Ca¨®tica Ana
Lo demoledor de esta historia es que todo puede ser cierto. Que Ana Obreg¨®n est¨¦ muerta en vida. Y que, para soportar lo que le queda de existencia, haya decidido hacerse con un ser humano como tratamiento paliativo
Hace un mes escaso, el 3 de marzo, Ana Garc¨ªa Obreg¨®n me dijo en una entrevista que estaba muerta en vida y yo me la cre¨ª a pies juntillas. Hace 15 a?os, Juan Jos¨¦ Cort¨¦s confes¨® exactamente lo mismo meses despu¨¦s de perder a su peque?a Mari Luz a manos de un pederasta asesino: ¡°Ando, como, respiro, pero estoy en coma¡±, afirm¨®, mirando a los ojos, sin sombra de duda. Remueve el alma constatar que las madres y los padres de hijos muertos prematuramente expresen de esa id¨¦ntica y terrible forma su manera de permanecer en este mundo despu¨¦s de enterrar a sus criaturas. No viven, aseguran: vegetan. Nadie es qui¨¦n para juzgarlos. Solo ellos conocen la devastaci¨®n ¨ªntima que produce esa tragedia. El resto solo podemos imaginarla, temblar de miedo y tocar madera. Aquel cercano y fr¨ªo d¨ªa de marzo, tres a?os despu¨¦s de la muerte de su hijo, Aless, a los 27 a?os, tras dos de lucha contra el c¨¢ncer, Ana Obreg¨®n declar¨® tambi¨¦n que su mejor momento del d¨ªa era cuando se iba a la cama, porque perd¨ªa el conocimiento unas horas. Y que, en todo este tiempo, no hab¨ªa gastado ni un euro en pastillas para anestesiar su dolor porque los duelos hay que atravesarlos a pelo y, si la herida duele m¨¢s cada d¨ªa, es porque se ha elegido la cura.
Confieso que al ver a Ana en la portada de la revista ?Hola! recogiendo en un hospital de Miami a su nueva hija, gestada por vientre de alquiler a cambio de una cantidad no peque?a de dinero, me debat¨ª un rato entre el estupor y la pena hasta que la compasi¨®n gan¨® la partida. Porque lo verdaderamente demoledor de esta historia es que todo puede ser cierto. Que Ana est¨¦ muerta en vida. Que respire por la herida. Y que, para intentar soportar lo que le quede de existencia, haya decidido hacerse con un ser humano como tratamiento paliativo. No olvidemos que, adem¨¢s de a su hijo, ha enterrado a su padre y a su madre en un par de a?os. No ser¨¦ yo qui¨¦n la lapide. Solo espero que Ana Garc¨ªa Obreg¨®n hija, su beb¨¦ de encargo, gestada durante nueve meses por una tercera mujer usada al efecto, no herede, adem¨¢s de su nombre y apellidos, su triste destino de pobre ni?a rica.
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