El ¡®Prestige¡¯ deja recuerdos en blanco y negro
Vecinos de las zonas afectadas por el chapapote rememoran el d¨ªa en que las playas gallegas cambiaron de color
Cuando Francisco Haz Soneira se levanta, lo ¨²nico negro que ve ahora es el cuervo que cobija en el patio de su casa, en Mux¨ªa (A Coru?a). El p¨¢jaro habla, aunque solo dice: ¡°Paco¡±. ¡°El otro p¨¢jaro que ten¨ªa hablaba mucho, pero se escap¨®. Este no, siempre vuelve¡±.
Francisco prefiere hablar del cuervo en lugar de lo primero que vio har¨¢ 10 a?os al levantarse. Entonces no estaba jubilado. El mundo estaba te?ido de negro. Las farolas, los columpios, el co¨ªdo (playa de piedras redondeadas) de Mux¨ªa e incluso las olas. Todo aquello sal¨ªa del barco aquel en apuros, del que dos o tres d¨ªas antes las autoridades dec¨ªan que estaba lejos de la costa, y que ¨¦l hab¨ªa visto desde casa ¡°a dos o tres millas de Punta da Buitra¡±. Aunque por aqu¨ª, por la Costa da Morte, barcos en apuros no faltan.
El hijo de Francisco, Antonio Haz Amigo, To?ico, que entonces ten¨ªa 24 a?os, y percebeiro desde los 16, oy¨® sobre las tres de la madrugada, en un programa de radio, un nombre que despu¨¦s escuchar¨ªa miles o cientos de miles de veces, Prestige. ¡°Era uno de esos d¨ªas de invierno que llueve mucho y no se ve nada¡±, evoca Antonio. ¡°Ser¨ªa un jueves o viernes, el olor ya se dejaba notar y las gaviotas empezaban a dar la se?al de que algo andaba mal. Al d¨ªa siguiente me asom¨¦ a la ventana de casa que da al mar y el co¨ªdo negro ya estaba negro¡±. Ese d¨ªa era s¨¢bado 16 de noviembre de 2002. En la playa pedregosa de Mux¨ªa, a la que mira la casa de la familia Haz, el chapapote del Prestige hab¨ªa embadurnado esa noche 190 kil¨®metros de costa gallega.
¡°Nadie reaccionaba. Habl¨¢bamos para las televisiones, que si nos iban a pagar o no¡, pero nadie hac¨ªa nada¡±, se?ala Antonio. ?l y seis o siete mariscadores m¨¢s, as¨ª como el conserje del colegio, decidieron bajar a la playa de piedras, con sus ropas de aguas y unas bolsas de basura. Una vecina, Josefa Carrera, percebeira ya jubilada, de unos 70 a?os, les baj¨® caf¨¦ y bocadillos. Y al d¨ªa siguiente, pese a sus protestas, se les uni¨®. ¡°Enseguida empez¨® a llamar gente, de las universidades, que quer¨ªan venir a limpiar, y m¨¢s tarde los monos blancos. Si usabas una semana la misma ropa, al secar el chapapote quedaba dura. Parec¨ªamos robots¡±.
En el desconcierto de esos momentos, la Administraci¨®n intent¨® impedir el trabajo de voluntarios y marineros alegando que no estaban asegurados. ¡°A nosotros nos acab¨® contratando Tragsa [empresa p¨²blica para actuaci¨®n en entornos medioambientales y situaciones de emergencia]; yo no lo vi muy bien, pero bueno¡¡±.
¡°Fue una verg¨¹enza. Estaban los voluntarios trabajando y nosotros mirando para ellos. Muy mal¡±, repite hasta tres veces Francisco Toba Mui?o, que tiene 63 a?os bien llevados. De joven pudo haber cambiado los golpes de las olas por las patadas de los contrarios si hubiese superado las pruebas que le hicieron el Real Madrid y el C¨®rdoba. ¡°Ahora lo reconocemos. Antes dec¨ªamos: ¡®El que lo hizo que lo venga a limpiar¡¯, pero no era correcto¡±. Paco Toba y Paco Haz, ahora con 66 a?os, est¨¢n jubilados, pero entonces fueron contratados porque los percebeiros eran los ¨²nicos que pod¨ªan extraer el chapapote en calas y co¨ªdos a los que no pod¨ªan bajar los voluntarios. Sobre todo por Cabo Touri?¨¢n, el extremo occidental de la Espa?a peninsular, que permite a los de Mux¨ªa decir entre orgullosos e ir¨®nicos, que tienen un minuto y medio m¨¢s de luz que los dem¨¢s.
