Normal en la calle, normal en la ley
La sociedad vive con naturalidad los matrimonios homosexuales
En julio de 2005 fue aprobada por las Cortes la reforma del C¨®digo Civil que hac¨ªa posible el matrimonio entre personas del mismo sexo. Esta medida, a la que se opusieron los diputados de Uni¨® Democr¨¢tica de Catalunya y todo el Grupo Popular (con la ¨²nica excepci¨®n ¡ªque parece justo recordar¡ª de la diputada Celia Villalobos), cont¨® con el respaldo del 56% de los espa?oles y con el rechazo de tan solo el 21%, seg¨²n un sondeo de Metroscopia llevado a cabo entonces. Un reducido 11% se mostr¨® disconforme con el uso del t¨¦rmino matrimonio, pese a estar de acuerdo con la medida de fondo.
En los siete a?os siguientes, el mismo mayoritario porcentaje sigui¨® expresando, de forma llamativamente estable, su plena conformidad con esta reforma del C¨®digo Civil, al tiempo que la oposici¨®n de principio a la misma (o la no opini¨®n a su respecto) fueron gradualmente transmud¨¢ndose en solo reticencia respecto del nombre. O, lo que es igual, el debate social (que, cuando lo hubo, fue siempre de muy baja intensidad y en ning¨²n momento susceptible de generar confrontaci¨®n social alguna) se fue deslizando desde la cuesti¨®n de fondo (la legalizaci¨®n o no de la uni¨®n homosexual) a la mera cuesti¨®n de su etiquetado, algo en s¨ª mismo con muy bajo ¡ªpor no decir nulo¡ª potencial movilizador. La sentencia del Tribunal Constitucional ha terminado por dejar finalmente las cosas tal y como una amplia mayor¨ªa ciudadana lleva ya mucho tiempo vi¨¦ndolas. Y no resulta arriesgado aventurar, a partir de lo que ense?a la experiencia demosc¨®pica, que el solo hecho de que la cuesti¨®n del nombre sea ya cosa definitivamente juzgada contribuir¨¢ a desinflar gradualmente las reservas todav¨ªa subsistentes al respecto. Matrimonio ven¨ªa siendo, y matrimonio ser¨¢.
La clara naturalidad con que nuestra sociedad est¨¢ viviendo la plena aceptaci¨®n social y legal de las parejas homosexuales encuentra quiz¨¢ su m¨¢s significativa expresi¨®n en el hecho de que incluso entre quienes se definen como cat¨®licos practicantes (y que representan algo menos del 20% de nuestra poblaci¨®n adulta) solo un 19% rechaza de plano la legalizaci¨®n de las parejas del mismo sexo ¡ªporcentaje este inferior incluso en seis puntos al de quienes aceptan que sean legales y se denominen matrimonio¡ª, y un 55% no tiene m¨¢s reserva al respecto que el uso de dicho t¨¦rmino.
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