Presidente al desnudo
Las im¨¢genes que se cre¨® Camps se han derrumbado
Uno de los libros que m¨¢s han marcado a Francisco Camps es Tiempo de silencio, del psiquiatra Luis Mart¨ªn-Santos. Lo confes¨® en una recepci¨®n navide?a ante un grupo de periodistas, tratando de aparentar normalidad mientras ard¨ªa por dentro. Camps hab¨ªa aprendido que el silencio no consist¨ªa solo en callar, sino que ten¨ªa otra expresi¨®n no menos feroz: el mon¨®logo interior, uno de los procedimientos narrativos con los que Mart¨ªn-Santos innov¨® el panorama literario espa?ol.
Durante los dos ¨²ltimos a?os, con los jueces en los talones y su cartel de presidente honrado arrugado, esas dos expresiones del silencio han sido el m¨¢stil que le permit¨ªa navegar mientras la realidad zarandeaba su nave. Camps ha vivido en un mundo paralelo que no solo ha sido producto de su imaginaci¨®n. Le ayud¨® sobre todo Mariano Rajoy, que le permiti¨® llevar su deriva hasta el paroxismo. Pero tambi¨¦n sus preceptores: Juan Cotino y Rita Barber¨¢, que le han estado haciendo creer que de este laberinto se pod¨ªa salir por la puerta grande. Ayer, esas dos expresiones entraron en contacto y se pusieron incandescentes como un filamento de tungstato antes de fundirlo.
Camps, pese a su tenebroso fondo de armario, qued¨® ayer desnudo ante s¨ª mismo. Hab¨ªa llegado a la presidencia de la Generalitat en 2003 para moralizar la instituci¨®n despu¨¦s de los sospechosos a?os de Eduardo Zaplana y ahora sale de ella apestando a corrupci¨®n. Y no solo por el hedor que le ha impregnado G¨¹rtel, que se le meti¨® hasta la m¨¦dula de su casa y la farmacia de su esposa, Isabel Bas. Bajo su mandato, adem¨¢s de esta trama, que salpica a la c¨²pula del PP valenciano, tambi¨¦n han engordado los casos Fabra y Brugal o el saqueo de la empresa p¨²blica Emarsa, en la que el juez investiga el pago de 15 millones por trabajos no realizados.
Tampoco ha sobrevivido la imagen de hombre afable, tolerante y liberal que ha intentado transmitir estos a?os. Camps se ha demostrado como un hombre implacable de partido que ha preferido la fulminaci¨®n a la integraci¨®n. Ha logrado la unificaci¨®n del partido en la Comunidad Valenciana con mano dura, a costa de aplastar el zaplanismo y marginar a los herederos de Carlos Fabra.
Pero si ha sido implacable con los suyos, con los adversarios ha excedido los l¨ªmites sin ning¨²n complejo. Dej¨® fr¨ªo el hemiciclo el d¨ªa que recuper¨® el lenguaje de la Guerra Civil ante el acoso parlamentario al que lo somet¨ªa la oposici¨®n. Le espet¨® al entonces portavoz del PSPV-PSOE, ?ngel Luna, que lo que lo que les gustar¨ªa a los socialistas ser¨ªa recogerlo en una camioneta al amanecer y que luego lo encontraran en una cuneta. Incluso en privado se refer¨ªa a ellos como ¡°las hordas marxistas¡±.
En ese sentido, Camps mantuvo una gran sinton¨ªa con el difunto arzobispo Agust¨ªn Garc¨ªa-Gasco, azote de Zapatero y considerado por los sectores progresistas de Iglesia valenciana como un obsoleto nacional-catolicista. Nunca como en los ocho a?os de Camps al frente del Consell, la Iglesia ha obtenido tantas prebendas de la Administraci¨®n valenciana. En virtud de esa cordialidad, Camps involucr¨® a la Generalitat en la organizaci¨®n y financiaci¨®n de la visita del Papa a Valencia con motivo del V Encuentro Mundial de las Familias, en 2006, parte de cuya gesti¨®n est¨¢ siendo investigada por los tribunales porque de los 14,5 millones de euros que Canal 9 adjudic¨® para cubrir ese acontecimiento, sin mediar concurso, m¨¢s de la mitad fueron para una empresa tapadera de la trama G¨¹rtel.
Camps tambi¨¦n hab¨ªa llegado al Palau de la Generalitat tocado con el yelmo dragonado de Jaime I. Para ello se ley¨® el libro gordo del padre Robert Ignatius Burns sobre el monarca y acomod¨® su agenda a la estela del conquistador, cargando de significado y solemnidad cada acto que protagonizaba. Sin embargo, esa imagen tambi¨¦n se le ha estropeado en el transcurso de su mandato. Una de las primeras medidas de la legislatura que no terminar¨¢ fue liquidar la Ley de Uso y Ense?anza, una norma nacida del consenso en 1983 y que ha servido para encauzar la ense?anza del valenciano sin fricciones.
En estos a?os ha reducido, asimismo, su valencianismo primario y expansivo a un victimismo irritante contra el Gobierno central, que ha explotado en todos sus frentes hasta la extenuaci¨®n. Con Camps, la afirmaci¨®n de la Comunidad Valenciana se ha producido m¨¢s en la confrontaci¨®n que en la puesta en valor de sus capacidades y posibilidades. El abuso de ese discurso ha forjado la imagen de una Generalitat reducida a organismo subalterno y menesteroso (incapaz de lograr sus prestaciones sin un Gobierno central del mismo color) que tuviera m¨¢s responsabilidad que pedir y quejarse.
Y lo m¨¢s grave: todos lo que no se ajustaran a ese concepto no eran valencianos, sino enemigos de la Comunidad Valenciana. Todas las im¨¢genes que Camps se ha creado para su propio escaparate se derrumbaron ayer ya solo perviven en la pantalla de Canal 9.
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