El miedo impulsa a la derecha
Los partidos socialdem¨®cratas europeos son laminados por votos de castigo a su gesti¨®n La crisis erosiona a los grandes partidos cl¨¢sicos Los conservadores son vistos como administradores m¨¢s fiables
En el oto?o de 2008, mientras el sistema financiero mundial temblaba pavorosamente tras la quiebra de Lehmann Brothers, el presagio de una gran ola de expansi¨®n pol¨ªtica y de conquista del poder tuvo que recorrer las secretar¨ªas generales de los partidos socialdem¨®cratas europeos. El razonamiento era simple: una crisis incubada en los meandros m¨¢s oscuros de un desenfrenado capitalismo, pensaron muchos, llevar¨ªa inevitablemente a los electores a los brazos del centroizquierda, de propuestas pol¨ªticas te¨®ricamente m¨¢s propensas a regular los mercados. Menos de tres a?os despu¨¦s, solo cinco de los 27 Gobiernos de la UE tienen un l¨ªder progresista: Espa?a, Grecia, Eslovenia, Chipre y Austria (en este caso, en coalici¨®n con los democristianos). ?Qu¨¦ pas¨®?
Naturalmente, cada pa¨ªs tiene su propia historia. Pero la debacle progresista es tan extendida y rotunda en el continente que es posible hallar rasgos comunes. El m¨¢s evidente, sin duda, es el voto de castigo a partidos en el poder; a menudo, es recurrente el rechazo a liderazgos fr¨¢giles y poco inspiradores; en muchos casos, tuvo un papel importante la escasa credibilidad de los partidos de centroizquierda en proponerse como alternativa ideol¨®gica, tras largos a?os de adhesi¨®n de facto acr¨ªtica al ideario del libre mercado; en otros, la percepci¨®n de una crisis de corte capitalista qued¨® desplazada por otra m¨¢s da?ina para la izquierda: la de una crisis fiscal, con Gobiernos incapaces de mantener en orden sus presupuestos, de proteger a los ciudadanos y de impulsar la recuperaci¨®n.
En ese caldo de percepciones ciudadanas se cuece el actual derrumbe de la izquierda europea. Sobre ese cataclismo pol¨ªtico est¨¢n concentrados ahora todos los focos, pero en la sombra del devastador palo al progresismo se desarrolla otra din¨¢mica, que viene de atr¨¢s, que es m¨¢s amplia, que se va agudizando y que es recurrente en muchos pa¨ªses: el general declive del peso relativo de los grandes partidos de masa hist¨®ricos, tanto socialdem¨®cratas como conservadores. Se trata de un fen¨®meno en desarrollo desde hace a?os, y que ahora es espoleado por la crisis, de la que las formaciones gobernantes pagan a menudo el precio a favor de otras propuestas pol¨ªticas.
El actual ascenso de los Verdes en Alemania, el del justicialista Italia de los Valores, el de los liberaldem¨®cratas en Reino Unido en 2010, el de la extrema derecha en muchos pa¨ªses, son algunos de los s¨ªntomas de esa dispersi¨®n del voto con respecto a las tendencias del pasado. Independientemente de qui¨¦n est¨¦ en el poder, la suma de los dos principales partidos pesa hoy menos que hace a?os en gran parte de los pa¨ªses europeos, y la tendencia parece acentuarse, dando paso a escenarios pol¨ªticos cada vez m¨¢s fragmentados. Claro est¨¢, en esta temporada pol¨ªtica la mayor parte de esa erosi¨®n corre a cuenta del centroizquierda.
Solo 5 de los 27 pa¨ªses de la UE tienen un primer ministro progresista
¡°El calendario no nos ha favorecido. Las elecciones generales est¨¢n tocando en pa¨ªses gobernados por la izquierda. No es un consuelo, pero si nos fijamos en votos regionales o referendos, est¨¢ claro que hay una ola de voto de protesta contra los Gobiernos en todas partes¡±, comenta Jes¨²s Caldera, presidente de la fundaci¨®n IDEAS y exministro de Trabajo y Asuntos Sociales del PSOE.
Del malestar ciudadano emergen grupos radicales o alternativos ?
Es cierto que, pese al excelente estado de la econom¨ªa alemana, los democristianos de Angela Merkel han cosechado varios palos en comicios regionales, y vuelan muy bajo en los sondeos nacionales; Silvio Berlusconi acaba de sufrir graves derrotas en elecciones administrativas y referendos; Nicolas Sarkozy y su partido no navegan bajos cielos serenos. Los conservadores brit¨¢nicos andan por detr¨¢s de los laboristas en las encuestas. Dentro de un par de a?os, el panorama pol¨ªtico europeo podr¨ªa bascular otra vez. Pero ahora es la izquierda quien se halla en un estado casi comatoso, y hay razones m¨¢s sustanciales que un calendario electoral desgraciado.
