Los sondeos y las elecciones andaluzas
Es posible que haya aparecido un voto socialista avergonzado La ¡®cantada¡¯ victoria del PP pudo crear exceso de confianza en su electorado
Parasitando la afortunada frase inicial de Anna Kar¨¦nina, cabr¨ªa decir que ¡°todas las estimaciones electorales con final feliz se parecen; las que resultan desdichadas lo son cada una a su modo¡±. Y as¨ª es: no hay un relato ¨²nico que sirva para todos los casos en que, como ha ocurrido ahora, la pr¨¢ctica totalidad de los pron¨®sticos conocidos quedan desmentidos en la noche electoral.
Cada vez que los sondeos electorales yerran (o mejor dicho, cada vez que erramos quienes tenemos por oficio la interpretaci¨®n de lo que nuestros conciudadanos acceden a contestar en las encuestas para, a partir de ah¨ª, tratar de estimar su comportamiento final m¨¢s probable) se debe a factores que solo se perciben con claridad a posteriori, es decir, cuando la cosa ya no tiene remedio. Y lo peor es que esta ¡°autopsia¡± de lo pronosticado solo sirve para explicar las causas de ese concreto caso, pero ayuda poco o nada a prevenir que algo parecido pueda volver a ocurrir en otro.

Nunca hay dos elecciones exactamente iguales, cada una es un mundo en s¨ª misma, y lo que en cada ocasi¨®n se aprende no se puede trasponer, autom¨¢ticamente y sin m¨¢s, a la siguiente. De ah¨ª la contumacia con que los encuest¨®logos repetimos que el an¨¢lisis de datos de opini¨®n constituye solo un arte estimatorio y en modo alguno una ciencia exacta; que las encuestas y sondeos no son instrumentos predictivos sino descriptivos; que solo proporcionan fotos fijas (por tanto, susceptibles de caducidad temporal), y m¨¢s o menos claras o borrosas, de los estados de opini¨®n, lo que hace precisa una interpretaci¨®n experta, pero no infalible (la famosa ¡°cocina¡±); y que, en consecuencia, el yerro en las conclusiones que finalmente se proponen nunca puede quedar del todo excluido, por claras que las cosas parezcan.
Pero dicho ¡ªy sin duda aceptado¡ª esto, ?qu¨¦ ha pasado en el caso concreto de las (fallidas) estimaciones electorales para las elecciones auton¨®micas andaluzas? Probablemente (y por mencionar solo lo que resulta m¨¢s veros¨ªmil en un apresurado primer an¨¢lisis) una de las siguientes tres cosas ¡ªo, quiz¨¢, incluso, y en medida variable, las tres a la vez.
En primer lugar, puede haberse producido lo que se conoce como una espiral del silencio: es decir, la conjunci¨®n de una serie de factores ambientales que propician la aparici¨®n de un voto oculto y silente (en este caso socialista), avergonzado y remiso a identificarse como tal (de ah¨ª que no pueda ser adecuadamente detectado en los sondeos), pero dispuesto, pese a todo, a permanecer fiel a sus siglas en estas concretas elecciones. ?Y por qu¨¦ se ha producido esta reacci¨®n de fidelidad, a ¨²ltima hora, del electorado socialista precisamente ahora, en las elecciones auton¨®micas, y no en las a¨²n cercanas generales y municipales? ?Quiz¨¢ porque el protagonismo central estos pasados d¨ªas del esc¨¢ndalo de los ERE ha podido acabar propiciando una reacci¨®n de orgullo herido en algunos votantes socialistas, molestos por ver metido, indiscriminadamente, en el mismo podrido saco a todo el socialismo andaluz? ?Quiz¨¢ porque el electorado socialista tiene un especial enganche emocional, superior al del electorado popular, con las elecciones auton¨®micas, que percibe como m¨¢s protot¨ªpicamente andaluzas, es decir, como ¡°m¨¢s nuestras¡±, que las generales (que son en el fondo ¡°cosa de Madrid¡±) o que las municipales (demasiado localistas)? El caso es que esta parte callada, no detectada, pero al final movilizada, del voto socialista parece haber bastado para convertir el derrumbamiento previsto en una ¡°derrota dulce¡± ¡ªincluso muy dulce¡ª.
