Seis meses para cambiar el mundo
La primavera ¨¢rabe es un rugido a favor de la democracia El 15-M espa?ol pide un nuevo pacto social
Seis meses para cambiar el mundo. O al menos nuestro mundo: el Mediterr¨¢neo. O arriesgando en la terminolog¨ªa, el euro¨¢rabe: por la geograf¨ªa, por los flujos migratorios, por el sustrato cultural. Seis meses de revueltas ¨¢rabes que no han sido monol¨ªticos. Han fluctuado el alcance de los cambios, la implicaci¨®n popular, la localizaci¨®n y el fervor medi¨¢tico. Pero tal y como los ¨¢rabes mismos proclaman sin cesar, ya nada ser¨¢ igual: ni en el mundo ¨¢rabe ni en Occidente. Y en Occidente la gran sorpresa ha sido Espa?a. El 15-M, en el que los ¨¢rabes quieren ver, orgullosos, una r¨¦plica de T¨²nez y Tahrir, no busca acabar con ning¨²n tirano, pero s¨ª con algunas tiran¨ªas: la de los mercados financieros, la de los partidos sin democracia, la omnipresente del productivismo patriarcal. Por ello, y pese a lo que diferencia a ambos procesos, lo ocurrido en el mundo ¨¢rabe y en Espa?a dibuja un nuevo paradigma, perfectamente alcanzable. Solo hace falta una cosa, la m¨¢s dif¨ªcil de todas: querer cambiar las cosas.
Enero-febrero.
Con la ca¨ªda de Ben Ali, se puso de manifiesto la capacidad de la sociedad tunecina para gestionar un espacio p¨²blico propio y reinventarse a s¨ª misma. En menos de cuatro semanas, la suerte del mundo ¨¢rabe estaba echada. Aunque la fuerza simb¨®lica de las plazas mayores (Tahrir o La Perla) acapar¨® las miradas, en las revueltas ¨¢rabes la ramificaci¨®n callejera ha sido fundamental: las peque?as ciudades y la periferia fueron las que encendieron la llama en T¨²nez y la hicieron imparable en Egipto, donde hace 4.000 a?os se invent¨® el centralismo administrativo. Nada m¨¢s contrario a las pir¨¢mides que las redes, la nueva expresi¨®n de la revoluci¨®n. Sin centro y sin m¨¢rgenes, las identidades se difuminan, reducen su pugnacidad, y la tr¨ªada maldita de la sociedad ¨¢rabe (clase, sexo, religi¨®n) recula en el nuevo espacio p¨²blico.
Como se vio en Egipto, la revoluci¨®n no es un mero horizonte, es una estrategia realista, hasta triunfante. Puede con Mubarak, con la Embajada estadounidense y con los Hermanos Musulmanes. Cuando la hermandad fundada por Hasan al Banna en 1928 se decide a salir a la calle, ya no hay hueco para sus recetas reformistas y su umma de cortar y pegar, retr¨®grada en lo social y componendista en lo pol¨ªtico. Esta vez es el pueblo, no la umma, el arquitecto del futuro.
Marzo.
Por fin un respiro, piensa la vieja realpolitikoccidental: la primavera ¨¢rabe se atasca en Libia. S¨ª y no. Con Libia hemos llegado a la creaci¨®n de un problema complejo, ¨²til para cuestionar silenciosamente el despertar ¨¢rabe: el sue?o puede acabar en guerra civil, por lo tanto tal vez no es del todo bueno. Sin la intervenci¨®n militar occidental, Bengasi habr¨ªa sido arrasada por Gadafi. Pero como la intervenci¨®n ha sido oscura y poco eficiente para garantizar el triunfo total de los rebeldes, la causa rebelde queda enturbiada y sometida al discurso habitual, previo: el de las potencias mundiales que se posicionan a favor o en contra de un tirano. Los rebeldes quedan reducidos a un papel secundario, molesto. ?Deber¨ªan haberlo hecho?
Parece que los ¨¢rabes solo deban hacerlo cuando dominen maravillosamente lo ic¨®nico, como en Tahrir, haci¨¦ndose con una plaza y con el apoyo de Al Yazira. Pero el mundo ¨¢rabe sigue sus procesos, como los segu¨ªa cuando estaba inmerso en el islamismo. La gente ha abierto la puerta y est¨¢ decidida. La prueba es Siria: aunque el mundo haga poco o nada, los sirios siguen en pie contra el tirano.
