¡°Ca¨®tica Ana¡±, por Luz S¨¢nchez-Mellado
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Hola. Soy Luz S¨¢nchez-Mellado, soy periodista y escribo la ¡®contra¡¯ de los jueves en EL PA?S.
Hace un mes escaso, el 3 de marzo, Ana Garc¨ªa Obreg¨®n me dijo en una entrevista que estaba muerta en vida y yo me la cre¨ª a pies juntillas. Hace 15 a?os, Juan Jos¨¦ Cort¨¦s confes¨® exactamente lo mismo meses despu¨¦s de perder a su peque?a Mari Luz a manos de un pederasta asesino: ¡°Ando, como, respiro, pero estoy en coma¡±, afirm¨®, mirando a los ojos, sin sombra de duda. Remueve el alma constatar que las madres y los padres de hijos muertos prematuramente expresen de esa id¨¦ntica y terrible forma su manera de permanecer en este mundo despu¨¦s de enterrar a sus criaturas. No viven, aseguran: vegetan. Nadie es qui¨¦n para juzgarlos. Solo ellos conocen la devastaci¨®n ¨ªntima que produce esa tragedia. El resto solo podemos imaginarla, temblar de miedo y tocar madera. Aquel cercano y fr¨ªo d¨ªa de marzo, tres a?os despu¨¦s de la muerte de su hijo, Aless, a los 27 a?os, tras dos de lucha contra el c¨¢ncer, Ana Obreg¨®n declar¨® tambi¨¦n que su mejor momento del d¨ªa era cuando se iba a la cama, porque perd¨ªa el conocimiento unas horas. Y que, en todo este tiempo, no hab¨ªa gastado ni un euro en pastillas para anestesiar su dolor porque los duelos hay que atravesarlos a pelo y, si la herida duele m¨¢s cada d¨ªa, es porque se ha elegido la cura.
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