¡°Cuando queremos llorar, nos vamos solos a un cuarto hasta recuperarnos¡±
Enrique Vicente y N¨²ria Manzanares eran los padres de las dos v¨ªctimas m¨¢s j¨®venes
Silvia nunca lleg¨® a estrenar su biquini. Ten¨ªa 12 a?os, y su hermano Jordi, 9. Fueron las v¨ªctimas m¨¢s j¨®venes del coche bomba que revent¨® Hipercor hace 25 a?os y que tambi¨¦n mat¨® a su t¨ªa Merc¨¨, de 30 a?os. La hermana de la madre de los peque?os les acompa?¨® a comprar un ba?ador para Silvia. Era viernes y la peque?a estaba a punto de irse de viaje de fin de curso, el lunes siguiente.
Los padres, Enrique Vicente y N¨²ria Manzanares, eligen las palabras ¡°dolor y pena¡± para resumir los 25 a?os vividos. Desde entonces, evitan aparcar en un subterr¨¢neo siempre que pueden. Nunca m¨¢s han vuelto a entrar en los almacenes Hipercor, aunque aceptaron la propuesta de EL PA?S de recordar ese tiempo en una cafeter¨ªa anexa al establecimiento.
La pareja tarda poco en explicar que, cuando parec¨ªan despe?arse por el precipicio de la depresi¨®n tras enterrar a los hijos, se agarraron a la vida al saber que iban a ser padres por tercera vez. ¡°Con lo que estaba pasando, se me olvid¨® si me ven¨ªa la regla. Hasta que not¨¦ mareos, fui al m¨¦dico y me lo dijo¡±, explica N¨²ria Manzanares. En enero de 1988 naci¨® Enric. ¡°Sin ¨¦l no s¨¦ qu¨¦ hubiera sido de nosotros¡±, confiesa el padre con l¨¢grimas en los ojos.
A Enrique Vicente le toc¨® la tarea de reconocer los cad¨¢veres, una imagen, punzante y dolorosa, que ha convertido sus sue?os en pesadillas durante muchas noches. Su esposa ha procurado que no se le borrara nunca el recuerdo de la ¨²ltima vez que bes¨® a los ni?os. Y se ha abrazado a ¨¦l hasta mantener vivo en la memoria el momento en el que salieron de la casa para ir a comprar el ba?ador con su t¨ªa. No quiso ver los cuerpos.
Tras el funeral, se refugiaron unos d¨ªas en Madrid, en casa de un familiar, huyendo de todo. Entonces no hab¨ªa atenci¨®n psicol¨®gica a las v¨ªctimas. ¡°Ahora enseguida los env¨ªan, pero nosotros pasamos ese trago solos y como pudimos¡±, recuerda la mujer, mientras su marido apostilla: ¡°Nadie nos ofreci¨® nada hasta al cabo de los a?os¡±. Se refiere a la Asociaci¨®n Catalana de V¨ªctimas de Organizaciones Terroristas, la primera entidad que empez¨® a ocuparse de ellos.
Al apagarse el foco medi¨¢tico, y en pleno verano de 1987, regresaron Barcelona. El taller de lampister¨ªa de ¨¦l y la peluquer¨ªa de ella fueron su nuevo refugio, pero la previsible somatizaci¨®n del atentado aflor¨® antes de los cinco a?os. A principios de 1992, a Enrique Vicente le detectaron un tumor cerebral que le acabaron extirpando. Desde entonces est¨¢ inmerso en un peregrinaje de m¨¦dicos y hospitales que tiene asegurado de por vida. En 2002, un control rutinario concluy¨® que se hab¨ªa reproducido el tumor en el mismo lugar. Los m¨¦dicos optaron por no intervenir y esperar, pero justamente al cabo de una d¨¦cada, el pasado mes de enero, le abrieron de nuevo la base del cr¨¢neo por el aumento de la tumoraci¨®n. Fue una intervenci¨®n complicada, pero Vicente puede seguir cont¨¢ndolo, tras superar unos d¨ªas de par¨¢lisis parcial.
Su esposa lo tiene muy claro. ¡°Ese c¨¢ncer le sali¨® por el sufrimiento que hemos vivido¡±. En 2005, y con apenas 55 a?os, a Enrique Vicente se le concedi¨® una incapacidad laboral absoluta.
Ella pas¨® por lo mismo mucho antes, en 2000, con 50 a?os. ¡°No ten¨ªa fuerzas ni para trabajar, solo quer¨ªa llorar y llorar¡±. Veinticinco a?os despu¨¦s lo siguen haciendo, pero en solitario. ¡°Si estamos en casa y ¨¦l se pone triste, se va a un cuarto hasta que se recupera, y si me pasa a m¨ª, pues lo mismo¡±.
Enric tiene ya 24 a?os y jam¨¢s ha hablado abiertamente con sus padres del atentado ni de la onda expansiva psicol¨®gica que provoc¨®. ¡°Lo fue descubriendo poco a poco por la televisi¨®n o por alguna entrevista que nos hicieron¡±, dice el padre. Cada a?o, cuando llegan estas fechas ¡°o cuando se tercia¡±, acuden los tres al cementerio a recordar a las v¨ªctimas. Pero Hipercor sigue siendo una palabra casi prohibida en la familia.
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