PSOE: reformismo e ideolog¨ªa
La lucha por la secretar¨ªa general del PSOE se ha convertido en una pelea subterr¨¢nea a la caza del voto del delegado. Es lo que ocurre en estas votaciones con un censo tan peque?o y m¨¢s representativo de las miserias internas de los partidos que de los intereses generales de la sociedad. Estas pugnas dejan huella porque los candidatos ofrecen promesas y componendas que se traducen despu¨¦s en la composici¨®n de los ¨®rganos de gobierno del partido y en el reparto del poder regional. Es un proceso muy endog¨¢mico, nada edificante, en el que las rencillas en los aparatos locales y regionales y los ajustes de cuentas familiares juegan un importante papel. Se habla mucho de apertura a la sociedad, pero el secretario general ser¨¢ elegido, una vez m¨¢s, por un pu?ado de representantes de la militancia escogidos en los espacios viciados de la politiquer¨ªa de partido. La consecuencia es que las propuestas y los contenidos pierden cada vez m¨¢s relevancia en beneficio de las relaciones de poder internas de la organizaci¨®n. En tiempos de crisis, y la del PSOE es profunda, la desesperaci¨®n incita a dar pasos que normalmente los aparatos impiden. Quiz¨¢s era la oportunidad de abrir la elecci¨®n de secretario general por lo menos a toda la militancia a la que ha de regir. Pero me temo que la crisis del PSOE es tan profunda que ni siquiera queda sensibilidad para darse cuenta de la dram¨¢tica situaci¨®n en que est¨¢ el partido.
Ante este panorama, me gustar¨ªa recordar a los aspirantes qu¨¦ es lo que se espera de ellos. Al que gane se le exigir¨¢ que sea capaz de poner en marcha un proyecto verdaderamente reformista. Solo se puede considerar reformista una pol¨ªtica que incida en el poder y en la riqueza. Para decirlo sin eufemismos: que los bancos manden menos, que los poderes corporativos, que son tan importantes en Espa?a, pierdan peso y que la riqueza se distribuya mejor. Rubalcaba ha apuntado alguna que otra medida que podr¨ªa ir en esta direcci¨®n. Pero falta un perfil de conjunto que d¨¦ sentido a las propuestas y falla el envoltorio, inevitablemente marcado por una imagen de continuidad, como no puede ser de otra manera dada la biograf¨ªa del candidato. La palabrer¨ªa de Chac¨®n, llena de t¨®picos sobre el cambio y los tiempos nuevos es simplemente decorativa y recuerda en exceso la frivolidad que ha sido se?al de identificaci¨®n del zapaterismo.
Y, sin embargo, un PSOE que arranca de la peor posici¨®n de su historia reciente, por la p¨¦rdida masiva de votos pero tambi¨¦n por la p¨¦rdida de prestigio y de influencia social, solo puede remontar con una apuesta claramente reformista, que devuelva alguna confianza a los que creen que las cosas no pueden seguir as¨ª y que la pol¨ªtica tiene que recuperar la dignidad perdida. Especular, como hizo Rajoy con los socialistas, con <NO1>en<NO>que ya llegar¨¢ su hora, porque la crisis se llevar¨¢ al PP por delante confirmar¨ªa que al PSOE no le interesa la reforma sino solo el poder. Pero ser¨ªa, adem¨¢s, una estrategia equivocada. Rajoy ten¨ªa dos elementos a favor que no tienen ni Rubalcaba ni Chac¨®n: contaba con la hegemon¨ªa ideol¨®gica del PP en casi toda Espa?a, que Aznar conquist¨® en sus dos legislaturas y que Zapatero no recort¨® un ¨¢pice. Y estaba en una situaci¨®n mucho menos desesperada: el suelo electoral de partida era mucho m¨¢s alto, Rubalcaba y Chac¨®n han ca¨ªdo hasta donde el PSOE no hab¨ªa estado nunca.
En estas circunstancias, dif¨ªcilmente estar¨¢ preparado el PSOE para la alternancia si antes no ha conseguido configurarse como alternativa. Porque tiene que ganarse a la ciudadan¨ªa y para ello tiene que demostrar que es capaz de proponer algo distinto a lo que hacen los que est¨¢n gobernando. Este es el sentido de una propuesta realmente reformista. Pero no basta. El reformismo debe formar parte de una verdadera estrategia ideol¨®gica. En los primeros a?os de Aznar, le o¨ª a Rubalcaba esta frase: ¡°Este es el Gobierno m¨¢s ideol¨®gico que hemos tenido¡±. De ah¨ª surgi¨® la mayor¨ªa absoluta de Aznar y la larga hegemon¨ªa conservadora que ha llevado al PP a la actual situaci¨®n de monopolio. El PSOE hac¨ªa tiempo que hab¨ªa abandonado la batalla de las ideas y ya no la recuper¨®. La receta est¨¢ clara: reformismo y ofensiva ideol¨®gica. Pero, para que sea cre¨ªble, la reforma tiene que empezar en casa: desmontar los sistemas clientelares internos del partido. Los trapicheos de votos de estos d¨ªas y las trayectorias tan marcadas de los dos contendientes alimentan todas las dudas sobre su capacidad para el triple envite que tienen por delante.
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