De la micropol¨ªtica a la macropol¨ªtica
Aunque el desconcierto auton¨®mico sea un legado eclipsado por la herencia econ¨®mica, es evidente que estamos ante una de las asignaturas que el Gobierno saliente deja pendientes
Hace algo menos de dos meses, se produjo en el Congreso un intercambio dial¨¦ctico muy revelador. Estuvo protagonizado por el presidente del Gobierno y el portavoz de ERC, a cuento de una serie de medidas que el nacionalista tachaba de recentralizadoras. En su respuesta, Zapatero le dijo que ¡°la Espa?a plural, es plural... pero Espa?a¡±. De una forma oblicua y tard¨ªa, intentaba paliar las consecuencias de un debate territorial abierto sin tener en cuenta el objetivo, y buscando aliados poco compatibles con el Estado definido en la Constituci¨®n.
Aunque el desconcierto auton¨®mico sea un legado eclipsado por la herencia econ¨®mica, es evidente que estamos ante una de las asignaturas que el Gobierno saliente deja pendientes. La causa hay que buscarla en el pertinaz error de transformar lo que debiera formar parte de la macropol¨ªtica espa?ola, en un exponente m¨¢s de la micropol¨ªtica partidaria. La apertura de determinados debates auton¨®micos no respondi¨® a una necesidad objetiva, sino a una estrategia con la que los socialistas aspiraban a aislar al PP. En t¨¦rminos futbol¨ªsticos, Zapatero quer¨ªa adelantar las l¨ªneas para dejar a sus adversarios en fuera de juego. No lo logr¨®, pero s¨ª dej¨® en el subconsciente pol¨ªtico una idea muy nociva que es prioritario corregir: la asociaci¨®n de autonomismo y descoordinaci¨®n. De acuerdo con esta equivalencia, el compromiso auton¨®mico no se demostrar¨ªa con la buena gesti¨®n de las competencias o el impulso a una participaci¨®n m¨¢s activa de las autonom¨ªas en las tareas comunes, sino en un alejamiento progresivo del Estado. Esa anomal¨ªa se ha trasladado al lenguaje corriente, como se aprecia en las referencias a la relaci¨®n de tal o cual comunidad ¡°con¡± el Estado. ?Acaso son realidades diferentes?
La siguiente etapa se resume en una palabra: cooperaci¨®n
Semejante visi¨®n favorece tanto a la concepci¨®n nacionalista de la Espa?a auton¨®mica, como al sentimiento nost¨¢lgico de una naci¨®n centralizada. Para la primera, el Estado es un enemigo al acecho al que hay que mantener a raya. Para la segunda, las autonom¨ªas son realidades disolventes de las que es preciso desconfiar. Sin embargo, ambas tendencias son minoritarias en el conjunto de una sociedad espa?ola que ve compatible su sentimiento de unidad, con el deseo de pertenencia a una comunidad concreta. El reto consiste en recuperar la m¨¢xima de la Transici¨®n, y elevar a la categor¨ªa de pol¨ªticamente normal, lo que ya es normal en gran parte de Espa?a.
Galicia es un apreciable ejemplo de esa normalidad. Es una nacionalidad hist¨®rica con indiscutible identidad, que nunca ha entendido el galleguismo como coartada separadora. Nuestro autonomismo se ha enfocado en una doble direcci¨®n: la gesti¨®n adecuada de nuestras competencias y la aspiraci¨®n a participar activamente en todas las pol¨ªticas de Estado. La idea de que Galicia es Estado, que una comunidad es Espa?a, es la pol¨ªtica auton¨®mica del PP, que interpreta un sentir generalizado de la sociedad. Cuando se est¨¢ en v¨ªsperas de un cambio de Gobierno, suele decirse que el gran reto territorial de los nuevos gobernantes es satisfacer las demandas de determinadas autonom¨ªas. No ser¨¢ el presidente de la Xunta quien niegue la importancia de que estas comunidades se sientan a gusto en la casa com¨²n. Sin embargo ser¨ªa un error reducir a esta cuesti¨®n los desaf¨ªos futuros de la Espa?a de las autonom¨ªas. La pol¨ªtica auton¨®mica de Rajoy aspira a pasar de la micropol¨ªtica practicada por Zapatero, a la macropol¨ªtica que se necesita. El objetivo ha de ser mucho m¨¢s ambicioso.
La siguiente etapa se resume en una palabra: cooperaci¨®n. No tiene sentido que prediquemos constantemente que la soluci¨®n para los problemas europeos estriba en la concentraci¨®n de esfuerzos, mientras que aqu¨ª se defiende la dispersi¨®n. No es congruente que aqu¨ª la conferencia de presidentes se convierte en algo ex¨®tico, y las conferencias sectoriales en encuentros poco operativos. Es urgente cambiar ese paradigma al que me refer¨ªa antes. Autonomismo y cooperaci¨®n han de ser sin¨®nimos. Autonomismo y descoordinaci¨®n han de convertirse en t¨¦rminos antag¨®nicos. La poco meditada pol¨ªtica auton¨®mica anterior condujo a esa apresurada aclaraci¨®n de Zapatero que record¨¢bamos al principio. ?l y su Gobierno promovieron equ¨ªvocos y frustraciones que se hace imprescindible corregir. El Estado de las autonom¨ªas es tambi¨¦n un Estado ¡°con¡± las autonom¨ªas. Si corregimos el rumbo, la Espa?a auton¨®mica seguir¨¢ siendo uno de los grandes hallazgos de nuestra democracia.
Alberto N¨²?ez Feij¨®o es presidente de la Xunta.
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