Nos une el espanto
Nos encontramos en la peor de las situaciones posibles porque no tenemos en qui¨¦n confiar
En la legislatura anterior ya hab¨ªamos entrado en un escenario de excepci¨®n, pero quien ahora ostenta el Gobierno no quiso darse por enterado. Entonces su prioridad no era el pa¨ªs, sino sus propios intereses electorales, acceder al poder. Recu¨¦rdese la dram¨¢tica votaci¨®n en el Congreso del 9 de mayo de 2010. Luego, una vez que ya lo alcanzaron, empezaron a poner en pr¨¢ctica todo lo que nos prometieron que no har¨ªan. Quiz¨¢, si lo hubieran hecho de golpe y nada m¨¢s aterrizar, al menos hubiesen conseguido algo de eficacia. Pero no, el tratamiento ten¨ªa que ser homeop¨¢tico y no de choque, porque hab¨ªa a¨²n algunos flecos pol¨ªticos colgando, como las elecciones de Andaluc¨ªa. Los gobernantes de entonces, por su parte, no comenzaron a actuar con contundencia hasta que, casi de forma literal, Europa se les ech¨® encima. En ambos casos los intereses pol¨ªticos de cada una de las partes predominaron sobre lo que dictaba la urgencia de la situaci¨®n.
El resultado ha sido que una clase pol¨ªtica ya de por s¨ª desprestigiada ha acabado por llenarse de oprobio. Quienes deber¨ªan ser la soluci¨®n para estos momentos tan desazonadores se ven ahora como el problema para una poblaci¨®n crecientemente esc¨¦ptica. Ya nadie se cree nada, ni a nadie. Ni a los pol¨ªticos, ni a los expertos o tecn¨®cratas, ni nada que les venga de las ¨¦lites o de personas o instituciones que hasta ahora gozaban de auctoritas. Nos encontramos en la peor de las situaciones posibles, porque no tenemos en qui¨¦n poder confiar. Y, lo que es peor, nadie conf¨ªa en nosotros; de la noche a la ma?ana nos hemos convertido en un pa¨ªs paria. Los ciudadanos de repente hemos tomado conciencia de que estamos solos. Y esta soledad e impotencia en la que vivimos conduce a la desesperanza cuando no al mayor de los nihilismos. Ning¨²n colectivo puede vivir sin futuro, sin saberse due?o de su destino.
Aun as¨ª, casi todo es llevadero salvo la conciencia de que nos han enga?ado. Con la promesa de servicios p¨²blicos que ahora resultan no financiables; con un modelo de desarrollo econ¨®mico tramposo, construido sobre la nada, que creaba una falsa imagen de prosperidad; con una Europa que se supon¨ªa que contribuir¨ªa a apoderar y potenciar nuestra soberan¨ªa en vez de subvertirla; con una cultura del entretenimiento fr¨ªvolo poblada de personajes banales convertidos en h¨¦roes de las masas. Ya no nos reconocemos en el espejo. Entre otras razones, porque quienes nos lo sosten¨ªan est¨¢n desnudos. Ese reflejo estaba distorsionado, era enga?oso, como las hipotecas y las acciones preferentes que nos vend¨ªan o los innumerables mensajes de ¡°Espa?a va bien¡±.
Con todo, solo tenemos dos opciones, o romper el espejo, desgarrarnos las vestiduras y ya caer por completo en la depresi¨®n colectiva, en un pa¨ªs zombi y sin rumbo, o potenciar las virtudes que todav¨ªa tenemos ¡ªque, por cierto, no son pocas¡ª. No somos tan guapos como nos dec¨ªan, pero seguimos siendo resultones. No hay m¨¢s que ver la reacci¨®n de muchos de quienes nos visitan, que no reconocen la imagen que de Espa?a se proyecta en sus medios cuando la confrontan con la realidad. Adem¨¢s, ahora mismo, aunque solos, estamos m¨¢s unidos que nunca. Como bien dec¨ªa Borges, ¡°no nos une el amor, nos une el espanto¡±. Y ya sabemos por Hobbes que la pasi¨®n que nos mueve a cooperar no es el altruismo, es el miedo.
Nuestro mayor problema ahora mismo es de agencia, de c¨®mo transformar nuestra desconfianza, perplejidad y escepticismo en acci¨®n positiva; de c¨®mo trasladar las dificultades que nos ponen sobre la mesa en soluciones efectivas. Cada uno en nuestro ¨¢mbito respectivo. Pero para eso hace falta un proyecto dentro del cual enmarcar las l¨ªneas de actuaci¨®n, distinguir lo necesario de lo superfluo, las privaciones y carencias de hoy en claras expectativas de mejora para ma?ana. Y ah¨ª el liderazgo es clave, justo el bien m¨¢s escaso. Ahora mismo los de arriba se limitan a apagar fuegos sin ton ni son, sin una gu¨ªa de futuro que vertebre su acci¨®n; y los de abajo, ?qu¨¦ otra cosa les queda!, a defender en la calle lo que les quitan en los despachos. Falta el engarce, algo que nos cemente en un proyecto colectivo y poco a poco resta?e la confianza perdida. Podemos elegir entre el conflicto nihilista a la griega o la m¨¢s positiva cohesi¨®n a la islandesa ¡ªo, en su d¨ªa, la de la propia Finlandia¡ª; convertir el espanto en conmoci¨®n paralizante y victimista, o en energ¨ªa creativa y responsable. Y eso s¨ª que depende de nosotros todos.
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