Dios nos asista
Cuando Larra escribi¨® este delicioso folleto, andaban el pueblo y los pol¨ªticos en largas disputas sobre los cimientos de la naci¨®n y la validez de la construcci¨®n de la casa que la naci¨®n necesitaba. Corri¨® entonces la voz de que se iba a reponer la Constituci¨®n de 1812. "?Bravo!", exclam¨® Larra. "Esto se llama andar camino. Aqu¨ª no se sabe sumar, pero restar, a las mil maravillas. El a?o 14 vino el Rey y dijo: Quien de catorce quita seis, se queda en ocho; vuelvan, pues, las cosas al ser y estado del a?o 8. El a?o 20 vienen los otros y dicen: quien de veinte quita seis, quedan catorce. Vuelvan las cosas al ser y estado del a?o 14". Y as¨ª, los del a?o 23, que quitan tres para quedarse en el a?o 20; y los del 36, que quieren restar m¨¢s en grande y quitan veinticuatro para quedar en el a?o 12. Total, "que ya te lo he dicho: tejedores: tejer y destejer. Nadie vende su tela y nadie hace tela nueva".
Muchos a?os despu¨¦s de Mariano Jos¨¦ de Larra, Juan Valera ech¨® la mirada atr¨¢s y no vio en la reciente historia de Espa?a m¨¢s que un "continuo tejer y destejer, pronunciamientos y contrapronunciamientos; constituciones que nacen y mueren; leyes org¨¢nicas que se mudan apenas ensayadas apuros y miserias del Tesoro inconsistencia de las m¨¢s respetadas agrupaciones, por el alejamiento de ellas de los que no viven de la pol¨ªtica, dejando solos a los prohombres pol¨ªticos de profesi¨®n, a su clientela y a los capitalistas, prestamistas y banqueros, que especulan con los ahogos del erario".
Y conclu¨ªa Valera, en un rapto de melancol¨ªa, ¨¦l, lo m¨¢s alejado del intelectual melanc¨®lico que pueda encontrarse en el siglo XIX: "Todo esto hace nuestra historia pol¨ªtica algo tan sin finalidad y sin prop¨®sito y tan desenga?ado que da gran dolor el tener que escribirla".
Gran dolor y cierta melancol¨ªa habr¨ªan producido a don Juan los prop¨®sitos de este gobierno de quitar diez, 15 o 30 a?os para volver ?ad¨®nde? ?Ad¨®nde quieren ir a parar los ministros de Justicia y de Educaci¨®n con unas reformas que no lo son sino desandar el camino mudando leyes apenas ensayadas?
Y no se diga que se trata de pol¨ªticos no le¨ªdos ni instruidos. Uno, cient¨ªfico social, lleva escritos, para el placer de sus lectores, sutiles an¨¢lisis sobre las causas que determinan que las encuestas de opini¨®n nunca acierten al predecir los resultados electorales; el otro, cient¨ªfico jur¨ªdico, experto en construir impecables, si algo relamidas, peroratas sobre el imperio de la ley, y dizque el m¨¢s progresista de los pol¨ªticos vivos, contando los de la oposici¨®n.
Cient¨ªficos y progresistas lo ser¨¢n en el arte de restar a las mil maravillas, de destejer lo ya tejido. Suprimir los plazos en la legislaci¨®n sobre aborto, eliminar de la ense?anza la ciudadan¨ªa, cambiar a la brava los programas de oposiciones, introducir la obligatoriedad -o sea, la privada concertada- en el primer curso de la segunda e-ismo que ya importaba en tiempos de Larra y Valera: la especulaci¨®n de capitalistas, prestamistas y banqueros con los ahogos del erario.
S¨ª, tal vez haya algo de eso, pero toda la ret¨®rica que acompa?a a estas medidas literalmente reaccionarias, y que impregna hasta la m¨¦dula el programa del que forman parte, mira m¨¢s atr¨¢s, a la restauraci¨®n en la moral p¨²blica y en la educaci¨®n de lo que con tramposos eufemismos -tramposos por lo que ocultan- llaman protecci¨®n del derecho a la vida y oferta educativa plural que permita responder a las preferencias de ideario de las familias.
Se nota que son cient¨ªficos y que detestan la ideolog¨ªa. Pero la peor de las ideolog¨ªas es la de quienes se proclaman enemigos de la ideolog¨ªa, porque son ellos quienes naturalizan su propia ideolog¨ªa: convierten en natural lo ideol¨®gico. Y en ese arte, desde los tiempos de fray V¨¦lez hasta los de Rouco Varela, la maestra en Espa?a ha sido y es la Iglesia cat¨®lica.
Por qu¨¦ motivos en una sociedad secularizada, que desde hace medio siglo ha desertado sin pausa, y sin quebranto, la moral y la pr¨¢ctica religiosa, dos ministros cultivados pugnan por dar gusto a la fracci¨®n clerical-reaccionaria de su partido es grande misterio al que uno, como el confitero de Larra, que se hab¨ªa quedado dormido de confusi¨®n y pesadumbre, despertando despavorido, solo sabr¨ªa responder: "?Mi opini¨®n, s¨ª, mi opini¨®n, se?ores, es que Dios nos asista!".
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