Avanzan las revueltas y se impone la sensaci¨®n de que el cambio ¨¢rabe es demasiado fatigoso para un Occidente pol¨ªticamente exhausto, que no ha podido explicar a sus ciudadanos por qu¨¦ sus ¨¦lites financieras, para las que se nos pidi¨® confianza, han robado impunemente a los ciudadanos: un Obama moralmente preso de Guant¨¢namo y asfixiado en casa; un Sarkozy que es una parodia de De Gaulle y de Le Pen al mismo tiempo; un Cameron y una Merkel tan poco europe¨ªstas que ni se entienden entre ellos; y un Zapatero que ha fallado a los j¨®venes a los que prometi¨® no fallar. ?Qui¨¦nes levantan la cabeza airosos en el ¨²ltimo decenio? Erdogan, Lula, los perif¨¦ricos, los que de entrada asumieron su desconfianza en el sistema.
Abril.
Fatah y Ham¨¢s cierran filas, en vano. Si el mundo ¨¢rabe se levanta, Palestina se levantar¨¢: contra sus gobernantes y contra la ocupaci¨®n. El mill¨®n y medio de habitantes de Gaza y los dos y medio de Cisjordania podr¨ªan marchar hacia Israel, cada d¨ªa la posibilidad se acerca m¨¢s y se llama septiembre. Los palestinos har¨¢n su revoluci¨®n una vez m¨¢s: por ellos y por el mundo ¨¢rabe. ?Ser¨¢ con ¨¦xito? Ser¨¢ para fracasar mejor, como dec¨ªa Beckett. Israel e Ir¨¢n, los grandes enemigos del mundo ¨¢rabe, habr¨¢n de recomponerse los ropajes. ?Una Siria libre? Terror para ambos. ?Una Palestina libre? Terror para ambos. ?Un Egipto libre? Terror para ambos. ?Una Arabia Saud¨ª libre? Terror para ambos. La libertad del mundo ¨¢rabe es el terror de Ir¨¢n e Israel. ?Y qu¨¦ ser¨¢ de la hegemon¨ªa americana en la regi¨®n si se hunde el viejo paradigma maniqueo que enfrenta a Ir¨¢n (el demonio, lo distinto) con Israel (el hermano, el semejante)?
Mayo-junio.
Mucho se ha hablado de las posibles semejanzas entre las revueltas ¨¢rabes y el 15-M espa?ol. Que en el plano ic¨®nico las hay, es evidente. Y lo ic¨®nico importa. Pero lo cierto es que m¨¢s all¨¢ del cultivo de la horizontalidad y de la cultura de la red en T¨²nez-Tahrir y Sol, las semejanzas no son muchas: en el mundo ¨¢rabe se llora por una democracia no muy desemejante a la de aqu¨ª, mientras que aqu¨ª se la juzga caduca. Aqu¨ª lo que en el fondo se reclama es un nuevo pacto social. La democracia espa?ola que reposa sobre los Pactos de la Moncloa ha llegado a su fin, si es que no lo hab¨ªa hecho hace tiempo. A muchos efectos la Transici¨®n solo ha acabado de acabar ahora, con la contestaci¨®n del 15-M, que supone la aparici¨®n de nuevos actores pol¨ªticos, marginales de momento, pero nuevos, apartidistas aunque no apartidarios.
Hay que refundar la esfera p¨²blica espa?ola. Nuestra Constituci¨®n, la relaci¨®n del Estado con la Iglesia y hasta el modelo de Estado, posiblemente no nos sirven ya. Pero lo importante, lo que indica un cambio de paradigma a una escala mayor, es que la sensaci¨®n es semejante en otros pa¨ªses sin nuestras condiciones intr¨ªnsecas. Hay una cr¨ªtica a la democracia formal europea como modelo de resultados seudodemocr¨¢ticos.
Es cierto que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n acepta las condiciones de su relaci¨®n con esta democracia que no tiene otro rostro que el del capitalismo liberal. Pero eso no invalida la cr¨ªtica regeneradora, la solicitud de un cambio radical en el sistema de las mediaciones, en el que mediador y poder han quedado asimilados en el sentir de sectores sociales que han decidido reprobarlos.
Coda. Cualquier cambio pol¨ªtico de alcance no solo tiene todas las de perder, sino que es azaroso, titubeante. Sin embargo a las revueltas ¨¢rabes o al 15-M se les exige acierto a la primera, perfecci¨®n y otras cualidades poco frecuentes cuando se hace historia. En ambos acontecimientos, tomados por separado y conjuntamente, lo que importa es su fe en la perfectibilidad pol¨ªtica: en el mundo ¨¢rabe, estamos ante un rugido en favor de la democracia; en el 15-M, ante una propuesta regeneradora y transformadora, que le pide realidad a la democracia, porque al ciudadano le sobra realidad y le falta democracia, esto es, poder pol¨ªtico. Pero el estado de cosas ?desea ver caer al 15-M! Dig¨¢moslo todo: y a las revoluciones ¨¢rabes, que no se pueden juntar con el movimiento espa?ol, pero que han coincidido en un tiempo ¨²nico, cargado de futuro.
Luz G¨®mez Garc¨ªa es profesora de estudios ¨¢rabes e isl¨¢micos de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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