?Hay que o¨ªr la realidad social?
En aplicaci¨®n de la filosof¨ªa que se desparrama por la sentencia, un simple silogismo podr¨ªa llevar a una escalofriante conclusi¨®n: ETA ide¨® la apuesta electoral del pasado 22-M
Existe en Euskadi una profusa jurisprudencia popular de sucesivas interpretaciones pol¨ªticas cada vez que la justicia fiscaliza los pasos supuestamente punitivos de la izquierda abertzale ilegalizada. Responden, sin duda, a una instintiva reacci¨®n de sobreponer la aplicaci¨®n de la denominada realidad social a la propia ley.
En esencia, se vendr¨ªa a decir: los jueces no deber¨ªan haber condenado en Bateragune a quienes se han encargado de predicar que el tiempo de ETA se ha acabado y que la independencia solo se defender¨¢ a partir de ahora con la palabra.
Sobre este escenario, donde la ideolog¨ªa y el pragmatismo se imponen al C¨®digo Penal y a la historia, resulta f¨¢cilmente comprensible que hayan surgido de inmediato indignadas voces mayoritarias que expresan su desaz¨®n por el golpe bajo que la sentencia condenatoria de Bateragune inflige, sobremanera, a la consolidaci¨®n de una esperanzadora realidad de ausencia de violencia.
Por el contrario, este fallo, al que se otorga una l¨®gica traslaci¨®n a la suerte inmediata que puede deparar la intrincada legalizaci¨®n de Sortu, alimenta judicialmente las tesis pol¨ªticas de quienes siempre han entendido como una mera estratagema para su supervivencia la reciente catarsis de Batasuna. Una creencia alimentada fatalmente, de un lado, por la sombra alargada de una diezmada banda terrorista que se resiste a tutelar este proceso hacia la paz y, de otro, por cuantos son incapaces de exigir su disoluci¨®n para as¨ª acrisolar su apuesta pol¨ªtica.
Pero, en su esencia, la condena de Bateragune llega a cuestionar peligrosamente la teor¨ªa manejada por el Tribunal Constitucional cuando, dividido eso s¨ª, admiti¨® a Bildu. Y es que muy por encima del reconocimiento al derecho a la concurrencia electoral que entonces se dijo el fallo de la Audiencia Nacional ilegaliza ahora la poderosa raz¨®n con la que la coalici¨®n abertzale abrazaba su petici¨®n: ¡°Criticamos la violencia venga de donde venga y s¨®lo queremos hacer pol¨ªtica¡±.
En cuestiones de tan hondo calado, ser¨ªa aconsejable evitar los circunloquios. Es por ello necesario admitir que Bildu no es otra cosa que una consecuencia inmediata del plan estrat¨¦gico que emana de la reflexi¨®n de Bateragune. Por ello, en aplicaci¨®n de la filosof¨ªa que se desparrama por la sentencia, un simple silogismo podr¨ªa llevar a una escalofriante conclusi¨®n: ETA ide¨® la apuesta electoral del pasado 22-M.
?Y ahora, qu¨¦? Pendientes del obvio recurso al Supremo, la controlada acci¨®n pol¨ªtica de Bildu va a evitar reacciones ultramontanas a las que su entorno acostumbraba cada vez que la Justicia castigaba sus aspiraciones para as¨ª exhibir que se asiste a un nuevo tiempo. Y como ejemplo sirva el significativo tuit de Arnaldo Otegi desde la c¨¢rcel. Pero, sobre todo, la sentencia dinamizar¨¢ las opciones electorales de la izquierda abertzale para el 20-N al alimentar el victimismo que siempre le ha aportado r¨¦ditos. La realidad social, vaya.
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