Preguntado por las causas del derrumbe en una conversaci¨®n telef¨®nica, Caldera considera que ¡°la socialdemocracia internacional no ha defendido con la necesaria firmeza los valores de empat¨ªa y solidaridad; no ha combatido lo suficiente el individualismo agresivo. Se extendi¨® la idea de que siguiendo la corriente mayoritaria se pod¨ªa gestionar mejor y redistribuir mejor. Eso ha llevado a un divorcio con una parte de los electores¡±. El reciente giro del PSOE hacia una actitud m¨¢s cr¨ªtica con los bancos es probablemente consecuencia de esa reflexi¨®n.
Magnus Ryner, polit¨®logo del Brookes College de Oxford, plantea sin embargo de una manera m¨¢s explicita el argumento: ¡°Factores ef¨ªmeros como un liderazgo poco inspirador o el desgaste del ejercicio del poder han tenido su peso, pero no son la causa primaria. Las causas de los sufrimientos de la socialdemocracia europea son ideol¨®gicas e incubadas desde hace tiempo. La tercera v¨ªa ha intentado desde los a?os noventa conjugar liberalismo financiero con una posterior redistribuci¨®n de la riqueza a trav¨¦s del estado de bienestar. La cosa es que la socialdemocracia europea moderna est¨¢ tan estrechamente vinculada con el sistema en crisis que no se halla en posici¨®n de ofrecer una alternativa¡±.
Los conservadores en el poder tambi¨¦n sufren desgaste en muchos pa¨ªses?
Jon Cruddas y Andrea Nahles, diputados progresistas en Reino Unido y Alemania, asumen abiertamente esa cr¨ªtica en un manifiesto publicado recientemente y que aboga por buscar un nuevo rumbo pol¨ªtico para la izquierda: ¡°Los modelos socialdemocr¨¢ticos de la tercera v¨ªa [de Tony Blair] y el Neue Mitte [de Gerhard Schr?der] abrazaron acr¨ªticamente el nuevo capitalismo globalizado, subestimando el potencial destructivo de los mercados infrarregulados¡±, escriben en el texto, titulado Construyendo la buena sociedad.
En una conversaci¨®n telef¨®nica desde Dinamarca, Ryner se?ala, sin embargo, su convicci¨®n de que el efecto corrosivo de la crisis desgastar¨¢ a ambos polos pol¨ªticos europeos, tanto el conservador/democristiano como el socialdem¨®crata. ¡°Los partidos de masa modernos tienen que apelar a sectores sociales heterog¨¦neos para mantener su tama?o¡±, argumenta. ¡°En un periodo de dificultades econ¨®micas es m¨¢s dif¨ªcil mantener proyectos pol¨ªticos que satisfagan los distintos intereses que un partido de masa intenta retener¡±.
No se ha defendido lo suficiente el valor de la solidaridad
Jes¨²s Caldera?
Jos¨¦ Mar¨ªa Lassalle, diputado y portavoz de Cultura del PP, cree que el progresismo europeo paga el precio de una propuesta pol¨ªtica desfasada con respecto a la realidad contempor¨¢nea. ¡°Interpret¨® la crisis conforme a paradigmas de los a?os treinta. Las sociedades europeas han evolucionado, son mucho m¨¢s complejas y Keynes no es una respuesta para hoy. La izquierda no ha encontrado un discurso que le permita dar respuesta a un consenso social generalizado: la prosperidad la genera la libertad econ¨®mica. El mercado es el elemento m¨¢s id¨®neo para estimular esa prosperidad¡±.
Las percepciones de los votantes acerca de la capacidad de gesti¨®n de la crisis son claramente un punto clave. Una encuesta publicada por este diario el pasado domingo se?alaba c¨®mo la opini¨®n p¨²blica espa?ola considera a Alfredo P¨¦rez Rubalcaba un pol¨ªtico superior a Mariano Rajoy en todos los apartados, menos con respecto al manejo de la crisis. Seg¨²n esa encuesta, el PP adelanta al PSOE en 14 puntos.
Lassalle conviene, sin embargo, en que la actual crisis puede acabar erosionando a medio plazo a los partidos de masa de ambos bandos. ¡°Es normal que las formaciones que han asumido mayoritariamente las responsabilidades de Gobierno en las ¨²ltimas d¨¦cadas acusen el desgaste de la crisis. Por otra parte, la evoluci¨®n posmoderna que viven las sociedades contempor¨¢neas produce una fragmentaci¨®n, un est¨ªmulo del pluralismo a todos los niveles que tambi¨¦n tiene una traducci¨®n en el debate pol¨ªtico¡±.
