Dar gato por liebre
Mentiras y traiciones envuelven la historia de la sublevaci¨®n del general Segismundo Casado en marzo de 1939. Enga?¨® a los historiadores y ¡°confirm¨®¡± los mitos esenciales de los vencedores
En estos d¨ªas tan tumultuosos pol¨ªticamente el Ministerio de Defensa publica un libro cuya carencia se hac¨ªa sentir agudamente. Bajo la direcci¨®n y coordinaci¨®n del catedr¨¢tico Javier Garc¨ªa Fern¨¢ndez aparece un grueso tomo titulado 25 militares de la Rep¨²blica. Son biograf¨ªas, escritas por otros tantos historiadores de primera fila, de una selecci¨®n de generales o almirantes y jefes que permanecieron leales al Gobierno republicano en o despu¨¦s de la sublevaci¨®n militar de 1936. Entre ellos figuran Aranguren, Asensio Torrado, Batet, Buiza, Casado, Cord¨®n, Escobar, G¨¢mir, Hern¨¢ndez Saravia, Hidalgo de Cisneros, Mangada, Mart¨ªnez Cabrera, Men¨¦ndez, Miaja, N¨²?ez de Prado, Pozas y Rojo. La lectura ser¨¢ imprescindible tras tantos a?os de desfiguraci¨®n y desvirtuaci¨®n de su papel en la guerra civil, acrecentadas en algunos casos por el malhadado Diccionario Biogr¨¢fico Espa?ol que en la nueva legislatura probablemente no tardar¨¢ en distribuirse.
No se recupera el honor de todos los biografiados. Para uno al menos, y que el Diccionario ha tratado de salvar por todos los medios, la evidencia primaria documental de ¨¦poca lo hunde en las simas del embuste y de la traici¨®n. A muchos espa?oles de las generaciones m¨¢s j¨®venes su nombre no les dir¨¢ nada. Se trata del general Segismundo Casado, el hombre que el 5 de marzo de 1939 se levant¨® en armas contra una Rep¨²blica a punto de colapsarse, que cre¨® un sedicente Consejo Nacional de Defensa, que aglutin¨® en torno suyo a un peque?o arco de figuras de segundo o tercer nivel (salvo Miaja, el anciano socialista Juli¨¢n Besteiro y el exsubsecretario de Gobernaci¨®n y destacado miembro del PSOE Wenceslao Carrillo).
La sublevaci¨®n casadista ha dado origen a discusiones sin cuento. Tambi¨¦n abri¨® inmensas heridas en las filas del exilio. Profundiz¨® hasta l¨ªmites infranqueables las divisiones entre socialistas, comunistas, anarquistas y republicanos. Estuvo basada en una patra?a de Casado y en una estrategia pol¨ªtica de Franco.
La patra?a consisti¨® en acusar a Negr¨ªn de hacer el caldo gordo a los sovi¨¦ticos y sus sicarios espa?oles y de prolongar la guerra sirviendo exclusivamente el inter¨¦s de Stalin. De aqu¨ª la subpatra?a que la sublevaci¨®n se llev¨® a cabo para impedir que Negr¨ªn y los comunistas se hicieran con el control de los mandos de lo que quedaba de Ej¨¦rcito Popular.
La estrategia de Franco consisti¨® en enga?ar a Casado haci¨¦ndole ver que una rendici¨®n inmediata no provocar¨ªa represalias entre los mandos militares que no hubieran cometido delitos de sangre. Lo que hab¨ªa detr¨¢s es f¨¢cil de identificar: Franco deseaba evitar cualquier evacuaci¨®n de dirigentes pol¨ªticos, militares y sindicales. Para ello necesitaba que alguien hundiera, desde dentro, las peque?as posibilidades de resistencia. As¨ª podr¨ªa liquidar f¨¢cilmente la flor y nata republicana.
Casado se trag¨® el anzuelo. Engatus¨® a sus compa?eros haci¨¦ndoles ver que no tendr¨ªan que temer demasiado de la victoria franquista y busc¨® aliados para su golpe en unidades pr¨®ximas a Madrid. Las encontr¨® en el Cuerpo de Ej¨¦rcito de Cipriano Mera, probado l¨ªder anarquista y pol¨ªticamente analfabeto. Aprovech¨® el sordo rencor contra los comunistas y manipul¨® a la Agrupaci¨®n Socialista Madrile?a.
Franco termin¨® la guerra en beaut¨¦, gracias a una operaci¨®n pol¨ªtico-estrat¨¦gica que le permiti¨® copar a una inmensa cantidad de dirigentes republicanos. Tambi¨¦n a la masa combatiente. Todos formaban parte de aquella Anti-Espa?a cuya eliminaci¨®n f¨ªsica, pol¨ªtica y ps¨ªquica hab¨ªa constituido el alfa y el omega de la rebeli¨®n de 1936. Casado se escap¨® a Inglaterra tras una serie de proclamas preconizando la resistencia numantina si no se recib¨ªan condiciones satisfactorias de paz. No las obtuvo.
En Londres, Casado escribi¨® unas autojustificativas y falaces memorias, nunca traducidas al espa?ol. El manuscrito lo entreg¨® el 21 de julio. Era profundamente anticomunista pero no pon¨ªa en solfa a las democracias occidentales que tan poco hab¨ªan hecho por la Rep¨²blica. Hay que sospechar que alguna mano for¨¢nea le ayud¨® en su concepci¨®n. Como tras el final de la Segunda Guerra Mundial y en el comienzo de la guerra fr¨ªa los servicios secretos brit¨¢nicos le hicieron algunas ofertas, es posible que en 1939 ya estuvieran a favor de una labor de intoxicaci¨®n.
