clubes de f¨²tbol europeos, estos hab¨ªan generado 150 millones de euros en valor medi¨¢tico ganado (earned media value, en ingl¨¦s), una m¨¦trica para calcular el ¨¦xito de las acciones de visibilizaci¨®n de una marca.
Admirador confeso del modelo de desarrollo ruand¨¦s, Madichie enumera todo lo que, en su opini¨®n, el deporte est¨¢ aportando al pa¨ªs: ¡°empleos, infraestructuras y una econom¨ªa m¨¢s diversificada¡±. Preguntado por las necesidades acuciantes de grandes capas de la poblaci¨®n ruandesa, este investigador sostiene que el alivio de la pobreza no puede abordarse solo con mentalidad cortoplacista, ¡°repartiendo pu?ados de arroz puerta a puerta¡±.
Aumentando la perspectiva, Chadwick reflexiona sobre los dilemas morales que plantea hacer negocios deportivos en pa¨ªses que ¡°no cumplen los est¨¢ndares democr¨¢ticos occidentales¡±. ?D¨®nde est¨¢ la l¨ªnea roja? ?Qui¨¦n la marca? Dejando a un lado fr¨ªos c¨¢lculos econ¨®micos de equipos y organismos, incluso suponiendo que estos se preocupen realmente por los derechos humanos en esos pa¨ªses, ?es mejor negarse a cualquier tipo de acuerdo con reg¨ªmenes autoritarios o negociar sin muchos miramientos?
En ausencia de respuestas f¨¢ciles, Chadwick apela ¡°al poder transformador del deporte¡± y cita dos ejemplos. Uno, actual: ¡°En Arabia Saud¨ª, un n¨²mero significativo de altos cargos asociados al deporte los ocupan mujeres que hace cinco o seis a?os nunca hubieran imaginado que podr¨ªan llegar ah¨ª, por mucho que la sociedad saud¨ª siga siendo muy patriarcal¡±. El segundo ejemplo se remonta a los a?os 80: ¡°Cuando a principios de esa d¨¦cada se decidi¨® que Seul organizar¨ªa las olimpiadas de 1988, Corea del Sur era una dictadura militar. Nadie habl¨® entonces de querer blanquear nada. Hoy es un pa¨ªs plenamente democr¨¢tico y resulta indudable que los juegos ol¨ªmpicos contribuyeron al cambio¡±.
El autor de The Geopolitical Economy of Sport revela otras aristas del concepto sportwashing. Matices que a?aden complejidad al t¨¦rmino y lo sumen en una nebulosa con prioridades de agenda entreveradas y posibles hipocres¨ªas en la sombra. Chadwick menciona un hecho poco conocido. ¡°Durante el mundial de f¨²tbol de Qatar de 2022, hubo un gran esc¨¢ndalo porque se prohibi¨® que los capitanes de algunas selecciones europeas lucieran brazaletes en apoyo a la comunidad LGBT. Lo que no sabe tanta gente es que Marruecos y la propia Qatar intentaron, en vano, hacer lo mismo llamando a una Palestina libre. La mayor¨ªa de medios occidentales dieron mucha importancia a los brazaletes arco¨ªris e ignoraron aquellos en apoyo al pueblo palestino¡±.