¡°Era muy duro, sobre todo los primeros d¨ªas. Un ba?o [un capacho, que es a la vez una unidad de medida] pesaba 40 o 50 kilos lleno de chapapote; imag¨ªnese andar con ellos por las piedras¡¡±, recuerda Paco Haz. Pese a tener que hacer equilibrios con ese peso por rocas resbaladizas y embadurnadas de algo que se agarraba a las botas, ninguno de los Haz se cay¨® o sufri¨® accidente (¡°sustos s¨ª hubo muchos¡±). Aunque a?os despu¨¦s, ya rozando los 60, Paco resbal¨® en una piedra en medio del mar y se rompi¨® el tobillo, la tibia y el peron¨¦: estuvo all¨ª, aguantando el dolor y las olas, m¨¢s de dos horas, hasta que lleg¨® el helic¨®ptero de Salvamento.
¡°Mux¨ªa fue la zona cero, porque est¨¢ al lado del mar, pero aqu¨ª entr¨® m¨¢s chapapote, por todas partes¡±, cuentan en Santa Mari?a. Es una aldea de Camari?as, al otro lado de la r¨ªa, en la que ¡°cuando el mar entra, entra¡±. Hace dos a?os, el ¡°d¨ªa de los nueve metros¡±, una ola de esa altura retorci¨® el muelle como una v¨ªa de tren de juguete y llev¨® rodando al otro lado piedras de dos metros de di¨¢metro como si fuesen canicas. Esto explica que esas piedras est¨¦n ahora ancladas al suelo con cemento, y que las casas est¨¦n construidas kil¨®metro y pico monta?a arriba, nunca junto al puerto. Aunque quiz¨¢ influya que los vecinos prefieran estar cerca de la carretera, que por fin fue asfaltada, aunque hasta hace un par de d¨¦cadas no lo estuvo.
Aquel s¨¢bado lo que entr¨® fue chapapote. ?ngel Mart¨ªnez Su¨¢rez, alias Jerem¨ªas, y Antonio Mouzo, Mouzi?o, hac¨ªan la llamada ¡°guardia de los percebes¡± aquel d¨ªa. Contra los furtivos. A las siete de la ma?ana notaron un fuerte olor ¡°a gas¡±. No a butano, sino a combustible de barcos, ¡°a gas¨®leo¡±. ¡°No sab¨ªamos de qu¨¦ era aquel olor¡±, dice Mouzo, que sigue aparentando los 59 a?os que ten¨ªa entonces. ¡°Hab¨ªa zonas en las que el chapapote era una capa lisa que cubr¨ªa bolos de un metro de alto¡±. ¡°En Mux¨ªa har¨ªan lo suyo, pero aqu¨ª acarreamos y acarreamos¡±, dice Jerem¨ªas, ahora con 43 a?os. Antes se dedicaba al percebe y ahora anda con el pulpo. ¡°Tuvimos suerte de que el fuel entr¨® con marea baja, y pring¨® las piedras mojadas, y que aquel a?o fue muy malo y el mar trabaj¨® mucho las piedras; si no, todav¨ªa estar¨ªan sucias¡±, asegura.
En Santa Mari?a no llegan al centenar de vecinos, pero todos viven del mar. En la cofrad¨ªa de pescadores, incluyendo a los vecinos de Arou y Camelle, hab¨ªa entonces 150 percebeiros. Ahora ser¨¢n 100. Antes de que limpiase el mar las piedras, con la ayuda de Tragsa, ¡°discutimos mucho, como siempre, pero tambi¨¦n todos nos sumamos a limpiar desde el primer d¨ªa, sacando el chapapote a tierra y deposit¨¢ndolo en una base que hicimos con tablas, ya que no hab¨ªa contenedores¡±, dice Jos¨¦ Manuel Blanco Castro, apodado Chocolate. ?Habr¨ªan limpiado si no se les hubiese pagado? ¡°No lo s¨¦. Yo creo que s¨ª, porque daba pena, hab¨ªa tanto¡ eras como un panadero cortando la masa; mejor que pagasen¡±, se?ala Juan Quiza Carril, Coto, de Camari?as, quien limpi¨® durante d¨ªas junto a sus cu?ados Roberto Castro, de Bra?as Verdes, y Leopoldo Castro Pardi?as, de Santa Mari?a.