Se conserva el borrador de una carta a Franco que Casado agreg¨® a una misiva fechada el 9 de marzo de 1940 y dirigida al duque de Alba, a la saz¨®n embajador en Londres. No se sabe si este la remiti¨® a su destinatario, pero en ella Casado dej¨® constancia de la decepci¨®n que le hab¨ªa producido el comportamiento de Franco. El motivo de la carta fue el fusilamiento del general Escobar por quien Casado debi¨® de tener un gran respeto. Acus¨® al Caudillo/General¨ªsimo/Jefe del Estado de haber faltado a la palabra dada. Una terminolog¨ªa dura entre militares.
Casado trapiche¨® como pudo, con trabajitos en la BBC, uno de los lugares en que los servicios especiales brit¨¢nicos sol¨ªan aparcar a personajes y personajillos que pudieran ser ¨²tiles. Cuando termin¨® la Segunda Guerra Mundial, emigr¨® a Am¨¦rica Latina. All¨ª pas¨® m¨¢s de 15 a?os, en parte tratando de volver a Espa?a. Cuando lo hizo, en septiembre de 1961, nadie le molest¨®, pero dos a?os m¨¢s tarde se le ocurri¨® solicitar el reconocimiento de sus derechos pasivos y la m¨¢quina judicial militar se puso en movimiento. Se le trat¨® con guante blanco hasta cierto punto, pero no obtuvo lo que quer¨ªa.
Enfermo, encerrado en su piso madrile?o durante a?os y a?os, fue apa?¨¢ndose con sus ahorros hasta que amenazaron con agotarse. Entonces entr¨® en contacto con el Ministerio de (Des)Informaci¨®n. Se prometi¨® un gran ¨¦xito econ¨®mico de una nueva versi¨®n de sus memorias. El problema es que no se acordaba de los hechos de 1939. Tampoco pod¨ªa ir a hemerotecas. No sabemos si desde el Ministerio, entonces regentado por Manuel Fraga Iribarne, alguien le ech¨® una mano. S¨ª sabemos que le ayud¨® uno de los subordinados de Cipriano Mera, tambi¨¦n anarquista, un tal Liberino Gonz¨¢lez.
En consecuencia, la nueva versi¨®n acentu¨® hasta extremos delirantes la presunta conspiraci¨®n comunista, la vesania de Negr¨ªn y la larga mano de Stalin sobre la Rep¨²blica. Todo muy en consonancia con el furibundo anticomunismo anarquista y franquista y, en particular, las necesidades de la guerra fr¨ªa. Ya se hab¨ªan expresado en t¨¦rminos similares renegados comunistas tan caracterizados como Jes¨²s Hern¨¢ndez, Enrique Castro Delgado y Valent¨ªn Gonz¨¢lez, el Campesino. Tambi¨¦n los inevitables poumistas, a la cabeza de los cuales se situ¨® Juli¨¢n Gork¨ªn.
Casado no qued¨® muy contento con el resultado, una indicaci¨®n tal vez de que la nueva versi¨®n no era ¨²nicamente de su propia pluma, pero no ten¨ªa escapatoria. Enfermo y sin dinero, se someti¨®. Cuando se almuerza con el diablo conviene manejar una larga cuchara. Casado no la tuvo. Jug¨® con los hechos, enga?¨® a historiadores, ¡°confirm¨®¡± los mitos esenciales de los vencedores, encubri¨® la gran operaci¨®n pol¨ªtico-estrat¨¦gica de Franco, fue corresponsable de la hecatombe final republicana y, como buen traidor, hizo todo lo posible por desfigurar sus huellas en la historia. Un historiador anglo-norteamericano, Burnett Bolloten, le crey¨® y sent¨® escuela. Sus colegas pro y neo-franquistas se frotaron de gusto las manos durante a?os.
Al final, si se encuentra la evidencia primaria relevante de ¨¦poca, los hechos del pasado quedan iluminados bajo nueva luz. La pregunta es: ?por qu¨¦ ha habido durante tanto tiempo un segmento de la literatura que ha hecho caso a la versi¨®n de Casado, que siempre fue en s¨ª inveros¨ªmil? La respuesta se encuentra, a nuestro entender, en la conjunci¨®n entre las necesidades ontol¨®gicas del franquismo, su dependencia de una mitolog¨ªa ad hoc y la ideolog¨ªa de la guerra fr¨ªa.
Angel Vi?as es catedr¨¢tico em¨¦rito de la UCM y est¨¢ a punto de publicar una versi¨®n revisada y ampliada de La conspiraci¨®n del general Franco.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Francisco Franco
- Diccionario biogr¨¢fico
- RAH
- Militares Rep¨²blica espa?ola
- Historiadores
- Biograf¨ªas
- Diccionarios
- Guerra civil espa?ola
- Obras referencia
- Reales Academias
- Franquismo
- Segunda Rep¨²blica Espa?ola
- Fascismo
- Instituciones culturales
- Ultraderecha
- Dictadura
- Libros
- Literatura
- Gente
- Ideolog¨ªas
- Historia contempor¨¢nea
- Cultura
- Historia
- Pol¨ªtica
- Espa?a