Si el Tribunal de Karlsruhe estuviera en Barcelona
Es imposible demostrarlo, pero si el Tribunal Constitucional hubiera tenido su sede en Barcelona es probable que la sentencia sobre el Estatut no hubiera sido la misma
La Comisi¨®n del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT) es uno de los escasos organismos con sede en Barcelona en los que el adjetivo ¡°nacional¡± no se refiere a Catalu?a sino a Espa?a. En efecto, la CMT es la Autoridad Nacional de Regulaci¨®n del sector de las telecomunicaciones en Espa?a. El Gobierno de Zapatero decidi¨® trasladar su sede de Madrid a Barcelona en 2005, cuando era ministro de Industria Jos¨¦ Montilla, luego presidente de la Generalitat. La decisi¨®n provoc¨® considerable revuelo: su entonces presidente, Carlos Bustelo, dimiti¨®; y la Comunidad de Madrid y los representantes de los trabajadores recurrieron al Supremo. Si existi¨® alguna vez, el plan de llevar a Catalu?a parte de las instituciones del Estado se fren¨® en seco.
El nacionalismo catal¨¢n, al contrario que el vasco, ha respondido hist¨®ricamente a dos impulsos contradictorios: por un lado, la tendencia a la separaci¨®n; por otro, la rivalidad con Madrid por el liderazgo de Espa?a. La m¨¢xima expresi¨®n de esta ¨²ltima tendencia es la Liga de f¨²tbol.
Aunque sea a rega?adientes, los gobiernos espa?oles han ido cediendo crecientes cotas de poder a Catalu?a en la administraci¨®n de sus propios asuntos, pero raramente han accedido a compartir la gesti¨®n de los asuntos de todos. El resultado ha sido la percepci¨®n de Catalu?a en el resto de Espa?a como una comunidad que solo piensa en s¨ª misma. Y a la inversa: la idea dominante en Catalu?a de que Madrid le niega lo que es suyo.
En los 35 a?os de la actual etapa democr¨¢tica nunca ha habido un presidente de Gobierno catal¨¢n. La llamada ¡°operaci¨®n Roca¡±, el intento por llevar a la Moncloa al nacionalista Miquel Roca, en alianza con los liberales espa?oles, fracas¨® estrepitosamente en los ochenta. M¨¢s recientemente, Carme Chac¨®n perdi¨® contra Alfredo P¨¦rez Rubalcaba la pugna por la Secretar¨ªa General del PSOE. De manera abierta o velada, en ambos casos se esgrimi¨® como inconveniente su condici¨®n de catalanes.
El democristiano Josep Antoni Duran Lleida nunca ocult¨® su ambici¨®n por ser ministro de Asuntos Exteriores del Reino de Espa?a, en un hipot¨¦tico gobierno de coalici¨®n con el PSOE o el PP, pero unos y otros prefirieron comprar el apoyo de los nacionalistas catalanes con mayores cuotas de autogobierno para Catalu?a que comprometerlos seriamente en la gobernaci¨®n de Espa?a.
Tampoco ha habido en la etapa democr¨¢tica un catal¨¢n al frente del Congreso o del Senado. La normalizaci¨®n del uso del catal¨¢n y de las otras lenguas del Estado en los debates del Senado, la c¨¢mara de representaci¨®n territorial por excelencia, desat¨® una feroz campa?a en la prensa de la derecha ridiculizando el derroche que supon¨ªa la traducci¨®n simult¨¢nea.
M¨¢s all¨¢ de los discursos oficiales y de algunos premios literarios, no se ve al catal¨¢n como patrimonio com¨²n de todos los espa?oles. Se ha asumido la idea de los nacionalistas catalanes de que es la lengua ¡°propia¡± de Catalu?a, y por tanto ajena al resto de Espa?a. En las universidades espa?olas brillan por su ausencia los departamentos de filolog¨ªa catalana y de las dem¨¢s lenguas espa?olas diferentes al castellano.
Es imposible demostrarlo, pero si el Tribunal Constitucional hubiera tenido su sede en Barcelona es probable que la sentencia sobre el Estatut no hubiera sido la misma. Incluso con los mismos magistrados e id¨¦ntico ordenamiento jur¨ªdico, se habr¨ªan podido limar algunas aristas de la sentencia que parte de la sociedad catalana sinti¨® como un menosprecio. El clima socio-pol¨ªtico de Barcelona no es el de toda Espa?a, pero tampoco lo es el de Madrid, y este condiciona el punto de vista de instituciones que representan a todos los espa?oles.
El Tribunal Constitucional alem¨¢n es elegido por las dos c¨¢maras federales, pero su sede no est¨¢ en Berl¨ªn, sino en Karlsruhe, junto a la frontera con Francia, a cientos de kil¨®metros de las luchas pol¨ªticas que se desarrollan en la capital.
La idea de llevar a Barcelona algunos organismos ¡°nacionales¡± no era mala, aunque probablemente sea tarde para retomarla. El Gobierno ha anunciado que, con la prevista unificaci¨®n de organismos supervisores, desaparecer¨¢ la CMT y la heredera de sus competencias tendr¨¢ su sede en Madrid.
De su lado, Duran Lleida acudi¨®, por convicci¨®n o conveniencia, a la manifestaci¨®n independentista de la Diada. Tal vez sue?e con ser el futuro ministro de Exteriores de Catalu?a, ya que no pudo serlo de Espa?a.
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