La paz est¨¢ de moda en ?frica
Pese al estereotipo, el continente tiene arraigada una cultura de no violencia y, por suerte, cuenta tambi¨¦n con poderosas tradiciones a sus espaldas que la refrendan, reinventan y vindican
¡°?C¨®mo nos sentir¨ªamos nosotros, los europeos, si el mundo solo supiese c¨®mo morimos, pero nada de nuestras vidas?¡±, Henning Mankell, El cerebro de Kennedy
?Sab¨ªa usted que ubuntu es mucho m¨¢s que un software libre? M¨¢s a¨²n: el nombre del famoso sistema, como tantas otras cosas, como el propio ser humano, hunde sus ra¨ªces en ?frica.
Los conflictos b¨¦licos crecientes asociados a la globalizaci¨®n constituyen un problema de m¨¢xima relevancia en ?frica. Junto a las consecuencias directas de las descolonizaciones mal hechas, nuevas y viejas formas de contienda convierten muchos lugares del continente en escenarios recurrentes de guerras y masacres, palabras estas, adem¨¢s, que suelen ocupar los noticiarios habituales y que contribuyen, una vez m¨¢s, al nefasto estereotipo del ?frica intr¨ªnsecamente problem¨¢tica y violenta, atrasadamente no moderna, inexplicablemente primitiva.
Esta reflexi¨®n propone, desmarc¨¢ndose de lo anterior y partiendo como marco te¨®rico de los estudios sobre la paz, traer a colaci¨®n experiencias africanas que muestren su gran dinamismo en, precisamente, lo opuesto a las diversas formas de violencia: el amplio y necesario campo de la resoluci¨®n de conflictos, del resta?amiento de profundas heridas sociales y humanas a trav¨¦s de la no violencia.
La cultura de la no violencia
Curiosamente, el D¨ªa Internacional de la Paz (el 21 de septiembre desde 2001, aunque reconocido desde 1981) y el D¨ªa Internacional de la No Violencia (desde 2007, el 2 de octubre, en la poderosa efem¨¦ride del nacimiento de Mahatma Gandhi), son dos d¨ªas distintos. ?Dos cosas distintas? ?Es solo una cuesti¨®n de inter¨¦s puramente dial¨¦ctico que no violencia y paz sean dos conceptos diferentes ¨Caunque evidentemente muy relacionados y confluyentes¨C? ?Importa solamente a los cient¨ªficos sociales, en sus garitos intelectuales ¨Celevados y tantas veces in¨²tiles¨C, o que le importe tambi¨¦n a las Naciones Unidas significa que engendra una relevancia social y que le pueda, as¨ª, importar a la gente normal ¨Cesa gente com¨²n y, por lo tanto, rebelde¨C?
El concepto espec¨ªfico de no violencia alude a todo un campo de estudios, aplicaciones e intervenciones sobre lo que hoy llamamos ¡°cultura de paz¡±, como prospectiva necesaria para trabajar en formas alternativas de habitar y resolver conflictos en el mundo globalizado.
Por otro lado, hablar de no violencia en ?frica significa llamar la atenci¨®n sobre, precisamente, lo que suele escamotearse en el discurso p¨²blico m¨¢s generalizado sobre el continente: su potencial en materia de resoluci¨®n pac¨ªfica de conflictos (anclado en numerosas tradiciones, valores y pr¨¢cticas sociales), en lugar de su supuesto (tan rese?ado) potencial violento.
As¨ª, encontramos variadas pr¨¢cticas tradicionales africanas que sirven para la paz, desmarc¨¢ndonos con ello de la vieja dicotom¨ªa entre tradici¨®n y contemporaneidad. Por m¨¢s que muchos de estos valores o pr¨¢cticas posean ra¨ªces tradicionales, el hecho es que constituyen hoy una realidad, y ello los torna, pues, como m¨ªnimo tradiciones constantemente contestadas y reeditadas, puramente actuales.
El ejemplo sudafricano
En las ¨²ltimas d¨¦cadas, resultan esencialmente paradigm¨¢ticos los ejemplos de justicia reconciliadora (no punitiva) tras el apartheid sudafricano y el genocidio ruand¨¦s (con la justicia transicional gacaca). Nos dedicaremos aqu¨ª solamente al primero.
