Un fiscal de cine
Lo que tan obvio ha parecido tanto tiempo a tantos es que Eduardo Torres-Dulce podr¨ªa ser un fiscal general del Estado de los que marcan ¨¦poca
En c¨ªrculos judiciales sol¨ªa decirse de ¨¦l que era ¡°el obvio¡±, si bien a este calificativo acababa a?adi¨¦ndose casi siempre la misma coletilla: ¡°¡pero sin posibilidad ninguna¡±. Lo que tan obvio ha parecido tanto tiempo a tantos es que Eduardo Torres-Dulce podr¨ªa ser un fiscal general del Estado de los que marcan ¨¦poca. Su radical independencia y honestidad, su indiscutible competencia jur¨ªdica, su ponderaci¨®n, bondad personal y sentido del humor parec¨ªan prefigurarle como uno de esos inolvidables personajes judiciales del universo cinematogr¨¢fico (de los que encarnar¨ªa un James Stewart, un Spencer Tracy o un Henry Fonda ¡ªbajo la direcci¨®n, por supuesto, de John Ford¡ª). Y por ello mismo se pensaba que era altamente improbable que alguna vez pudiese estar al frente de una instituci¨®n tan compleja como determinante quien, como ¨¦l, tantas muestras hab¨ªa dado de no estar dispuesto a someterse sino a la estricta legalidad y a lo que en conciencia considerase justo.
A lo largo de los ¨²ltimos dos o tres decenios, y seg¨²n los estudios disponibles, en el mundo occidental, pero en todo caso de forma clara en Espa?a, la imagen que la sociedad tiene del fiscal ha variado profundamente. Ya no se asocia exclusivamente su funci¨®n con la de acusar, ni se le atribuye, irremisiblemente, el papel de malo dentro de la escenograf¨ªa judicial. El fiscal tiende ahora a ser percibido m¨¢s bien como el defensor de las v¨ªctimas, el promotor del inter¨¦s p¨²blico, el valedor de los indefensos: alguien que vela por que la ley sea aplicada de forma generalizadamente imparcial.
Y es que ¡ªno se olvide¡ª es la imparcialidad lo que debe caracterizar al ministerio p¨²blico (como de hecho as¨ª determina su propio estatuto). Y ser imparcial no es precisamente f¨¢cil. Y ser el jefe de quienes, por mandato legal, tienen que serlo, a¨²n menos. En realidad, es una misi¨®n que la propia sociedad, en su din¨¢mica cotidiana, se encarga de hacer pr¨¢cticamente imposible. Salvo, claro est¨¢, que al frente de la instituci¨®n se acierte a colocar a un caballero sin espada, a un Clarence Darrow redivivo o a un Paul Biegler repescado para el ministerio p¨²blico. O sea, a un aut¨¦ntico fiscal de cine.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.