Entre el fatalismo y el v¨¦rtigo
No hay euforia en la derecha. No puede haberla despu¨¦s de tomar posesi¨®n de sus nuevas plazas conquistadas
Es una precampa?a extra?a; tan extra?a que casi no nos hemos percatado de que ya estamos en ella. Quiz¨¢ porque el pistoletazo de salida se produjo con la misma elecci¨®n de Rubalcaba como candidato socialista; o porque le falta el ingrediente b¨¢sico de toda contienda electoral, su chispa, la tensi¨®n que genera la indeterminaci¨®n del resultado. El esp¨ªritu del momento dentro de la izquierda es el fatalismo. Pocos dudan de la victoria del PP y casi nadie se atreve a elevar su voz en contra de la terapia homeop¨¢tica de recortes del gasto. Porque todos saben, sabemos, que la dosis ir¨¢ en aumento. No en vano, quien nos la prescribi¨® fue este mismo Gobierno, y esto lo percibe hasta el m¨¢s com¨²n de los ciudadanos. Decir que se ser¨¢ m¨¢s cuidadoso con los recortes y m¨¢s atento con los desfavorecidos es una forma de reconocer la estrechez del campo de juego. Parafraseando a Borges, lo que une a los l¨ªderes de izquierda con sus votantes no es la esperanza, sino el espanto.
Por su parte, el esp¨ªritu del momento dentro de la derecha es el v¨¦rtigo. No hay euforia. No puede haberla despu¨¦s de tomar posesi¨®n de sus nuevas plazas conquistadas en el espacio local y auton¨®mico y ver que se han convertido en pol¨ªticos manostijeras. Y ese ser¨¢ el destino tambi¨¦n para quien alcance el poder en el Estado central. El paradigma de este tipo de pol¨ªtico es la pobre Cospedal, que en contra de su voluntad, como es obvio, ha devenido en la t¨ªpica pol¨ªtica que solo puede dar malas noticias y poner un gesto adusto cuando comparece en p¨²blico, l¨¢tigo en mano. Justo lo contrario de lo que prescriben los manuales de marketing pol¨ªtico: ¡°Todo en positivo, nada en negativo¡±. Y de poco sirve que puedan imputar la culpa a la Administraci¨®n anterior.
Toda esta generaci¨®n de pol¨ªticos sobre la que ha ca¨ªdo la gesti¨®n de la crisis hab¨ªa sido socializada para crear expectativas, hacer promesas, ofrecer el lado m¨¢s soleado de la realidad. Se navegaba con buen viento y las arcas llenas. Y si no lo estaban, y esa ha sido nuestra tragedia, se ped¨ªa prestado lo necesario para hacer campus universitarios, instalaciones deportivas, aeropuertos... lo que fuera con tal de atraerse el favor ciudadano. Ahora ya lo ¨²nico que pueden ofrecer es que ser¨¢n gestores honestos y eficaces; la moral p¨²blica y la buena administraci¨®n como el horizonte m¨¢ximo de las expectativas. Aqu¨ª tambi¨¦n ha habido un importante recorte. Y ha aparecido un nuevo tipo de pol¨ªtico que promete dar mucho que hablar, el pol¨ªtico a la defensiva, el gerente de los males mayores, el heraldo de las desgracias y los sacrificios. Una nueva especie, en efecto. El v¨¦rtigo de la derecha, sin embargo, no viene solo de eso, de obtener una victoria en el momento m¨¢s inconveniente. Su problema potencial, sobre todo si gana las elecciones con una amplia mayor¨ªa, es la soledad. ?Habr¨¢ alg¨²n otro grupo pol¨ªtico dispuesto a compartir el mensaje de sangre, sudor y l¨¢grimas? CiU podr¨ªa serlo, porque ya lo est¨¢ experimentando en su propia carne en el Gobierno de Catalu?a, pero el precio a pagar a cambio de su apoyo ser¨ªa inaceptable despu¨¦s de sus pronunciamientos sobre el autogobierno catal¨¢n. Algo similar podemos decir del PNV. Y, si la mayor¨ªa es tan amplia como se prev¨¦, el PSOE estar¨¢ m¨¢s atento a gestionar su propia crisis interna y las luchas de poder que aflorar¨¢n enseguida, que en brindar a su cl¨¢sico adversario el placer de una apuesta en com¨²n por sacar el pa¨ªs adelante.
La gran disyuntiva que tiene que resolver el PP ¡ªsiempre en el caso de mayor¨ªa absoluta, claro est¨¢¡ª es c¨®mo va a interpretar el mandato electoral. Si lo entender¨¢ como un mensaje para tener las manos libres y favorecer la gobernabilidad, para poder aplicar el ¡°ordeno y mando¡±; o, por el contrario, si ser¨¢ sensible a la situaci¨®n de excepci¨®n en que vivimos, seguramente la peor desde la Transici¨®n. A estas alturas todos los grupos pol¨ªticos deben de saber que no salimos de esta sin un amplio consenso social al que poder incorporar a todos ¡ªo a buena parte, al menos¡ª de los actores sociales y pol¨ªticos. El coste del disenso puede ser la fractura social y/o el choque de trenes con las nacionalidades hist¨®ricas. As¨ª visto, la gobernabilidad pasa por atender a nuestro inevitable pluralismo, y por repartir las cargas de modo equitativo. Lo que ahora necesitamos es un liderazgo con capacidad para adicionar fuerzas, no un liderazgo solipsista. De v¨¦rtigo, s¨ª.
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