Viajemos al 15 de abril de 1996, d¨ªa en que la Comisi¨®n de la Verdad y la Reconciliaci¨®n de Sud¨¢frica dio comienzo a las primeras audiencias p¨²blicas sobre las violaciones de los derechos humanos cometidas durante la ¨¦poca del apartheid. Su objetivo principal era fomentar la unidad nacional y la reconciliaci¨®n, o lo que el pueblo sudafricano llama ubuntu. Como lo afirmara Mandela: ¡°Construyamos una unidad nacional. Quiz¨¢ no nos sea posible olvidar, pero podemos perdonar¡±. Con el prop¨®sito de infundir ese esp¨ªritu, el pueblo sudafricano acord¨® examinar el pasado, porque para poder mirar hacia delante hab¨ªan de conocer lo que sucedi¨® antes.
Cu¨¢ntas otras ?fricas hay de las que nada se ocupan los medios, porque lo bueno no es noticia y no vende peri¨®dicos
La Comisi¨®n se dedic¨® a examinar los cr¨ªmenes cometidos durante un per¨ªodo de treinta y tres a?os con tres objetivos primordiales: investigar los delitos, ofrecer compensaci¨®n a algunas de las v¨ªctimas y otorgar amnist¨ªa a algunos de los transgresores a cambio de confesiones veraces. Dio prioridad a la rehabilitaci¨®n, es decir, promov¨ªa que la comunidad acogiera a quienes regresaran a ella tras confesar sus delitos y mostrar remordimiento. Ello era expresi¨®n pura del esp¨ªritu ubuntu, que toma en cuenta la totalidad de la humanidad de la persona y su relaci¨®n con la comunidad, en lugar de considerar solamente los actos de transgresi¨®n de la ley cometidos por el individuo.
La justicia ubuntu constituye ejemplo notorio de tantos acervos culturales africanos que habr¨ªan de ser considerados por su enorme potencial de cultura de paz y no violencia, por sus posibilidades en materia de resiliencia y cohesi¨®n sociales; pr¨¢cticas y epistemolog¨ªas africanas que pueden constituir alternativas de construcci¨®n ciudadana no violentas, de gran calidad democr¨¢tica.
Conclusiones
El ubuntu seguramente sea uno de los ejemplos m¨¢s paradigm¨¢ticos, hasta cinematogr¨¢ficos, del asunto que nos ocupa aqu¨ª. Sin embargo, podr¨ªamos citar tantas otras pr¨¢cticas de no violencia, en el pasado y el presente africanos, que nos inspirar¨ªan igualmente: la orientaci¨®n cl¨¢sica suf¨ª pacifista en los or¨ªgenes de la tariqa Muriddiya en el Senegal colonizado por Francia; el Consejo de Justicia Anuak en Gambella (Etiop¨ªa), el movimiento ecofeminista de la mujer ¨¢rbol Wangari Muta Maathai en Kenia o, incluso, el movimiento Y¡¯en a Marre, creado en 2011 por raperos y periodistas senegaleses, como ejemplo no violento de intervenci¨®n ciudadana con gran potencia transformadora en lo pol¨ªtico.
En esta reflexi¨®n me desmarco, una vez m¨¢s, de la difusi¨®n del ?frica infame que muestran los medios, violenta y conflictiva, exenta de recursos propios para solucionar problemas a menudo de generaci¨®n externa o, al menos, donde el concurso internacional posee un peso espec¨ªfico crucial.
Recurramos tambi¨¦n en Occidente a sus amplios potenciales y pr¨¢cticas [de ?frica] para inspirarnos en alternativas no violentas, justas y equitativas
Cu¨¢ntas otras ?fricas hay de las que nada se ocupan los medios, porque lo bueno no es noticia, no vende peri¨®dicos o, dicho de modo m¨¢s escolar, las estrategias socialmente adaptativas y sostenibles no representan un atractivo para los medios de masa.
Sin renunciar nunca a la denuncia, necesaria, de los profundos males que el continente negro est¨¢ viendo agravados por (y en) la globalizaci¨®n, recurramos tambi¨¦n en Occidente a sus amplios potenciales y pr¨¢cticas para inspirarnos en alternativas no violentas, justas y equitativas, de vida colectiva en el mundo contempor¨¢neo.
Pese a lo que se esfuerzan en contarnos, la paz est¨¢ de moda en ?frica y, por suerte, cuenta tambi¨¦n con poderosas tradiciones a sus espaldas que la refrendan, reinventan y vindican.
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