¡°La gente ve cada vez m¨¢s el campo como salida laboral¡±
Mercedes Peso, riojana, ha recuperado huertas abandonadas y vive de ellas
Cada martes, 100 familias recogen su bolsa reutilizable con seis o siete kilos de frutas y verduras de temporada en La Rioja. Y pagan 50 euros al mes por poner en sus platos sabor y una dieta equilibrada. Esos ingresos y algunos otros de la recolecci¨®n de las ciruelas permiten pagar dos sueldos, el de Mercedes Peso y el de Yolanda Rico, la una m¨¢s dedicada a la tierra y la otra a la comercializaci¨®n. Ambas casadas y ambas con un par de hijos. Las dos mujeres estaban en el paro cuando decidieron adoptar unas huertas abandonadas.
El r¨ªo Iregua riega el valle que lleva su nombre y calma la sed de Logro?o. Pero las huertas no lucen como anta?o. En el pueblo de Nalda, la Asociaci¨®n Colletero decidi¨® hace un par de a?os que hab¨ªa llegado el momento de volver a la agricultura tradicional, disfrutar con el trabajo del campo y dignificarlo. Y, de paso, conjurar la crisis. El proyecto recuper¨® las huertas que no estaban en producci¨®n y fueron cedidas altruistamente. Y funcion¨®. Podr¨ªa dar para un tercer empleo, pero han tenido que alquilar un local con un par de c¨¢maras frigor¨ªficas.
Mercedes Peso se crio recogiendo pepino y fresas con sus padres. Lo suyo es la tierra. ¡°No me cuesta trabajo el campo porque me gusta. Yo siempre he tenido huerta, pero el sueldo lo tengo gracias a este proyecto¡±, dice. Cada ma?ana recoge con su furgoneta a la gente que ese d¨ªa le ayudar¨¢ con las hortalizas, unos voluntarios, otros aprendices, y se trasladan hasta las fincas. Antes trabajaba en un vivero, ahora riega alcachofas, mima las lechugas, saca puerros, carga tomates, lo que toque. Y cuatro veces al a?o celebra jornada de huertas abiertas para que los clientes de Logro?o y sus familias visiten a las cebollas en su tierra natal. ¡°Yo creo que me puedo consolidar en el campo, la gente cada vez lo ve m¨¢s como una salida laboral. Me veo al aire libre toda la vida. Siembras, ves crecer... El campo es como un hijo, pones una semillita...¡±, dice Mercedes.
Mercedes, Yolanda y Raquel Ram¨ªrez, la coordinadora de este proyecto, protagonizan este reportaje, pero la historia es m¨¢s larga y est¨¢ llena de otras muchas mujeres. Acostumbradas a trabajar en red (est¨¢n asociadas en la Federaci¨®n de Asociaciones de Mujeres Rurales, Fademur), se coordinan con las cooperativas agrarias de la zona para vender sus ciruelas o comprar algunos productos que les faltan para llenar las bolsas. Y Nalda Coop 21 es la cooperativa que ha incorporado esta nueva actividad y se encarga de pagar los salarios.
Las tres hect¨¢reas de huerta y una de ciruelos han criado un proyecto solidario y sostenible que vuelve la mirada a tiempos antiguos, cuando el campo se cultivaba como un negocio familiar y los consumidores ten¨ªan el paladar acostumbrado a los sabores de temporada. ¡°La relaci¨®n con nuestros clientes es de confianza. Podr¨ªamos tener m¨¢s, pero no queremos que se convierta en un macroproyecto, lo que s¨ª nos gustar¨ªa es que otros pueblos hicieran lo mismo. As¨ª podr¨ªamos intercambiar productos, como hac¨ªan nuestros abuelos¡±, dice Raquel.
Peras, pimientos, orejones de tomate secados al sol (¡°en las ca?as, como se hizo siempre¡±)... La huerta de Mercedes y Yolanda no viaja m¨¢s de 25 kil¨®metros porque un tomate madurado al sol no aguanta mucho traqueteo y la sostenibilidad del proyecto se perder¨ªa con largos y contaminantes transportes. Y el sabor.
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