Algunos analistas apuntan a que el fen¨®meno tambi¨¦n est¨¢ vinculado a la p¨¦rdida de peso relativo de las grandes organizaciones que tradicionalmente han vehiculado votos hacia los partidos de masa: sindicatos e Iglesia.
Sea como fuere, los datos son elocuentes. Los dos principales partidos alemanes ¡ªdemocristiano y socialdem¨®crata¡ª se llevaron el 76% de los votos en 1998; en las elecciones de 2009, la cuota fue 20 puntos inferior, un 56%. En Reino Unido, laboristas y conservadores han pasado del 76% en 1992, al 65% del a?o pasado. En Holanda, los dos principales han ca¨ªdo del 66% al 40% entre 1989 y 2010. En Finlandia, del 49% de 2002 al 39% de este a?o. En Grecia, del 86% al 77% entre 1993 y 2009. En Portugal, del 78% en 2002 al 66% actual.
La natural alternancia democr¨¢tica hace bajar por rondas un bando u otro: pero en una perspectiva m¨¢s amplia, ambos bandos ceden consenso, y la crisis actual no ayudar¨¢ a revertir esa tendencia. Es razonable pensar que la pol¨ªtica europea tendr¨¢ que lidiar en el futuro con parlamentos m¨¢s fragmentados, y que se reabran agrios debates sobre los sistemas electorales, para empezar, y quiz¨¢ sobre las arquitecturas constitucionales, despu¨¦s.
Naturalmente, el fen¨®meno tiene excepciones. En Francia la cuota parece, grosso modo, estable. En Espa?a, en las elecciones de 2008 se registr¨® la mayor concentraci¨®n de voto hacia los dos principales partidos desde la democracia, con casi el 84%. Pero en las recientes administrativas, varios partidos peque?os tuvieron buenos resultados, y en la pr¨®xima ronda de elecciones generales, seg¨²n apuntan los sondeos, el agregado de los dos mayoritarios bajar¨¢, por el previsible descalabro socialista.
Varios analistas sugieren que el ascenso conservador actual es el nuevo episodio de un fen¨®meno recurrente: cuando hay crisis, el electorado vira a la derecha. Un gr¨¢fico publicado recientemente en la versi¨®n online de The Economist muestra que hay cierta coincidencia estad¨ªstica entre frenazos del PIB y derrotas socialdem¨®cratas. Como si en tiempos de tormenta los electores encontraran el refugio del centroderecha m¨¢s tranquilizador. No es solo una cuesti¨®n de gesti¨®n econ¨®mica.
¡°Una de las explicaciones del resurgimiento conservador es que est¨¢ impulsado por el miedo¡±, reflexiona en una conversaci¨®n telef¨®nica James Kloppenberg, historiador de la Universidad de Harvard especializado en el estudio de la socialdemocracia. Los problemas econ¨®micos soplan sobre la llama de cuestiones sociales o culturales que parecen impulsar a la derecha. ¡°Creo que la cuesti¨®n de la inmigraci¨®n y del pluralismo cultural son asuntos que est¨¢n preocupando a mucha gente en Europa¡±, apunta Kloppenberg.
Lassalle usa substantivos diferentes para expresar un concepto an¨¢logo: ¡°Ante un paradigma de incertidumbre e inseguridad a escala global, se ha generado la exigencia de una respuesta con certezas. De ah¨ª, la aproximaci¨®n a un discurso de moderaci¨®n¡±.
Cualesquiera que sean las razones, la socialdemocracia empieza una traves¨ªa en el desierto. Caldera insiste en que los conceptos de ¡°solidaridad¡± y ¡°empat¨ªa¡± deben volver a ser la estrella polar progresista. Que hay que convencer a la ciudadan¨ªa de que una sociedad equitativa no es solo moralmente deseable, sino econ¨®micamente m¨¢s eficiente que una marcada por las desigualdades que produce el libre mercado.
Curiosamente, en una conversaci¨®n mantenida a pocas horas de distancia, el historiador de Harvard Kloppenberg tambi¨¦n emplea la palabra ¡°empat¨ªa¡±. ¡°Tuve una conversaci¨®n con un exprimer ministro [socialdem¨®crata] europeo que manifestaba su preocupaci¨®n por el debilitamiento de ese valor, que fue tan central en los Gobiernos progresistas de la posguerra, y que parece haber perdido su poder de atracci¨®n¡±.?
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