Jes¨²s no quer¨ªa llorar ante los jueces
Estaba citado hoy en el Supremo para relatar el fusilamiento de su padre y otros cinco parientes Ensay¨® mucho para no emocionarse, pero muri¨® hace unos d¨ªas
Jes¨²s Pueyo estaba muy nervioso por su citaci¨®n para declarar hoy en el juicio contra Baltasar Garz¨®n por la investigaci¨®n de los cr¨ªmenes del franquismo. Con su mujer, Ana, hab¨ªa ensayado hasta la saciedad la escena, porque le preocupaba mucho emocionarse. No quer¨ªa llorar delante de los magistrados. Necesitaba toda la entereza del mundo para relatar entre togas que los falangistas mataron a su padre, a tres t¨ªos y a dos primas en un pueblo, Uncastillo (Zaragoza), donde no hubo frente de guerra. Y que si hab¨ªa acudido a la Audiencia Nacional era sencillamente porque no era capaz de encontrarles solo. Pueyo muri¨® el 5 de enero, a menos de un mes de contar su historia, como quer¨ªa, a un tribunal.
Su esposa, Ana, promete ahora ¡°continuar su lucha¡±, que comenz¨® hace mucho, cuando nadie se atrev¨ªa todav¨ªa a hablar de sus muertos. Jes¨²s se hab¨ªa dado prisa. En 1977, dos a?os despu¨¦s de la muerte de Franco, ya le estaba escribiendo al Rey pidi¨¦ndole ayuda para encontrar las fosas donde estaban sus familiares. No contest¨®. Despu¨¦s le escribi¨® a Aznar, a Naciones Unidas, al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, a la Conferencia Episcopal¡ Nada. ¡°Bueno, s¨ª ¡ªrecuerda su mujer¡ª, Rouco Varela nos envi¨® un librito que hablaba sobre la necesidad de perdonar al enemigo¡±. Nadie lo entend¨ªa. Pensaban que quer¨ªa venganza o dinero. ¡°Y no era eso¡±.
Rouco le envi¨® un librito que hablaba sobre la necesidad de perdonar al enemigo
¡°Lo que quer¨ªa Jes¨²s era que la justicia le reconociera que a su padre, a sus t¨ªos, a sus primas... se los hab¨ªan llevado sin que hubieran hecho nada malo. Que los mataron. Y que le ayudaran a buscarlos. Quer¨ªa decirle al tribunal que tomara cartas en el asunto de una vez por todas. Que los familiares solos no pueden averiguar d¨®nde est¨¢n los desaparecidos. Que una democracia que tiene a miles de espa?oles todav¨ªa en fosas y cunetas, tiene los pies de barro¡±. Nadie pareci¨® entenderlo, hasta que, tras recibir varias denuncias como la de Jes¨²s en la Audiencia Nacional, el juez Garz¨®n interpret¨® que pod¨ªa tratarse de cr¨ªmenes de lesa humanidad y abri¨® una causa contra el franquismo.
Para Jes¨²s, la Guerra Civil empez¨® el 21 de julio de 1936, tres d¨ªas despu¨¦s del golpe. Volv¨ªa de recoger le?a en el campo, cuando le pararon dos camiones y un coche de los que se baj¨® un grupo de j¨®venes. Que saludes, le dijeron. ¡°Di Arriba Espa?a¡±. Pueyo levant¨® el pu?o. ¡°Les enfad¨® much¨ªsimo y se liaron a darme golpes con las culatas de los mosquetones¡±, dej¨® escrito en sus memorias, Del infierno al para¨ªso. Mientras le pegaban, discut¨ªan si matarle o no. Finalmente, decidieron que s¨ª. Hasta que uno le pregunt¨® qu¨¦ a?os ten¨ªa: ¡°El mes siguiente hago 15 a?os¡±, respondi¨®. El que hab¨ªa preguntado, par¨® la ejecuci¨®n: ¡°Qu¨¦ sabr¨¢ este chaval de estas cosas¡±, dijo, antes de dejarle ir, molido a golpes.
El 30 de julio de 1936, los falangistas mataron a su t¨ªa Francisca. ¡°Solo por ser de izquierdas¡±, cuenta Ana. Despu¨¦s, mataron a sus dos hijas, Lourdes y Rosario, de 20 y 24 a?os, ¡°por haber cosido una bandera republicana que les hab¨ªa encargado el PSOE¡±. A ellas dos no solo las mataron, seg¨²n denunci¨® Pueyo en sus memorias: ¡°Las violaron y las quemaron¡±. ¡°Lo sabemos porque los asesinos presum¨ªan y la gente les oy¨®¡±, relata Ana. ¡°El suceso conmocion¨® el pueblo porque todo el mundo las conoc¨ªa, eran muy buenas costureras, y muy guapas¡±. El padre de las dos chicas y marido de Francisca muri¨® poco despu¨¦s. ¡°De dolor y de pena¡±, dec¨ªa Jes¨²s.
Fueron las cuatro primeras v¨ªctimas. Los falangistas no tardaron en ir a buscar al padre de Jes¨²s. ¡°Mi madre y mis hermanos nos quedamos mudos, no pudimos hacer nada¡±, escribi¨® en sus memorias. A la ma?ana siguiente, Jes¨²s vio el cami¨®n en que se lo llevaban con un grupo de hombres. ¡°Mi padre se tap¨® la cara porque no quer¨ªa que le viera en ese estado. Estaban todos ensangrentados, hab¨ªan sido golpeados con sa?a. Uno de ellos, el carpintero, amigo de mi padre, ten¨ªa un ojo salido. Fue horroroso verlos as¨ª¡±, escribi¨® Jes¨²s. Ya no volvieron a verle. Era 2 de agosto de 1936. Jes¨²s Pueyo Prat ten¨ªa 44 a?os y cinco hijos, que durante los siguientes a?os oir¨ªan muchas veces: ¡°Ah¨ª van esos rojillos¡±.
Los falangistas mataron a otros dos t¨ªos suyos. De modo que la abuela de Jes¨²s, Magdalena Prat, viuda ¡ªsu primer marido hab¨ªa muerto en la guerra de Cuba y al segundo, en la de ?frica¡ª, perdi¨® a manos del franquismo a sus cuatro hijos, y a dos nietas. No pudo enterrar a ninguno.
Jes¨²s no quer¨ªa hablar solo de su familia hoy en el Supremo. Hab¨ªa documentado hasta 138 asesinatos de vecinos de Uncastillo, entre ellos el del alcalde, Antonio Plano, que los falangistas anunciaron para que sus paisanos vieran c¨®mo le mataban en la plaza del pueblo. ¡°Una vez abatido, le siguieron toda clase de burdos gestos ante su cad¨¢ver, patadas, tiros. Uno de sus verdugos, Juanillo, el hojalatero, fren¨¦tico con la algarab¨ªa formada ante el cad¨¢ver, le cort¨® las dos piernas con una azada¡±, escribi¨® en sus memorias. ¡°Despu¨¦s, se lo llevaron y nunca se supo d¨®nde lo dejaron¡±.
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