Rentr¨¦e
Ahora sabemos que esto no es un purgatorio pasajero, sino un infierno permanente
La que hoy comienza podr¨ªa llegar a ser la peor rentr¨¦e pol¨ªtica de los ¨²ltimos lustros. Para encontrar otros inicios de curso comparables habr¨ªa que remontarse a 2008 y 2009, cuando el estallido de la Gran Recesi¨®n dio lugar a los peores oto?os e inviernos de la historia reciente en materia de destrucci¨®n de empleo. O incluso todav¨ªa m¨¢s atr¨¢s, hasta septiembre de 1992, cuando acabados los fastos de la Expo de Sevilla y los Juegos de Barcelona dio comienzo la anterior recesi¨®n que por entonces marc¨® el r¨¦cord en tasa de desempleo, alcanzando la cota hoy desgraciadamente igualada del 25% de la poblaci¨®n activa.
Pues bien, la actual rentr¨¦e amenaza con resultar a¨²n m¨¢s deprimente, presidida como va a estar por las subidas de impuestos (como el IVA) y de tasas (como el copago), por los recortes (de empleos, de sueldos, de pensiones y de derechos) y por los rescates: el rescate bancario regulado por el MoU (Memorandum of Understanding), el rescate auton¨®mico que solicitan baron¨ªas populares o socialistas y la catalana, y el rescate parcial que Rajoy se dispone a pedir, o no, al Eurogrupo. Tres factores recesivos (subidas, recortes y rescates) que van pesar como una maldici¨®n sobre el fat¨ªdico clima de opini¨®n que deprime a la ciudadan¨ªa espa?ola, agravando a¨²n m¨¢s el retraimiento y la inhibici¨®n de la inversi¨®n y el consumo. Un clima de fatalismo que fluct¨²a entre la desesperaci¨®n de los directamente afectados por la recesi¨®n (entre un cuarto y un tercio de la ciudadan¨ªa) y la desesperanza de quienes s¨®lo la experimentan tangencialmente de forma atenuada. ?A qu¨¦ se debe tama?a desmoralizaci¨®n ciudadana?
En las ocasiones anteriores en que se iniciaba un oto?o que amenazaba con resultar cr¨ªtico, se contaba al menos con recursos para afrontar con ¨¦xito el inminente desastre. Ante todo se dispon¨ªa de pol¨ªticas contrac¨ªclicas de probada eficacia en la lucha contra la crisis. Y por lo tanto se sab¨ªa que s¨®lo era cuesti¨®n de tiempo, puesto que al cabo de algunos trimestres recesivos pronto se percibir¨ªan las primeras se?ales de la reactivaci¨®n. De ah¨ª que el sentimiento dominante fuera preocupado pero confiado a la vez, pues exist¨ªa la esperanza de que bastaba con resistir para que todo comenzase a mejorar. En cambio ahora no es as¨ª. Todas las pol¨ªticas econ¨®micas ensayadas han fracasado, y en particular est¨¢ fallando de la forma m¨¢s tr¨¢gica la pol¨ªtica de austeridad a cualquier precio, que dogm¨¢ticamente nos ha impuesto el fundamentalismo del Bundesbank. Un dogmatismo contra el que se ha estrellado el voluntarismo del presidente Hollande, que quiso fundar en la primavera una coalici¨®n meridional por el crecimiento, pero que hoy ha optado por rendirse reeditando el eje francogermano de Merkhollande.
Esto explica que hayamos perdido toda esperanza, pues ahora sabemos que no hay salida, que esto no es un purgatorio pasajero sino un infierno permanente del que no podremos escapar y que s¨®lo est¨¢ destinado a empeorar. De ah¨ª el clima de pesimismo deprimente que se abate sobre nuestra desmoralizada poblaci¨®n, lo que anuncia un aciago oto?o tanto m¨¢s caliente y conflictivo en cuestiones sociales como g¨¦lidas y contractivas se manifiestan las expectativas econ¨®micas. Y por si eso fuera poco, tambi¨¦n resultan desastrosas las expectativas pol¨ªticas con que el curso se reanuda. La desconfianza ciudadana tanto respecto al jefe del gobierno como al l¨ªder de la oposici¨®n es m¨¢s elevada que nunca, lo que se traduce en desmoralizaci¨®n, retraimiento y malestar social. Por a?adidura sus sucesores in p¨¦ctore, Feijoo y L¨®pez, acaban de tirar la toalla renunciando a sus mandatos para convocar elecciones anticipadas en Euskadi y Galicia. Todo ello mientras las comunidades aut¨®nomas se muestran incapaces de contener su d¨¦ficit y pagar sus deudas, descollando el caso catal¨¢n, que amaga con emular al secesionismo padano de la Lega Nord como coartada victimista para su extorsi¨®n tributaria.
Pero de todo este c¨²mulo de factores fat¨ªdicos que amenazan con amargarnos el oto?o, quiz¨¢ el peor sea la ruinosa p¨¦rdida del capital pol¨ªtico del presidente del Gobierno. Y para advertirlo, nada mejor que comparar este inicio de curso con el de hace tan s¨®lo un a?o. En septiembre de 2011, el aspirante Rajoy parec¨ªa capaz de dirigir nuestro pa¨ªs hacia un nuevo rumbo sugerido por su programa oculto, lo que difund¨ªa entre la ciudadan¨ªa una percepci¨®n de relativa seguridad en el futuro. Pero un a?o despu¨¦s, toda aquella esperanza se ha esfumado. De cara a este curso, el gobierno de Rajoy carece de cualquier rumbo definido, como un corcho a la deriva que flota en el agua impulsado por los vientos contrarios de los mercados financieros y las corrientes subterr¨¢neas de nuestros competidores europeos. De ah¨ª que s¨®lo sepa infundir en la ciudadan¨ªa desconcierto, desmoralizaci¨®n y desesperanza, como mal¨¦ficas profec¨ªas que parecen destinadas a cumplirse a s¨ª mismas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.