Ego del pol¨ªtico
Ya se sabe que el artista dispone de un ego m¨¢s grande que el cuadro. Y que al escritor le sale el ego por encima del folio y cubre toda la habitaci¨®n en la que trabaja. Pero tambi¨¦n se conoce que el artista, el escritor, escenifica su ego en el marco nebuloso de una inseguridad enorme, enfermiza. Eso convierte al creador en Kafka, en Picasso, en Leonardo.
De lo que se habla menos es del ego de los pol¨ªticos, un fen¨®meno que supera al ego de los escritores, que es el que siempre sale peor parado. Pues tenemos ego los periodistas y tienen ego los taxistas, y tambi¨¦n exhiben su ego los cocineros y los m¨¦dicos, y as¨ª sucesivamente.
Cuando concurren, los pol¨ªticos exhiben sin pudor alguno el ego del que est¨¢n dotados. Y el p¨²blico, los que los escuchan y los que los votan, atiende compungido o emocionado, habituado en todo caso, a esa exhibici¨®n egoc¨¦ntrica que se basa en la creencia (del pol¨ªtico) de que nadie podr¨ªa hacerlo mejor que ¨¦l.
Ahora lo hemos visto en la campa?a que enfrent¨® a Alfredo P¨¦rez Rubalcaba con Carme Chac¨®n. Uno dec¨ªa que ¨¦l era el adecuado para llevar adelante el Partido Socialista Obrero Espa?ol y la otra afirmaba lo mismo. Los dos estaban convencidos, y no solo se lo dec¨ªan a los militantes a los que trataban de convencer sino a los delegados que ten¨ªan que depositar su voto en las urnas decisivas. Para ganarse a unos y a otros, cada uno dispuso de sus armas y las expuso sin pudor en todos los escenarios a los que acudieron hasta la victoria (o la derrota) final.
Ese ego infinito (yo soy mejor que el otro) se sublima en las contiendas electorales. El otro es peor, v¨®tame a m¨ª que lo har¨¦ divino. Se llenan las calles de esl¨®ganes autosatisfechos, y pase lo que pase luego en la confrontaci¨®n, el ego no conoce limaduras: nadie reconoce, en ese caso, que perdi¨® porque era peor, sino porque las circunstancias lo abocaron a una derrota cuyos atenuantes son infinitos.
En ese ejercicio de egos pas¨® algo el ¨²ltimo mi¨¦rcoles en el Congreso que me llam¨® la atenci¨®n porque resulta excepcional. Hay una an¨¦cdota parecida, protagonizada en un programa de radio de I?aki Gabilondo (valga la redundancia, pues I?aki es radio) por el pol¨ªtico y profesor gaditano Ram¨®n Vargas Machuca. Gabilondo le pregunt¨® algo concerniente a la actualidad. Y el entonces tertuliano dijo: "Pues de eso no s¨¦ nada". El gran comunicador par¨® en ese momento la tertulia: "Se?ores, ha ocurrido algo excepcional. Alguien, en el uso del micr¨®fono, acaba de decir que de algo no sabe".
Pues lo que pas¨® en el hemiciclo dibuj¨® una par¨¢bola parecida. Discut¨ªan Alfredo P¨¦rez Rubalcaba y Mariano Rajoy, exhib¨ªa cada uno el encendido ego pol¨ªtico que anima a los usuarios de la tribuna p¨²blica, cuando el nuevo l¨ªder de los socialistas le reproch¨® al presidente del Gobierno determinado incumplimiento de un compromiso adquirido en verano o por ah¨ª. Entonces se subi¨® al solemne atril el jefe del Ejecutivo y dijo m¨¢s o menos literalmente: "Pues estoy dispuesto a reunirme con usted para volver sobre ese asunto y si hemos cometido un error o hemos incumplido no tendr¨¦ inconveniente alguno en rectificar y pedirle disculpas".
Hombre, pens¨¦, eso s¨ª que es lesionar el ego. Voy a seguir escuch¨¢ndolos. jcruz@elpais.es
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