Esther Tajes es una se?ora dicharachera. Ella comprob¨® que la marea negra lleg¨® hasta Francia ¡°porque fui a Lourdes¡±, dice, ¡°y vi el chapapote en un pueblo peque?o que se llama Biarritz¡±. Su hijo Iv¨¢n Tajes, que adem¨¢s de percebeiro es buzo, ha visto con sus propios ojos que en el fondo del mar sigue habiendo bolas de fuel. Esther y Olga Aufiero son de las pocas percebeiras de Santa Mari?a. Olga es la esposa de Jerem¨ªas. Ella tiene muy claro que el Prestige fue un buen negocio. ¡°En el mar nunca sabes lo que vas a ganar, o si vas a ganar algo. Yo acababa de comprar una lancha de siete millones de pesetas [42.000 euros] que acabar¨¦ de pagar este invierno. Un marinero cobraba entonces 40 euros al d¨ªa por la prohibici¨®n de faenar, otros 40 por limpiar, y si ten¨ªa embarcaci¨®n eran otros 80, m¨¢s el tonelaje. O sea, 2.000 o 3.000 euros al mes. Y los cobr¨¢bamos al momento¡, no s¨¦ si otros pol¨ªticos habr¨ªan hecho lo mismo¡±, deja caer. ¡°Eso no quiere decir que no agradezcamos lo que hicieron los voluntarios. A lo mejor nosotros, pasa esto en Vigo, y ni vamos¡±, suelta de golpe.
Sobre los beneficios derivados de la marea negra, en el camino a Touri?¨¢n se ve un desmonte de tierras. De momento, eso y el dise?o arquitect¨®nico son las ¨²nicas fases acabadas de la promesa, hecha tras el desastre, de construir un parador en la Costa da Morte. La autopista hasta Fisterra est¨¢ en las mismas.
Paco Haz recuerda cuando vino Letizia Ortiz, entonces como periodista (y hoy princesa de Asturias), y se aloj¨® en un hostal de Chorente, ahora cerrado, se?al de que el turismo no ha repuntado mucho. En Mux¨ªa se proyect¨® una urbanizaci¨®n mastod¨®ntica (admitiendo que eso sea un beneficio) en terrenos de familiares de miembros del entonces Gobierno municipal del PP, que preve¨ªa doblar el n¨²mero de viviendas y triplicar la poblaci¨®n. El estallido de la burbuja inmobiliaria y el cambio en la alcald¨ªa frustr¨® la gigantesca operaci¨®n.
O sea, que el mar sigue siendo la base de ingresos de los vecinos de Mux¨ªa. Y por eso Chocolate disiente de su vecina y colega: ¡°Nos pagaron como nos ten¨ªan que pagar y nos dio mucho dinero en su momento, pero el problema es ahora, porque los dos primeros a?os, tras un a?o sin tocarlo, hubo mucho percebe, pero ahora no hay mejill¨®n, ni mejilla, y sin eso no hay percebe¡±. Esto lo avala, desde el otro lado de la r¨ªa, el futbolista que no lo fue, Paco Toba. ¡°En los dos a?os siguientes estaban las piedras tapadas, andabas por encima de los percebes. Aunque el percebe es como le d¨¦, hay veces que agarra y otras que no¡±.
El otro Paco, apellidado Haz, reconoce que el trabajo estuvo bien pagado. ?Por qu¨¦?, se pregunta. ¡°No lo s¨¦, pero no se lo recomiendo a nadie. Yo cobr¨¦ mucho dinero, pero no se olvide que en Mux¨ªa hab¨ªa rapaces que ya estaban rehabilitadas y volvieron a caer¡±. Antonio, su hijo, opina: ¡°Los cuartos no lo son todo. Si viniera otro petrolero, sin elecciones a la vista, no ser¨ªa igual. No piensan bien lo que dicen. Yo querr¨ªa que viniese otro, pero por los voluntarios que estuvieron en Mux¨ªa, y por homenajearlos de alguna manera. Otro Prestige, pero sin chapapote¡±.
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