Una segunda posible explicaci¨®n, relacionada con esta primera, es que, en los ¨²ltimos d¨ªas de la campa?a, se puede haber producido un leve pero relevante vuelco electoral: es decir, que al menos parte de esa cuarta parte del electorado socialista que en los ¨²ltimos sondeos se mostraba dubitativa o indecisa haya sido finalmente sensible al temor a la anunciada ¡°marea azul¡±, o al llamamiento a reaccionar frente a las medidas del Ejecutivo nacional (las ya tomadas y las por venir), o al claro desenganche de Gri?¨¢n respecto de la anterior etapa de gobierno de su partido (algo, por ejemplo, que no quiso o no logr¨® hacer Rubalcaba en las generales). Ciertamente, en las encuestas, siete de cada diez andaluces dec¨ªan desear un cambio de partido gobernante en su regi¨®n. Incluso casi la mitad del electorado socialista lo dec¨ªa. Pero, a la hora de la verdad, no pocos pueden haber experimentado alguna suerte de v¨¦rtigo ante la significaci¨®n y las posibles consecuencias de cambio tan rotundo como simb¨®lico. Y en consecuencia pueden haber terminado por renunciar al desentendimiento respecto de la elecci¨®n que durante semanas hab¨ªan declarado.
Y en tercer lugar, ?c¨®mo no pensar tambi¨¦n que la tan anunciada clara victoria del PP puede haber propiciado un exceso de confianza en su electorado? ?C¨®mo entender si no que, con una tasa de participaci¨®n total apenas superior al 60%, con una elevada fidelidad de voto declarada (y demostrada en dos elecciones consecutivas hace tan solo cuatro y diez meses) los votantes populares no hayan anegado a un electorado socialista que en buena medida se presentaba decepcionado y desentendido de la contienda? En esta ocasi¨®n, han vuelto a confluir los dos procesos que en las ¨²ltimas elecciones se han venido dando y que tambi¨¦n ahora se esperaban (plus de motivaci¨®n participativa en unos, desentendimiento relativo en otros): ?pero ¡ªinesperadamente¡ª con los protagonistas cambiados!
En todo caso, y desde la radical humildad que no puede sino acompa?ar a todo intento de prospecci¨®n electoral, conviene admitir de una vez por todas que esta es una actividad irremisiblemente marcada por el -¡°s¨ªndrome Djukic¡± (aquel jugador de f¨²tbol recordado no tanto por su apreciable trayectoria deportiva como por haber fallado un penalti que pudo haber supuesto un t¨ªtulo de Liga para su equipo)-. En efecto, tras cada estimaci¨®n electoral fallida resurgen, impert¨¦rritamente potentes, los consabidos t¨®picos (del tipo: ¡°no creo en las encuestas¡±, ¡°las encuestas no dan una¡±). Y es que cuando los sondeos aciertan (que suele ser la gran mayor¨ªa de las veces: recu¨¦rdense si no la casi totalidad de los publicados para las elecciones europeas de 2008, o para las municipales y auton¨®micas del pasado mayo, o para las generales del 20-N) su propio ¨¦xito al anticipar lo que, una vez producido, deviene banal realidad cotidiana a su vez los banaliza y difumina. Pero, en cambio, cada estimaci¨®n electoral fallida parece dejar en la memoria colectiva un hueco, perenne e irrellenable, a modo de inmarcesible dedo acusador, temporalmente durmiente pero nunca del todo desaparecido. Qu¨¦ le vamos a hacer.
Jos¨¦ Juan Toharia es presidente de Metroscopia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.