Cuando llame Rajoy
Si gana, el PP necesitar¨¢ el apoyo socialista para culminar el ajuste y gestionar el final de ETA
Podr¨ªa apostarse a que, si gana, lo primero que har¨¢ Rajoy tras constituir su Gobierno ser¨¢ llamar a Rubalcaba y proponerle un pacto de Estado para desplegar una pol¨ªtica de ajuste no muy diferente de la que Zapatero ha venido aplicando con m¨¢s o menos ¨¦xito desde mayo de 2010 con el rechazo, o como m¨ªnimo sin el apoyo, del PP. Fue precisamente la dificultad para encontrar elementos claros de diferenciaci¨®n program¨¢tica lo que llev¨® a los estrategas del PP a poner el acento en el liderazgo y, por tanto, en la necesidad de cambiar cuanto antes de Gobierno adelantando las elecciones. Montoro lo ha formulado diciendo que poner fin a la legislatura ser¨ªa el mejor mensaje para recuperar la confianza de los mercados.
Pero Rajoy ya debe saber que se trata de un deseo, no de una expectativa avalada por la experiencia de los tres pa¨ªses intervenidos por la UE, en todos los cuales el cambio de signo de sus Gobiernos no ha aflojado la presi¨®n. Sobre todo en Grecia, cuya bancarrota se produjo con Gobierno conservador pero fue el socialista salido de las elecciones el conminado a aceptar unas condiciones draconianas (altos intereses y recortes del gasto incompatibles con la recuperaci¨®n econ¨®mica) que han llevado a la situaci¨®n cr¨ªtica que aborda hoy el Consejo Europeo.
Hay una cierta confusi¨®n cuando a Zapatero se le critica a la vez su pasividad contra la crisis y su exceso de celo en la aplicaci¨®n de medidas contradictorias con sus compromisos electorales. La situaci¨®n griega (en los despachos y en la calle) lleva a preguntarse qu¨¦ podr¨ªa haber pasado aqu¨ª si en mayo del a?o pasado no hubiera aceptado hacer los recortes y reformas que se le exigieron.
Pero si el cambio de Gobierno no garantiza la recuperaci¨®n ni la confianza de los mercados, Rajoy tendr¨¢ que gan¨¢rsela, y para ello plantear iniciativas de ajuste duro para cuya aplicaci¨®n necesitar¨¢ el apoyo de los socialistas, incluso si tiene mayor¨ªa absoluta. Es cierto que Zapatero nunca ha estado muy interesado en alcanzar acuerdos con el PP. Por ejemplo, ni se plante¨® la hip¨®tesis de un acuerdo con el PP que evitase los costes del respaldo parlamentario de los nacionalistas. Pero es que el PP lleva a?os neg¨¢ndose a mirar m¨¢s all¨¢ de la jornada electoral: solo le ha interesado asegurar la victoria. Despreciando el entendimiento con el PSOE e incluso boicoteando a trav¨¦s de sectores de la patronal las posibilidades de acuerdo social sobre reformas como la de los convenios.
Otro problema que Rajoy se encontrar¨¢ sobre la mesa si gana y para el que tambi¨¦n necesitar¨¢ una pol¨ªtica concertada con el PSOE es el de la gesti¨®n del fin de ETA. ?Estar¨¢n ya hablando del asunto, aunque sea entre segundos niveles? De momento, lo ¨²nico visible es un intento del PP de utilizar el caso Fais¨¢n para eliminar de la competici¨®n al candidato Rubalcaba. Es un reflejo de la confusi¨®n reinante, sobre todo desde la legalizaci¨®n de Bildu. ?C¨®mo extra?arse de que los de ETA digan en su ¨²ltimo comunicado que han ganado la batalla pol¨ªtica e ide¨®logica de la ilegalizaci¨®n, si escuchan a sus m¨¢ximos enemigos que la sentencia del Tribunal Constitucional supone el fracaso (y la derogaci¨®n en los hechos) de la Ley de Partidos? Esa ley ha conseguido que el brazo pol¨ªtico de ETA acepte las condiciones del Estado de derecho para recobrar la legalidad, rechazando p¨²blicamente la estrategia pol¨ªtico-militar y comprometi¨¦ndose a expulsar a quienes apoyasen acciones terroristas. Y ese distanciamiento es lo que ha provocado el ¨¦xito electoral de Bildu, cuya continuidad depende de que no haya violencia y, a medio plazo, de que ETA desaparezca del todo.
Lo que no estaba al alcance de la Ley de Partidos era acabar con el fanatismo ideol¨®gico de la izquierda abertzale, manifestado estos d¨ªas en temas como el monoling¨¹ismo en la Diputaci¨®n de Gipuzkoa o el rechazo a que la Vuelta a Espa?a pese por Euskadi. La acci¨®n pol¨ªtica, y en su caso jur¨ªdica, contra esas actitudes contin¨²a pero ahora sin el obst¨¢culo a?adido de la coacci¨®n violenta. En lugar de limitarse a reclamar la vuelta a la situaci¨®n anterior, lo l¨®gico ser¨ªa adaptar la estrategia antiterrorista a esa nueva situaci¨®n, m¨¢s favorable para la desaparici¨®n de ETA que la anterior.
Y no cometer los errores de sectarismo del pasado. El intento de forzar la retirada de Rubalcaba utilizando el caso Fais¨¢n, aunque el precio sea la ruptura del (vacilante) consenso antiterrorista, puede tener un alto coste para el PP. Entre otras cosas porque es manifiesto que el intento de sacar de la pista al exministro del Interior es una iniciativa de un peri¨®dico, El Mundo, a la que se ha sumado el primer partido de la oposici¨®n. Una campa?a muy artificiosa que busca considerarle cada d¨ªa culpable de algo, tenga o no relaci¨®n con ¨¦l.
?Habr¨¢ reparado Rajoy en que si la campa?a tuviera ¨¦xito y Rubalcaba no se presentara, la previsible victoria del PP no ser¨ªa suya sino de ese peri¨®dico, lo que no podr¨ªa dejar de afectar a la autoridad del nuevo presidente?
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